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a tercera entrevista del día para Meghan Remy (Chicago, 1985) va a ser, como se suele decir, “pan comido”. Su nuevo disco, “Bless This Mess” (4AD-Popstock!, 2023), el octavo de su carrera bajo el nombre de U.S. Girls, vio la luz el pasado viernes 24 de febrero y está lleno de adictivas melodías, giros arty e interesantes temáticas de las que charlar: de la gentrificación que tiene lugar en los barrios de las ciudades a las relaciones a través de los teléfonos móviles o un sentido homenaje a “Roy G Biv” (2009), el tema de They Might Be Giants. A lo que hay que añadir, además, el escenario en que nos recibe, videollamada mediante, que también añade interés a la conversación, siempre amena a lo largo de casi media hora. Con auriculares, pelo corto, suéter gris y una partitura en formato póster XL de un tema que su marido, el músico canadiense Max Turnbull, alias Slim Twig, escribiera junto a Michael Rault para el disco “Thank You For Stickin’ With Twig” (2015), el estudio que Remy tiene en casa le ha permitido grabar las nuevas canciones como lo haría un artesano: lentamente, en placenteros intervalos, sin presiones ni prisas.
Nada que ver con el álbum “In A Poem Unlimited” (4AD, 2018), donde veinte músicos grabaron en vivo las canciones, como la expansiva y psicodélica “L-Over”, cargada de arreglos y voces, con una Remy que, según reconocerá en esta entrevista, tenía que beber alcohol cada día para aliviar la tensión de semejante empresa y poder conciliar el sueño. Un proceso de grabación que, por otro lado, hubiera sido imposible para “Bless This Mess”: Remy grabó este trabajo estando embarazada por primera vez… y de gemelos. Un embarazo que tuvo lugar tras publicar “Heavy Light” (4AD, 2020), editado el mismo mes que se declaraba la pandemia en todo el mundo, y que con su atmósfera densa y calmada (presumiblemente) pudo ser una banda sonora perfecta para esas largas semanas de encierro
En el libro “Out Of Control. The New Biology Of Machines, Social Systems And The Economic World” (1994), Kevin Kelly, el cofundador de la revista ‘Wired’, biblia de la culture-tech, explicaba que el mundo que hemos creado se ha vuelto tan complejo que debemos volver hacia el universo del recién nacido para entender cómo manejarlo. Da la sensación de que nuestra protagonista ha vivido recientemente un recorrido parecido, desligándose de cierta tecnología y abrazando otras sensaciones no sabemos si más puras, pero desde luego más privadas y personales.
“Estuve seis meses preparándome para esas sesiones en vivo de ‘In A Poem Unlimited’; para los músicos que participaron no era un reto, porque están acostumbrados: son músicos de sesión”, explica nuestra protagonista. “Pero para mí era diferente. Tuve que aprender muchas cosas nuevas, como a respirar mientras cantas y grabas. Por cierto, ¿sabes que ese disco estuvo a punto de retrasarse hasta 2020? De ser así nunca hubiera podido hacerse. Lo pienso muchas veces… Fue increíble que al final se hiciera realidad, porque tras la COVID esa inocencia de estar juntos tanta gente en un sitio pequeño se ha perdido. Aquella experiencia me enseñó mucho sobre mí misma y sobre el significado de muchas personas trabajando juntas de forma simultánea, sobre el estar juntos. También tuvo su lado oscuro: me vi a mí misma bebiendo alcohol cada día para aliviar la tensión. No encontré otra manera: llegaba a la cama borracha y agotada y solo así podía dormir y descansar. Este disco, en cualquier caso, ha sido lo opuesto, algo mucho más íntimo. Y creo que se refleja cuando lo escuchas”, dice.
No le falta razón. Hablamos de una producción cálida, con toques funk y más electrónica que de costumbre. Hay texturas, pero menos barrocas. Además de que cada tema tiene sus colaboraciones ad hoc y los músicos van cambiando de uno a otro según los requerimientos musicales y líricos de las composiciones –la lista es extensa: Alex Frankel, de Holy Ghost!; Ryland Blackinton, de Cobra Starship; Roger Manning Jr., de Jellyfish y Beck; además de Marker Starling y Basia Bulat—, lo que hace entrever que hubo tiempo de reposo entre las grabaciones. Como curiosidad, también se percibe el cambio en la forma de cantar de Remy a medida que el embarazo avanzaba, porque el diafragma iba perdiendo espacio para respirar. Según ha confesado la propia artista, muchas tomas fueron grabadas con los bebés en el útero o en sus brazos. Incluso podemos escuchar al extractor de leche en el tema que cierra el disco, “Pump”. “Mi forma de escribir canciones es muy diversa. Algunas veces es un tema que me conmueve y me autoimpongo el reto de transmitir esa sensación en una canción en tres minutos. Melodía y letras suelen ir a la vez. A veces, alguien me da un par de notas y el título de algo y yo arranco desde ese punto. No hay una regla fija. Es como un camino esto de la música, y la idea es seguir avanzando…”, reflexiona.
Fue en 2015 cuando U.S. Girls alcanzó cierta notoriedad en la escena alternativa, aupada por un disco, “Half Free” (4AD, 2015), que conjugaba la mezcla perfecta entre pop experimental, una radiante voz y versos inteligentes que contaban originales historias. De inspiración retro (los grupos de chicas de los sesenta, el free jazz o la música disco), los críticos y el público valoraron la imaginación de unas canciones que, musicalmente, acababan siendo tan experimentales como accesibles sin apenas esfuerzo. La prestigiosa web de referencia ‘Pitchfork’ le puso un rotundo ocho al disco. Nada menos. El medio tiempo “Window Shades” –con estribillo y puente intercambiables, rítmica pero estática, un precioso tema sobre la obsesión que acaba pareciéndose al amor y que ya acumula más de cuatro millones de escuchas– se convirtió en la canción más icónica de sus directos. Ese fue su primer trabajo para el sello 4AD, pero antes Remy ya tenía experiencia editando por su cuenta y en sellos pequeños. Han pasado muchos años desde aquel momento clave en su carrera. Cierta ingenuidad se ha perdido y su narrativa se ha vuelto un poco más ácida pero también más veraz: la esclavitud laboral, el desengaño vital o la muerte ya encuentran hueco en sus canciones. “Con una canción en tu corazón, deberías saber encontrar el fin del arcoíris”, canta en “RIP Roy G. Biv”, añadiendo que ahora se ha dado cuenta de que “hasta un arcoíris tiene que morir”.
Uno de los temas nuevos incluidos en “Bless This Mess” se llama “Screen Face”. Dices versos como “mi cara en tu pantalla / tu pantalla en mi cara / esto no es una cita / ¿Qué nombre le ponemos?”. Mirándonos la una a la otra en este momento a través de una pantalla, ¿es esto una entrevista o no lo es?
(Risas). Esa canción está inspirada en algo que me contó un amigo, que estuvo “saliendo” con una chica que vivía a quince minutos de su casa y a la que nunca conoció en persona. Hacían videollamadas y veían pelis juntos. Esta historia me resultó fascinante, entonces el reto fue escribir una canción sobre los teléfonos. Un punto de partida para ello fue reflexionar sobre mi relación con las pantallas, que es muy complicada, supongo que como la de todo el mundo. Mira mi teléfono (muestra a cámara uno básico, con tapa). Sí, no tiene acceso a internet, pero lo relevante es que está aquí, a mi lado. Creo que todos estamos en esta situación en la que necesitamos tener cerca un instrumento que nos permita conectar con otros en cualquier momento. Lo positivo es eso: nuestra necesidad de estar conectados con otros y sentirnos seguros y amados. Con la pandemia o sin ella, seguimos teniendo dificultades para sentirnos amados y para conectar con otros e incluso con nosotros mismos. Tuve un smartphone, acabé muy enganchada a él, participando en comportamientos que siempre había criticado, y lo acabé tirando a una piscina. Literalmente. Si no, lo hubiera seguido usando. Tuve que romperlo para desligarme de él. Fue una decisión buena. Con el iPhone había dejado de leer libros. O leía mucho menos.
Pero obviamente esta tecnología de la que hablamos es muy útil para ti, porque te permite estar más alineada con tu compromiso ecologista y tu invitación a consumir menos, como cantas en “So Typically Now”, criticando a aquellos que “venden sus mejores cosas para comprar muchas más, nunca menos”.
Sí, sin duda este tipo de tecnología nos permite a los músicos ser más sostenibles y no tener que viajar para hacer entrevistas y así dejar menos huella de carbono. Recuerdo cuando cogía aviones para hacer entrevistas en persona y sentir esa energía. Me gustaba mucho. Sin embargo, también percibía algo en decadencia en todo ello. Totalmente innecesario. Tenemos que reflexionar sobre ello: no podemos coger un avión siempre que nos apetezca, es muy importante que dejemos de hacer esas cosas. Obviamente yo voy a seguir cogiendo aviones, pero hay que replantearse cada cosa que hacemos. Somos cómplices cada segundo de la destrucción del planeta. Yo me lo planteo siempre, pero no puedes dejar tu trabajo sin más. En mi caso, mi trabajo es también viajar y dar conciertos y entrevistas. Incluso si yo dejara mi trabajo como artista que viaja y encontrara otro, también estaría al servicio de otra persona que también genera huella de carbono de alguna manera. No hay salida. Creo que lo mínimo que podemos hacer es ser conscientes de ello, pensar en lo que hacemos, hablar de ello contigo ahora… No sé, es muy complicado.
Ahora vives en Canadá, un país con un estado de bienestar sólido y de mentalidad abierta e inclusiva. Pero si hubieras estado embarazada en Estados Unidos, el país en que naciste, el proceso hubiera sido muy diferente: no hay baja pagada por maternidad, por ejemplo. E imagino que cada visita al hospital es carísima, incluso teniendo un seguro.
Pensé mucho en otras personas embarazadas cuando yo lo estaba. En mis circunstancias, si esto me hubiera pasado en mi país todo hubiera sido muy complicado. Mis gemelos tienen casi dos años y aún les sigo dando el pecho. La cultura norteamericana no tiene interés en la mujer y en sus hijos. Es un claro “apáñatelas”. Esa es la filosofía que la gente tiene interiorizada. Y luego las facturas, como dices, porque teniendo gemelos las duplicarían. Hubo un período en que aquí, en Toronto, tenía que ir al hospital cada dos semanas para vigilar que todo iba con normalidad. Tuve asistencia y apoyo de una matrona, porque es un tipo de embarazo complicado. Eso hubiera sido inviable en Estados Unidos, donde podría haber llegado a costar medio millón de dólares. Otro asunto, además del embarazo o del parto en sí, es el tema de la lactancia. Hay muchas razones para prolongar la lactancia materna. Es una elección libre de la madre, totalmente, pero lo grave es que la mayor parte de la gente no lo hace por el trabajo, por no perder su empleo o dejar de cobrar el sueldo. La lactancia se ve como un tabú, un inconveniente, porque nos hace menos productivas. Reflexioné mucho sobre ello, de ahí la canción de título “Pump” (“Sacaleches”) que hay en el disco.
Has vivido en dos de las ciudades icono de la cultura hípster reciente, Portland y Toronto. La vida urbana parece el perfecto contexto para tus discos. O, desde luego, el fértil campo del que sacas inspiración.
Pensé mucho en las ciudades mientras estaba haciendo este disco, especialmente sobre dónde estaba yendo la gente a bailar cuando no se podía por la pandemia. Fue una verdadera catástrofe para todos. Pensaba: “Voy a hacer música de baile ahora que no hay dónde bailar”. Vivir en grandes ciudades es inspirador porque tienes acceso a todos los libros y películas que quieras, a gastronomía de todo el mundo y a relacionarte y colaborar con otros músicos como tú. Creo que aunque viviera en el campo mi música sería la misma porque escribiría desde la nostalgia de la vida urbana…
Con una carrera tan larga de quince años, ocho discos y hasta un libro de memorias, “Begin By Telling”, que publicaste en 2021, ¿cuál es la motivación para seguir escribiendo canciones? ¿Por los fans o precisamente lo contrario, para encontrar nueva gente interesada en tu forma de expresión?
Nunca pienso en alcanzar gente con mis discos… Eso lo pienso solamente con los directos. Hacer discos es la forma en la que trabajo como músico. Es una cosa personal y es mi profesión también. Mis sentimientos, mi proceso de crecimiento como ser humano. Por eso hago discos, esa es mi motivación. También tiene que ver con la inspiración, que va cambiando. Por ejemplo, este último álbum está influenciado por Billie Eilish y el feeling que me daba escuchar su música, porque siento que es una música del futuro, del ahora. Y lo hacen ella y su hermano, con pocos instrumentos MIDI y un ordenador. Eso me resultó muy excitante.
En cuanto a esa inspiración de la que hablas, hay más que la de Eilish en este disco. Puede decirse que tu música, de alguna manera, se ha vuelto más europea… Siempre reconociste tu admiración por Bruce Springsteen y su saxofonista, Jake Clemons, tocó en uno de tus álbumes. Pero algo ha ido cambiando. Por ejemplo, en “So Tipically Now” se nota que has estado escuchando a Daft Punk y el french touch.
Es una inteligente observación. En cuanto colguemos voy a decírselo a mi marido, porque se va a reír bastante. La prensa es peligrosa. Ellos crearon eso de que me gustaba muchísimo Bruce Springsteen y luego, claro, mi nombre artístico es “chicas de Estados Unidos”, así que se me asoció mucho con la cultura americana. He estado en este proyecto quince años. Y al principio es verdad que estaba muy influenciada por la habilidad de Springsteen para expresar con su voz emociones y la fuerza de sus letras. Ha llegado a ser más europeo también por mi marido, porque Canadá tiene más conexión europea.
U.S. Girls, sobre todo en los inicios, hunde sus raíces en el movimiento feminista riot grrrl de los años noventa. Pero el feminismo de ahora no encaja con el de entonces, ni con el que proyectas ahora en tus canciones.
Aquel movimiento fue capital en mi vida. Esos discos, su espíritu. U.S. Girls no existiría sin esas bandas. Ellas demostraron a las chicas que podíamos ser algo más que Diana Ross o Madonna, que podíamos coger una guitarra y tener una banda y todo lo demás. Leí el otro día un artículo sobre Tobi Vail, que fue batería de Bikini Kill. Les debo muchísimo. Nos enseñaron que era posible tener el control de los medios de producción en la música… Pero es verdad que el feminismo con el que ahora me siento conectada es diferente. Las mujeres ya no tienen que imitar a los hombres, sino tener su lugar en la sociedad siendo ellas mismas, sin imitar. Para mí fue muy importante la portada de este disco, donde aparezco embarazada. La maternidad es algo que conecta a todos los humanos y culturas, por eso, para mí, es parte del feminismo que me identifica. ∎