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Consagración transatlántica. Foto: Óscar García
Consagración transatlántica. Foto: Óscar García

Concierto

Duki, modo rockstar

Desde el fin del mundo llegó Duki para llenar por partida doble el Palau Sant Jordi el pasado fin de semana, después de haber hecho lo mismo en el WiZink Center de Madrid el finde anterior. El rapero argentino se coronó por fin en Barcelona el viernes 3 de marzo. Fue una noche que sirvió tanto para reivindicar que el trap sigue siendo uno de los dos géneros hegemónicos en la música urbana de habla hispana como para fortalecer la relación a este lado del Atlántico con el otro puntal, el reguetón. Maestro en ambos palos, Duki incorporó una banda de rock a su directo en un alarde de versatilidad que lo consagra como estrella generacional absoluta.

06. 03. 2023

Cuando algunos ya empiezan a dar por muerto al trap, al menos por estos lares, el “movimiento” argentino se está empeñando en recordarnos por qué este género ha moldeado, incluso más que la tan cacareada dominancia del reguetón, el sonido mainstream de los últimos años con su aparente simpleza, tanto en las letras como en las bases. Minimalista en esencia para expresar lo máximo; solo hay que escuchar “She Don’t Give A Fo”, uno de los primeros grandes éxitos de Duki, de un ya lejano 2018.

Porque Mauro Ezequiel Lombardo, Duki, Duko, lleva tiempo postulándose como la estrella definitiva de todo esto, coronando cimas cada vez mayores. La de sus cuatro conciertos de ahora en España, a sus 26 años, con dos sold out en el WiZink madrileño los días 24 y 25 de febrero y otros dos en el Palau Sant Jordi de Barcelona el 3 y 4 de marzo, no es tan siquiera la de más altura: palidece al lado de sus cuatro shows en el porteño estadio del Vélez Sarsfield, en los que vendió 180.000 entradas. Eso sí, Duki no dudó en calificar de “noche histórica” la del viernes 3 de marzo en la Ciudad Condal. Lo fue. Para él y para toda una escena.

Propuestas como la suya –punta de lanza y líder espiritual de esta ola de artistas argentinos: Neo Pistea, Nicki Nicole, YSY A, Cazzu, Khea, Tiago PZK– demuestran que al trap todavía le quedan balas en la recámara. Otro tema es qué hacer con ellas. ¿Hacia dónde apunta la música urbana que está por venir? Para Leïti, telonero de la velada, hay que mirar hacia el continente africano. Así es como el catalán de raíces senegalesas terminó su intervención, con dos temas de afrobeats, tras haber empezado con su línea de trap soleado, derroche de carisma en “uwu”. Varios de los cortes fueron de su último trabajo, “APOCALIPSI” (2022), perfecta transición temática hacia el título de la gira de Duki, “Desde el fin del mundo”.

Estrella a lo grande. Foto: Óscar García
Estrella a lo grande. Foto: Óscar García

Un show que el argentino inició en modo diablo con “GIVENCHY”, trap con aires a vuelta de honor para levantar al Palau. Hecha la triunfal entrada en solitario, irrumpió sobre el escenario una banda de batería, teclados, guitarra y bajo. Y Duki pasó a modo rockstar. Esa etiqueta que los traperos vienen queriéndose colgar a sí mismos desde hace años, más por una cuestión estética y de ethos que por una cuestión musical, y que Duki lleva aquí hasta sus últimas consecuencias con una reinterpretación de su catálogo que alcanza nivel de auténtico arena rock, sin fisuras.

Un primer tramo abrasivo e inapelable para dar rienda suelta a sus flows cortantes, tan o más bravos que los riffs de guitarra que lo amparaban: pirotecnia vocal la del Duko, las llamaradas en el escenario estaban más que justificadas. Lucieron fantásticas las adaptaciones al rock de “Rockstar” –no podía ser de otra forma– o “Tumbando el club”, con su base horror-synth sonando más amenazante que nunca secundada por la banda. “Sudor y trabajo” o “Hablamos mañana” son temas directamente creados con esta intención de explotación rockera, destinados a convertirse en grandes momentos de los directos de Duki.

Escuchar “Otro level” –corte de 2018 que Duki reivindicó como “parte fundamental de la columna vertebral del trap argentino”– fue otra demostración del oído del porteño para captar las tendencias antes que nadie en la escena de habla hispana: ahí está su base de drill, uno de los subgéneros del hip hop más en boga a día de hoy. Duki siempre ha estado atento a todo lo que ocurre y a quién lo hace, también en España. De ahí que invitara a Dano –según él, “el mejor rapero de aquí”– para interpretar cara a cara su tema conjunto “Santo grial”. Uno de los momentos más líricos de la noche, que no terminó de calar en el público. Pero es que a estas alturas Duki y la banda habían acostumbrado al Sant Jordi al puro frenesí de la sucesión de hits. Mucha energía y tímidos conatos de pogo en la pista. Atento a sus fans, Duki hizo cortar la música en tres ocasiones para que la aglomeración se abriera y poder atender a alguna persona indispuesta.

Antes de entrar de lleno en un tramo dominado por los cortes de reguetón –“TOP 5”, “Si quieren frontear”, “Marisola” y “Antes de perderte”–, Duki había dejado caer que “los países son solo fronteras”, tendiendo puentes trasatlánticos como posible respuesta a miradas escépticas ante la consagración de la música latinoamericana en España. Reconocido admirador de artistas de aquí como Yung Beef, el argentino entiende que esto de la música es un viaje de ida y vuelta. Viendo a los jóvenes –pongamos una media de veinte años– que bailaban con fervor estos temas, queda claro que la expansión mundial del reguetón es ya imparable, pese a quien pese, aquí o al otro lado del charco.

Banda rock, esencia trap. Foto: Óscar García
Banda rock, esencia trap. Foto: Óscar García

Con esta pretensión de arena rock no podían faltar los momentos para agitar las lucecitas del móvil en las gradas, primero en “Ticket”, convertida en una power ballad dedicada a su “viejo Guillermo”; después en “She Don’t Give A Fo”, cantada a pulmón por el público. Antes, el synth-reguetón de “Unfollow”, la espídica “Sin frenos” o la armoniosa “Pininfarina” ya habían convertido el Palau en una abarrotada pista de baile. Origen urbano, ejecución rock, celebración dance-pop: signo de los tiempos.

Remate final con la “BZRP Music Sessions #50” –inicio a capela, el Auto-Tune apenas perceptible: de nuevo minimalismo, máxima expresividad–, “Goteo” y “Malbec” para afianzar la sensación a vuelta de honor. Lástima que la flautita medieval de esta última, ya de culto (la réplica hispana del “Mask Off” de Future), apenas se escuchaba. Esa es la única pega a la propuesta rockera: a veces, uno desearía que Duki se hubiera valido acompañado solo por las bases originales, infecciosas ya de por sí. Y que, como hizo para interpretar la magnética “Vuelta a la luna”, hubiera prescindido de la banda momentáneamente. La calidez de la guitarra acústica de “Volando bajito” o alguno de los cortes de reguetón –en los que costaba distinguir su beat sincopado, diluido en la aceleración rítmica de la batería y opacado por las guitarras– lo hubieran agradecido.

Con la instrumentación en vivo el show gana empaque e intensidad. Pero también puede perder por el camino esa esencia del trap para lograr oro con lo mínimo. ¿Estamos pidiendo justo lo contrario a lo que algunos criticaron del “Motomami World Tour” de Rosalía? No tanto como eso, porque el concierto fue arrollador, digno de un artista en la cumbre, y la decisión no chirría en alguien que ha crecido escuchando a Spinetta o a Linkin Park. Pero sí conviene apuntar que podría haber sido más selectivo con las canciones a las que aplicaba el barnizado rockero y a las que no. Decíamos al inicio que al trap le quedan balas y lo interesante ahora será ver qué hacen los artistas con ellas. Con varias canciones de “Desde el fin del mundo” (2021) y con sus directos tras la salida de ese disco, Duki está apuntando hacia una posible dirección en la que el rock, cómo son las cosas, ayude a mantener la hegemonía de la música urbana. Una idea que cristalizó durante el concierto en la simbólica imagen de Duki haciendo air guitar con una sonrisa de oreja a oreja. ∎

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