Álbum

Hatchie

Giving The World AwaySecretly Canadian-Popstock!, 2022

Con su esperado segundo álbum, la gran promesa dream pop Harriette Pilbeam, alias Hatchie, confirma todo lo bueno apuntado en “Keepsake” (2019), es decir, su capacidad para emular con gracia a The Sundays, los Cocteau Twins más accesibles (el propio Robin Guthrie remezcló su single de debut “Try”) o los estilizados New Order de “Republic” (1993); ese olfato melódico simplemente indiscutible; o una pasión que convierte en material inflamable lo que pudieron ser tan solo brillantes ejercicios de estilo.

En este primer disco para Secretly Canadian, ella sigue luciendo con orgullo sus ensoñadoras influencias de los últimos 80, primeros 90: en el fabuloso single “This Enchanted”, esos bramidos de feedback (sobre todo el del último estribillo) son puro My Bloody Valentine época “Loveless” (1991). Detalles rugientes como estos marcan la diferencia respecto al debut: aunque el nuevo disco tiene sus momentos de dream pop dulce, el sonido puede ser también más denso, valiente, sofisticado. La responsabilidad es, en parte, del productor Jorge Elbrecht, maestro nunca bien ponderado del shoegaze; como sociedad fallamos a su grupo Violens (qué glorioso disco “Amoral”, de 2010) dejando que lo dejaran. Él mismo reclutó a James Barone, batería de Beach House, para dar imaginación y carnosidad a las partes percutivas de “Giving The World Away”.

“This Enchanted” forma doble nocaut inicial con “Lights On”, arranque a lomos de guitarras marca Cocteau Twins, rotundas secuencias de sintetizador y un claro guiño en la recta final a la batería del “Kiss Them For Me” de Siouxsie And The Banshees. La canción gira en torno a una relación cuya gracia reside en el secretismo, pero ese estribillo no debería ser secreto, sino dominar los supermercados. No es el único del disco con verdadero potencial mainstream: también están los de “Don’t Leave Me In The Rain”, en la que Pilbeam suena primero a Liz Fraser y después a Miley Cyrus, y sobre todo “Quicksand”, emotiva bomba dance-pop compuesta con Dan Nigro antes de que este produjera y cocompusiera el “drivers license” de Olivia Rodrigo.

La pandemia obligó a Pilbeam, como a todo el mundo, a hacer análisis de sus decisiones vitales y a enfrentarse más de lo habitual a cuestiones que en días más agitados se podían barrer debajo de la alfombra. Ella aprovechó para repararse en lugar de resquebrajarse del todo; mirar de cara a sus ansiedades en lugar de compartimentarlas en un rincón de su cabeza. De ese espíritu de depuración nacieron canciones como “Take My Hand”, inspirada por la respuesta de Nick Cave (búsquenla en la clásica web Red Hand Files) a una adolescente con problemas de imagen corporal, o la más movida, ya desde el título, “The Rhythm”, himno de autoestima cuya parte final se basa en una especie de sonido Madchester ralentizado y fangoso. Cuesta creer que una artista así de poderosa, de versátil, de exploradora, se sintiera (e incluso quizá todavía se sienta) tan pequeña. Hatchie es grande. ∎

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