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Por José Manuel Caturla→
14. 02. 2023
La cita que se produce con Depeche Mode cada cuatro años –sucede puntualmente desde 1997– se ha alargado esta vez más de la cuenta, en concreto a seis ejercicios contando desde la publicación de “Spirit” (2017), su último álbum con canciones nuevas. El hiato pandémico y la muerte de Andy Fletcher en mayo de 2022 parecen razones más que suficientes. El pasado viernes salió “Ghosts Again”, su esperado nuevo single, de momento en solitario formato digital, con videoclip dirigido por Anton Corbijn.
Los trabajos empezaron en 2020 y no es extraño el enfoque temático resultante, quizá desenlace, de “Memento Mori”: “recuerda que morirás”, en latín. Así se titula, como casi todo el mundo sabe ya, el decimoquinto álbum de Depeche Mode, a publicar el 24 de marzo. Un trabajo que llega envuelto por las ideas gráficas del holandés Anton Corbijn, renovador histórico de la imagen de la banda y encargado de plasmar, esta vez de forma especialmente brillante, el fantasmal sentimiento del inesperado dúo. No hay mejor combustible creativo que una gran dificultad. Así son las cosas.
El vídeo pudo verse de forma restringida el pasado mes de octubre en Berlín, lugar elegido para el inicio de campaña promocional del disco y la gira. Una ciudad clave en la carrera de los genios de Basildon porque fue allí donde empezaron a madurar con discos como “Construction Time Again” (1983) o “Some Great Reward” (1984). Gore y Gahan viven ahora afincados en Estados Unidos, país que les reportó el éxito masivo del que disfrutan desde 1988. De esta tierra de promisión solo se muestra una silueta urbana –todavía sin identificar– en el clip de “Ghosts Again”.
También, supuestamente, una calle americana por donde circulan los dos únicos supervivientes de la banda de Basildon: a Corbijn le encanta hacerles patear. Lo hacen vestidos de negro y encapuchados, apoyándose en sendos bastones con puño de calavera. La siguiente escena transcurre en una azotea donde juegan al ajedrez como los protagonistas principales de “El séptimo sello” (1957), la película de Ingmar Bergman. Un Gore de reluciente frente, sempiterna sonrisilla y rostro pálido hace claramente de parca, y quizá Gahan de sí mismo. A continuación, ya en el estudio, reaparece este último cantando en un camposanto donde los rascacielos se han transformado en arquitectónicas calaveras expresionistas que se alzan tras él. Frente a ellas, una bailarina anónima danza grácilmente cubierta por un velo blanco. Lo bueno de los videoclips es que son tan efímeros que los destripes no suelen importar.
La historia está rodada en robusto blanco y negro con una banda sonora que sorprende, ya que suena menos que nunca a Depeche Mode. O sí, porque canta Gahan y ya son muchos años de guitarras eléctricas. Gore, que descansa sentado sobre una tumba abrazando su instrumento favorito, se empeña en afirmar que son lo contrario a una banda de rock que usa sintetizadores, pero esta vez no es así y no pasa nada. “Ghosts Again”, que cambia de la estrofa al puente para volver a ella saltándose el estribillo –otra lectura es que todo sea esto último–, suena a unos Coldplay mejorados o incluso a Psychedelic Furs. Aquí hago trampas porque la canción ha sido escrita entre Martin L. Gore y Richard Butler –otro pasmo gótico–, líder de los segundos, quien se ha ocupado de unas letras que apuntan al más allá con su romanticismo de serie: “Faith is sleeping / Lovers whisper / We’ll be ghosts again”.
El vídeo concluye con un Gahan rejuvenecido –ya no necesita cayado– exhibiendo tatuajes y gateando entre los alados enterramientos con su clásico chaleco rockero del directo, para reaparecer acto seguido en la azotea junto a su querida némesis y unas fichas de ajedrez cuyo enorme tamaño excede nuestra capacidad hermenéutica. La partida acaba con discutible victoria de Gore. Se produce en términos amistosos, dándose la mano, pero yéndose cada uno por su lado. ¿Querrá decir algo? Por supuesto: solo es cuestión de tiempo. ∎
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