Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión
 Después de la ocupación japonesa, vino la separación de Corea: “La espera”.
Después de la ocupación japonesa, vino la separación de Corea: “La espera”.

En portada

Keum Suk Gendry-Kim

Encuentros y desencuentros

Fotos: Liberto Peiró

11.04.2023

Aprovechamos la reciente visita a España de Keum Suk Gendry-Kim, autora revelación de la novela gráfica surcoreana, para conversar con ella en torno a sus dos obras traducidas en nuestro país, “Hierba” y “La espera”, pero también sobre la memoria y el olvido históricos, el rol tradicional de la mujer en su país o los conflictos intergeneracionales y geopolíticos.

Bajo

Suscripción

K

eum Suk Gendry-Kim (Goheung-gun, 1971) es dibujante y traductora, formada en pintura en la Universidad de Sejong. Vivió durante casi dos décadas en París y desde hace un lustro reside en una isla al norte de su país natal. En su primera tira, “Le chant de mon père” (2012), abordó en clave cómica el éxodo rural de su familia; en su segunda obra, “Jiseul” (2015), trató la insurrección en la isla coreana Jeju en 1948, donde decenas de miles de compatriotas fueron asesinados y torturados por el ejército de su país. Ambos trabajos permanecen inéditos en España. Después llegaría la celebrada “Hierba” (2017; Reservoir Books, 2022) y una producción que explora la encarnación individual de conflictos históricos recientes, el dolor y la deshumanización que producen. También las violencias inmersas en las culturas propias, tan difíciles de percibir para muchos, son temas de La saison des pluies (2022) –que trata la disputa canina coreana: ¿carne o mascota?– o de Jon (2020), un repaso a los prejuicios hacia el autismo. Ambos títulos solo están publicados en Francia por ahora.

Keum Suk Gendry-Kim es realmente singular, parece dos décadas más joven y está casada con un francés, siendo Corea del Sur un lugar donde los emparejamientos internacionales brillan por su infrecuencia. Es mujer de pocas palabras, que piensa bastante tiempo antes de pronunciar. Poco antes de recibir el premio Antifaz al Mejor Cómic Internacional en el Salón del Cómic de Valencia por “Hierba”, la autora nos ha dedicado una hora de conversación en su apretada agenda. Al preguntarle por su estancia en territorio fallero, relata que la noche anterior presenció una mascletá. Bombardeo festivo que describe con expresión complaciente y asombrada, propia de la experiencia exótica de ver elementos autóctonos en culturas ajenas. Estamos muy lejos de haber inventado la pirotecnia; la pólvora oriunda de China fue introducida por los árabes en la península. Desde sus albores, los fines lúdicos y bélicos se fueron entrelazando siguiendo los patrones de la historia humana y dejando en evidencia lo “globales” que hemos sido siempre. Algo similar ocurre con la obra reciente de esta autora coreana: historias individuales y lejanas transmiten relatos universales y cercanos.

Aunque su última obra es “La espera” (2021; Reservoir Books, 2023), hemos comenzado hablando de “Hierba” por el premio inminente y porque recientemente se dio la noticia de la muerte de Lee Ok-sun, la protagonista de los hechos que reconstruye esta novela gráfica de memoria histórica. Al preguntarle cómo ha vivido su fallecimiento, Keum nos aclara: “Se trata de un error, sigue viva. En Corea se difundió en diversos medios también. En realidad murió una mujer con su mismo nombre, pero no era ella”. Y añade: “Veo que también ha llegado esta confusión hasta aquí. Ok-sun es muy mayor, pero por ahora no ha muerto”.

Premio Antifaz al Mejor Cómic Internacional en el Salón del Cómic de Valencia por “Hierba”.
Premio Antifaz al Mejor Cómic Internacional en el Salón del Cómic de Valencia por “Hierba”.


¿Cuál fue la reacción de esta y otras mujeres entrevistadas cuando vieron la obra?

No sé cómo reaccionó el resto de mujeres de la Casa del Compartir, solo sé que Ok-sun lloró mucho.

¿Es consciente del éxito de su historia?

Cuando salió le envié un ejemplar y me mandó una foto leyendo el libro, me comentó que cuando vio la portada con la trenza que le hacía su padre se emocionó mucho. Lamentablemente, por el COVID no he podido encontrarme con ella y hablar sobre este tema.

¿Crees que el gobierno japonés dará alguna vez la respuesta que las víctimas esperan?

Solo quedan diez mujeres en Corea del Sur en esta situación, son muy mayores y la situación no es favorable. Las cuestiones diplomáticas determinan el comportamiento de los gobiernos y no la justicia con las víctimas.

Aunque hay un claro enemigo, el ejército japonés, no es el único. Estas mujeres, después de su atroz experiencia, quedan estigmatizadas y deben sufrir el repudio de su propia sociedad. ¿Cuál es la reacción de la sociedad coreana actual ante estas obras que abordan episodios tan traumáticos de su historia reciente?

La sociedad coreana no tiene consciencia de haber formado parte de esto, la idea de responsabilidad o de no haber hecho lo suficiente. Es cierto que no es un problema solo de Corea, sucedió también en Taiwán, en China y en otros países. En todo caso ya se ha reconocido que hubo cierta colaboración –como en Alemania– desde dentro para facilitar a los soldados japoneses estas mujeres vendidas o secuestradas.

Después de la ocupación japonesa, vino la separación de Corea. Un día la protagonista de “La espera” va a visitar a sus suegros y no podrá volver nunca más a su hogar. En la huida, perderá de vista a parte de su familia para no volver a encontrarla jamás. En este caso, aunque has creado una historia con personajes ficticios, también te has basado en testimonios. Me gustaría que comentaras cómo es esta labor, hablar de hechos tan duros con supervivientes de hechos tan tremendos.

Me gusta mucho hablar con las personas sobre sus vivencias en general. En el caso de “La espera”, aunque se mezcla la ficción, se basa en buena parte en diálogos con mi madre. En el caso de “Hierba” había conversaciones muy difíciles, que no sabía por dónde podían salir. Después de los encuentros hacía, siempre hago, un trabajo de análisis e investigación, y extraigo las conclusiones con las que construyo la obra. En ese proceso de confrontación con la realidad, en el trabajo en el día a día con los testimonios, intento pensar en los lectores. Siempre procurando que pasen por mí, que no sea una mera labor periodística. Previamente y durante las conversaciones investigo, compruebo sus relatos, analizo, saco conclusiones. A nivel personal me lo planteo como mediadora, intento ser un medio para transmitir sus historias.


“Me gusta mucho hablar con las personas sobre sus vivencias en general. En el caso de ‘La espera’, aunque se mezcla la ficción, se basa en buena parte en diálogos con mi madre. En el caso de ‘Hierba’ había conversaciones muy difíciles, que no sabía por dónde podían salir. Después de los encuentros hacía, siempre hago, un trabajo de análisis e investigación, y extraigo las conclusiones con las que construyo la obra”



Siguiendo con los testimonios, hay un momento en “Hierba” en que el grupo de jóvenes caminan después del viaje en tren, no saben adónde van, pero intuyen que puede ser aterrador; una sugiere que es mejor que terminen con sus vidas antes del destino, durante el camino, pero no lo hacen. Trabajo con adolescentes y cuando tratamos estos temas suelen decir: “Yo me suicido antes de vivir algo así”. Después de escuchar estos testimonios, ¿cómo explicarías esta pulsión vital en un entorno tan bárbaro y hostil?

La verdad es que mucha gente se suicidó. Yo creo que no tenían control sobre sus vidas, estaban muy vigiladas, aisladas. Estas mujeres piensan en huir, pero enseguida entienden que no se podían escapar, temían el castigo si no salía bien. Al final es una manera de vivir en el terror, en el miedo, difícil de entender si no estás ahí. La protagonista de “Hierba” intentó suicidarse después, una vez finalizada la guerra. Finalmente en su hijo encuentra la motivación vital que evita que lo vuelva a intentar.

¿Cuál cree que es el objetivo de la memoria histórica?

Una combinación de justicia, reconocimiento a las víctimas y de aprender lo que no debe volver a ocurrir. En el caso concreto de mis historias, las mujeres son las protagonistas. A partir de estas historias, estas mujeres, con secuelas que no podían compartir con nadie y que las estigmatizaban, pueden expresar lo que no se compartió en ese momento. Ellas quieren que se conozca la historia para que no vuelva a suceder, para que su vida tenga sentido.

Mi interés principal son las mujeres, mujeres de todas las épocas. Las secuelas físicas y psicológicas de la vida esclavizada que tuvieron, que después la sociedad coreana las señalara, es necesario contarlo. De hecho, puede seguir pasando en la actualidad cuando una falda corta o unos labios rojos te pueden convertir en culpable de lo que te ocurra. Quiero contar estas historias como mujer, porque creo que es necesario e importante.

En “La espera” hay elementos autobiográficos; en tu propia familia hay un miembro perdido. Tu madre huyó de su pueblo del Norte. ¿Cómo se ha vivido en primera persona esta experiencia?

No se vive con naturalidad. De hecho, se ha vivido en mi familia con absoluto secretismo. No se hablaba de este tema.

¿Cómo ves el futuro de los reencuentros? Las dos Coreas continúan oficialmente enfrentadas.

Es una situación especialmente mala, no pinta nada bien. Corea del Sur no tiene interés y Corea del Norte tampoco. Los encuentros son inexistentes e improbables. De nuevo por cuestiones geopolíticas. Los encuentros entre Trump y Kim no ayudaron en nada, estropearon bastante las cosas. Estados Unidos y Rusia hacen que la realidad de Corea dependa de bloques geoestratégicos, es un problema internacional.

¿Memoria histórica?: una combinación de justicia, reconocimiento a las víctimas y de aprender lo que no debe volver a ocurrir.
¿Memoria histórica?: una combinación de justicia, reconocimiento a las víctimas y de aprender lo que no debe volver a ocurrir.


Vives en una isla fronteriza. ¿Se respira ese enfrentamiento?

Sí, absolutamente. Día a día. En la montaña que hay detrás de mi casa hacen pruebas, se escuchan explosiones. La tensión se manifiesta cada día, se siente, se ve. Hay militares, aviones, explosiones. Da miedo.

“La espera” se puede considerar una continuación en la historia coreana planteada en “Hierba”, ¿le seguirá una tercera?

Sí, estoy trabajando en ella. Pero nada de hacer spoilers.

Además de familiares perdidos, otros rasgos autobiográficos presentes en la obra están relacionados con la precariedad de la vida en la ciudad, el problema de la vivienda. Recientemente se ha publicado que Corea del Sur batía récords en baja natalidad y en muertes en soledad. Todo esto suena muy familiar…

Viví en Francia varios años, era difícil conseguir vivienda, encontrar un trabajo, etc. Era muy difícil aunque estudiaras. Hoy en día en Corea, sin la ayuda de los padres, los jóvenes no se podrían comprar una casa. Es muy difícil la transición social, el ascenso.

Las generaciones de ahora lo tienen más difícil. Las familias adineradas envían a sus hijos a estudiar fuera, los que no pueden se sienten culpables por no poder darles esa educación. No existe la clase media en Corea del Sur en estos momentos. Todos estos problemas estaban en mi mente cuando hice “La espera”. Existe un conflicto intergeneracional. Mi país vive problemáticas muy parecidas a las occidentales.

Hablando de culpabilidad y siguiendo con cuestiones más personales, como la vejez de los padres, la culpabilidad de los hijos, especialmente de las hijas. En “La espera” tu madre está muy presente. Me gustaría que hablaras un poco de este tema.

La relación con mi madre es difícil. Hay muchas diferencias en la percepción de la vejez de los padres entre hombres y mujeres. Para la generación de mi madre, un hijo varón te validaba como mujer, era su poder o fuerza. Sin embargo, las hijas heredan la responsabilidad y son las que cuidan y tienen el interés de mantener ese vínculo. Es un concepto curioso, como mujer siento que tengo y quiero cuidar de mi madre, pero al mismo tiempo la odio porque ella está siempre pendiente de su hijo varón.


“Me formé como pintora, para mí el color es importante. Pero en estas obras donde me intereso mucho por no subrayar la violencia –en parte por respeto a las víctimas en cuyos testimonios me baso y en parte porque considero que los hechos narrados ya tienen unas elevadísimas dosis de violencia–, creo que el color no tiene lugar. No sabría expresarlas en color”



Mujeres que no pueden estudiar aunque lo deseen intensamente y aunque sus hermanos lo hagan, mujeres que cuidan, mujeres que soportan lo que no soportan los hombres, mujeres sometidas que podrían ser de cualquier lugar. ¿Cómo ves la situación de la mujer en la Corea del Sur actual?

Ha cambiado mucho, percibo un cambio. Sigue siendo una sociedad patriarcal, pero las nuevas generaciones han cambiado. Se nota en el reparto de las tareas del hogar, por ejemplo. En la generación posterior a la mía se ve diferente.

¿Cómo se vive el cómic en Corea?

No hay muchos lectores de novela gráfica; sin embargo, hay muchos consumidores de webtoon, sobre todo entre el público infantil y juvenil.

¿Cuáles son tus referentes en el cómic occidental?

“Maus” (Art Spiegelman, 1980-1991) o “Persépolis” (Marjane Satrapi, 2000-2003). Son obras con las que me han relacionado y me resulta muy sorprendente, realmente increíble.

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cómo inicias una obra, cómo nace una obra de Keum?

Apenas hace una década que empecé con la novela gráfica. Existe una información previa, temas, como el dolor; situaciones conflictivas en la historia que me han interesado siempre. Voy acumulando datos sobre hechos que me van impactando. “La espera” la llevo desde que tenía doce años, pero hasta ahora no encontré la manera de expresarla.

¿Cuál es el futuro del color en tu obra?

Usé el color hace tiempo, sobre todo cuando ilustraba libros infantiles. Me formé como pintora, para mí el color es importante. Pero en estas obras donde me intereso mucho por no subrayar la violencia –en parte por respeto a las víctimas en cuyos testimonios me baso y en parte porque considero que los hechos narrados ya tienen unas elevadísimas dosis de violencia–, creo que el color no tiene lugar. No sabría expresarlas en color.

¿Escuchas música mientras trabajas?

No, trabajo en silencio. Si tuviera que elegir un estilo musical sería el jazz.

¿Cuál es el último cómic que te ha impactado?

Últimamente estoy leyendo muchos ensayos. En estos momentos estoy disfrutando mucho con libros de geopolítica. ∎

Sonrisas, pese a todo.
Sonrisas, pese a todo.

Dos Coreas

La narradora de “La espera” explica que, en su colegio de Corea del Sur, durante los setenta, su profesora les mandaba hacer pósteres anticomunistas y escribir cartas para animar a los soldados que los defendían del enemigo rojo. Se trata de una de las diversas referencias biográficas de la autora presentes en la obra. La presencia de militares estadounidenses no ha cesado desde la separación de las dos Coreas tras la Segunda Guerra Mundial. Actualmente son decenas de miles de soldados, garantes de una estabilidad y seguridad por los que el estado asiático paga cada vez más dinero.

Keum Suk Gendry-Kim revela cómo esta presencia, que raramente trae buenos recuerdos, se vive con especial sensibilidad en este territorio. El abuso de militares ajenos y propios fue constante durante décadas; los traumas generados han sido numerosos y silenciados. Como en nuestro país, los detectives de la memoria han sido los responsables de oxigenar el aire viciado que se respiraba, esa estela de miedo que deja a su paso el sueño de la razón y que muchos evitan mirar. Como en nuestro país también, estos temas generan reacciones polémicas que oscilan entre el desinterés y el enfrentamiento.

No es este el único aspecto donde se proyectan las sombras en este territorio. Aún en estos días, en el país del k-pop y del manhwa, la autora nos explica cómo cambia la percepción del cuidado de los padres en clave de género. En esta Corea democrática del despegue económico excepcional, la precariedad ha acabado alimentando a las nuevas generaciones y ha menguado a una clase media hoy inexistente. La tasa de natalidad llegaba en 2022 a ser la más baja del mundo.

Keum Suk, calmada hurgadora de heridas, comprometida y valiente, testimonia cómo en la actualidad la tensión social, económica y militar continúa. Como si los caprichos bárbaros siempre estuviesen al acecho de cualquier sueño. ∎

Contenidos relacionados