Recordando ahora su actuación en Benicàssim 98, puedo definir mucho mejor la impresión que me causaron las canciones de
“Is This Desire?” que interpretó
PJ Harvey. Fue una sensación en bitono, no exactamente en blanco y negro, mezcla de frialdad y confidencialidad aunque sin contrastes bruscos. Todo parecía formar parte de un mismo clima, como un invierno cálido pero sin luz donde el frío no se hace notar y los colores apenas existen, apagados bajo un cielo siempre encapotado. Podía imaginarla pegada a mí y, a la vez, absolutamente extraña, distante, como si todo lo que intentaba transmitir no tuviera nada que ver con ella. Al escuchar esas canciones por primera vez, y en directo, pensé inmediatamente en
“Rid Of Me” (1993). De repente, parecía como si
“To Bring You My Love” (1995) quedara obviado como una anomalía, como una salida de tono totalmente superada. Se está saltando el carnaval de las almas perdidas, la premeditada teatralidad de su período rojo. Vuelve al blanco y negro brutal para matizarlo desde la distancia y barnizarlo con la sobriedad de una madurez asumida y reflexiva.
Quizá me haya dejado llevar por la vanidad, pero su nuevo disco me ha confirmado aquel atropello de sensaciones que tuve en Benicàssim. Primero ese clima de pureza marchita, denominador común de todo el álbum. Después la extraña combinación de proximidad y distancia: confidencias regaladas en tercera persona (¿privilegio de la madurez?), puestas en boca de Joy, Angelene, Joseph o Catherine. Y, por supuesto, la aparente austeridad de la música, en efecto, presentada como la estilización reflexiva de la producción de Steve Albini para “Rid Of Me”, del mismo modo que
“4-Track Demos” (1993) era su lectura primitivista. Digo aparente porque, aunque no se trata del alarde pirotécnico de “To Bring You My Love”, tampoco es un disco sencillo armado con cuatro elementos. Si como dice PJ Harvey, no es un trabajo realizado básicamente en el estudio, sino producido partiendo esencialmente de las
demos previas, la conclusión no puede ser otra: esas maquetas no eran simples bocetos de guitarra y voz, y todos los arreglos y detalles ya estaban implícitos en ellas.
De ahí surge una textura sugerida por el trip hop herrumboso del Tricky menos apocalíptico en
“My Beautful Leah”,
“The Garden” o
“Joy”; por el Nick Cave de las baladas en
“Angelene” o
“The River”; por la intangible pátina de Barry Adamson difuminada aquí y allá, y, repito, por el constante recuerdo de “Rid Of Me”, una luz indirecta que se proyecta sobre todo el disco, y alumbra con fuerza
“Is This Desire?” –la canción– y
“The Sky Lit Up”. Más sugerencias que comparaciones, porque a estas alturas resulta indiscutible que PJ Harvey es incomparable, incluso cuando, probablemente de manera inconsciente, empuja
“A Perfect Day Elise” desde un ritmo “inspirado” en Cop Shoot Cop y lo resuelve dialogando sensualmente con el bajo al estilo de Girls Against Boys para completar uno de los singles más claros del disco.
Confirmación de sensaciones al margen, me permito señalar “Is This Desire?” como el mejor álbum de PJ Harvey, justo por encima de “Rid Of Me”. Podemos discutirlo. A ella no le importará. ∎