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Pet Shop Boys: Neil Tennant, emperador pop. Foto: Òscar Giralt
Pet Shop Boys: Neil Tennant, emperador pop. Foto: Òscar Giralt

Festival

Primavera a la Ciutat (31 de mayo): la bienvenida

La tercera jornada de Primavera a la Ciutat también fue la de apertura de puertas en el Parc del Fòrum, cortando la cinta inaugural del espacio que desde esta tarde y hasta el próximo domingo va a acoger varias decenas de conciertos durante el Primavera Sound. Ayer fueron cuatro y gratuitos: los de Pet Shop Boys, Jake Bugg, Confidence Man y La Paloma, que no está mal para ir calentando. Y hubo epílogo electrónico en La 2 de Apolo por cortesía de DARKSIDE y Marc Piñol. Menudo recibimiento.

01. 06. 2023

Confidence Man

El cuarteto australiano no inventa el mecanismo del botijo, pero le echa tanto morro que convence. De hecho, sería un estupendo telonero para Pet Shop Boys. Anoche, a su paso por el Parc del Fòrum, lo fue en la práctica. Y ya habían comentado antes en el set de entrevistas dispuesto en el recinto que “West End Girls” es su canción favorita de ellos, la que les gustaría versionar. Propinaron una revitalizante y aeróbica sesión de pop electrónico post-rave sin complicaciones –el punto de mira fijado en la primera mitad de los noventa– en la que la escasez de finura es suplida por el despliegue físico de su pareja principal: Sugar Bones y –sobre todo– Janet Planet, quien recuerda por maneras a Lady Miss Kier, de Deee-Lite. Ambos bien secundados por Clarence McGuffie y Reggie Goodchild a teclados y batería, ambos con el rostro cubierto. Carlos Pérez de Ziriza

Confidence Man: Sugar Bones y Janet Planet, juerga australiana. Foto: Òscar Giralt
Confidence Man: Sugar Bones y Janet Planet, juerga australiana. Foto: Òscar Giralt

DARKSIDE

No voy a ser yo el que siempre pone una pega, pero el concierto de DARKSIDE en La 2 de Apolo dio para mucha reflexión. Porque todo a nivel técnico y artístico parecía encajar a la perfección y sin embargo había algo que no encajaba. El dúo formado por Nicolas Jaar y Dave Harrington –esta vez con un batería en directo completando la formación de trío y mucho más pesado y pulsante que en cualquier iteración anterior– se mantuvo en su nivel, excepcional, pero del mismo modo acabó pecando de una preocupante indefinición. Jaar, mucho más libre en lo vocal pero camuflado por una oleada de distorsión metálica, sepultaba siempre sus propios crujidos con bajos predecibles exquisitamente tratados. Y Harrington, mientras, invocaba guitarras math-rock con una espontaneidad prácticamente improvisada. Son como un cometa Halley y cualquier ocasión de disfrutarlos, más en las distancias cortas, puede parecer un privilegio: juegan con construcciones break para liberarse hacia un tech-rock serpenteante, atraviesan momentos de kraut alucinado y hasta se arrancan por ritmos que se asemejan a bulerías. Pero lo experimental de las transiciones, con sus crujidos, esta vez se resolvió siempre hacia bombos fáciles, hacia tech-house y hacia comodidades y complacencias que poca falta hacen en un concierto de DARKSIDE. Un poco entre dos tierras, entre lo intrincadamente complejo y lo voluntariamente accesible, no supieron conectar con las entrañas del público, y su set es tan divergente con respecto a lo que cualquiera podría esperar que para soltar “Paper Trails” tienen que convertirla en un bis aislado. Podría decir uno, incluso, que a día de hoy DARKSIDE es el proyecto más accesible y comercial de Nicolas Jaar, con ecos que llegan incluso a Editors o Interpol, y no está mal de por sí, pero si no vienes preparado para esto y estás buscando una hipnagógica dosis de ruido y crepitar, puedes llevarte una decepción. Benditas decepciones, ¿no? Diego Rubio

Nicolas Jaar: DARKSIDE y lo inesperado. Foto: Clara Orozco
Nicolas Jaar: DARKSIDE y lo inesperado. Foto: Clara Orozco

Jake Bugg

A Jake Bugg no debieron sentarle muy bien tantos parabienes cuando apenas rebasaba la mayoría de edad. Hay halagos y descorches de carrera que pueden pesar como una losa. Quedan ya muy lejos aquellas visitas a nuestros festivales de hace casi una década, cuando llegaba con el aval de nuevo prodigio del pop británico. Desde entonces, el de Nottingham sigue siendo rehén de una austera fórmula que se debate entre el viejo folk-rock, el country-rock trotón a lo Johnny Cash y puntuales aperturas a un pop de más amplio espectro que tiene en canciones como “All I Need”, con la que cerró su concierto en el Parc del Fòrum, algunos de sus mejores argumentos. Pero siguen siendo “Lightning Bolt”, “Two Fingers” o “Trouble Town” –de marcado tinte norteamericano, pero con ese deje a medio camino entre The La’s y Oasis– las que encienden el entusiasmo de un público mayoritariamente británico, al menos por lo que respecta a las primeras filas. Ahí está Bugg, entre lo que le dejan ser y lo que le gustaría llegar a ser. No fue un mal concierto, desde luego, pero dejó la amarga sensación de que lo que apuntaba a plato principal hace una década ahora se ha quedado en entremés. Carlos Pérez de Ziriza

Jake Bugg: el buen chico. Foto: Òscar Giralt
Jake Bugg: el buen chico. Foto: Òscar Giralt

La Paloma

La prueba de las grandes dimensiones: se hacía extraño ver a La Paloma en un escenario tan grande y ante tan vasta explanada. Es lo que tienen los grandes festivales y sus slots tempraneros. Y además va todo tan rápido que, cuando los madrileños anunciaron que abordaban “las viejitas”, entre ellas esa suerte de himno fundacional que es “Bravo Murillo”, cae uno en la cuenta de que solo ha pasado un año y medio desde que despuntaran en un Primavera Weekender en el que apenas tenían cinco canciones prensadas para defender. Tiempo suficiente para haber madurado uno de los mejores discos españoles de rock del año, “Todavía no” (2023), y argumentarlo con un set en el que Dinosaur Jr. y demás tótems del viejo indie rock se filtran a través de una desazón generacional que huele a asfalto. Carlos Pérez de Ziriza

La Paloma: himnos generacionales. Foto: Òscar Giralt
La Paloma: himnos generacionales. Foto: Òscar Giralt

Marc Piñol

En La 2 de Apolo, Marc Piñol bajaba el telón de la jornada inaugural que tantos fundamentales han cerrado, incluyendo a John Talabot o a Apparat. Y cerraba un poco en la línea de aquellos, sin dejarse llevar demasiado por la complicada vara de medir puesta por DARKSIDE y abandonándose a un tech-house con pintas, por momentos, de deep house. Y suele pasar con las pinchadas preliminares del Primavera Sound, que te acaban seduciendo con ese masaje apenas perceptible, con esa neutralidad bien entendida. De repente, y tras haber atravesado breves escarceos jungle, pasajes de mayor intensidad y bombos más contundentes, un segurata te invita a abandonar amablemente La 2 y acabas en la sala principal de Apolo. Suenan Quevedo, Rosalía, Bad Gyal. “Tití me preguntó”. Y te preguntas, por un momento, si no era eso lo que querías aunque vinieras buscando un poco de house. Porque los extremos, en el Primavera Sound, no solo se tocan. A veces se dibujan en cada extremo de tu sonrisa. Diego Rubio

Pet Shop Boys

Han brindado montajes más espectaculares, desde luego. Sin ir más lejos, el “Pandemonium Tour” que los acercó a este mismo festival en 2010, aquel inolvidable show de los cubos. Pero difícilmente reunirán mejor repertorio. Ni ellos ni casi ningún otro grupo del planeta. La excusa es la inminente publicación de “SMASH. The Singles 1985-2020”, su enésimo recopilatorio. Y hay algo crepuscular en el rescate de tanto éxito encadenado, con imágenes de antiguos videoclips sobre una escenografía sobria pero efectiva, con Neil Tennant balanceándose desde una de las dos farolas ubicadas en el escenario, como emulando la era dorada de los musicales de Broadway mientras alfombra el camino –tras la exhibición de la bandera de Ucrania desde la pantalla y una presentación del show que juega con los títulos de muchas de sus canciones– a su colección de imborrables minisinfonías pop, en magistral equilibrio entre lo sublime y lo kitsch, lo mundano y lo trascendente, lo reflexivo y lo puramente bailable. Un Tennant, por cierto, sobre cuya voz no discurre el tiempo. Suena eternamente juvenil. El de ayer en el Parc del Fòrum fue un repaso a su etapa imperial, quizá más en clave de mero acopio de hits que de diálogo abierto con su pasado, más memorialista que revisionista. Con momentos para la delicada introspección como “Love Comes Quickly” o “Rent”, para un pasado que coqueteó con el italo disco o las sonoridades latinas en “Paninaro” y “Domino Dancing” o para su habitual cuota de versiones que redimensionan los originales, como “Always On My Mind”, “Go West” o “It’s Alright”, esta última engarzando un memorable clímax con “Vocal”, rescate habitual de su último gran disco, “Electric” (2013). Clásicos a mansalva en un show que fue de menos a más. Era el primero que ofrecen en 2023 dentro de la gira Dreamworld, con Tennant y Lowe secundados por dos percusionistas y una teclista-corista. Y remate en el bis con la distinción urbana de “West End Girls” y la melancolía otoñal de “Being Boring”, redondeando un cancionero majestuoso, que les sobrevivirá por siempre. Hasta Chris Lowe acabó por esbozar algo parecido a una media sonrisa. Carlos Pérez de Ziriza

Pet Shop Boys y su sueño synthpop. Foto: Òscar Giralt
Pet Shop Boys y su sueño synthpop. Foto: Òscar Giralt
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