Álbum

Sierra Ferrell

Long Time ComingRounder-Concord-Universal, 2021

Los discos de género –y este lo es: según se quiera hilar de fino, de country o de bluegrass–, esos que se rigen por un patrón formal de casi sota, caballo y rey, los que se ciñen a tal o cual genoma no muy alterable, se han convertido de un tiempo a esta parte, desde que nos la han colado con el café torrefacto y la mezcla por la mezcla sin ton ni son, en un terreno de arenas movedizas. Porque para defender lo genuino de un género contra tanto avalancha de mestizaje low cost hay muchos que ofrecen tocino rancio. Caduco. El que amarga. Y otros, solo un mal fiambre.

Y luego está gente como la estadounidense Sierra Ferrell, que regala atemporal jamón pata negra, que es a lo que sabe este estreno suyo en Rounder Records, el fantástico “Long Time Coming”, que sin ser su primer disco –pues antes se ha autoeditado “Pretty Magic Spell” (2018) y “Washington By The Sea” (2019)– sí la está presentando ante el mundo como si fuera su debut oficial. Oficial y tremendo, porque es algo así como una bomba rotodinámica que expulsa excelente música de raíz norteamericana desde una tubería conectada a pozos con ochenta (y hasta cien) años de profundidad. Para geoposicionarla más, decir que ella vive en la encrucijada montañosa donde el corazón bombea country y el cerebro, jazz.

Tras una etapa en plan buscavidas –según su biografía–, donde anduvo de música callejera, un poco a lo Huckleberry Finn, desde su Virginia natal hasta Nueva Orleans y Seattle, dándole bastante a lo de viajar en trenes de aquí para allá sin pasar por taquilla y a la militancia en el underground roots (en bandas como Cowpokes, Ladies On The Rag, Pretty Shady Stringband o 600libs Of Sin), va ahora y suelta este puñetazo sobre la mesa, una tarjeta de presentación worldwide con doce canciones que suenan como aquella frase de la película “Río Bravo”: son lo suficientemente buenas como para no tener que demostrarlo. Se ha acompañado en la grabación de un all stars de lo suyo, con nombres jóvenes, como Billy Strings y Sarah Jarosz, y otros veteranos, caso de Dennis Crouch, Jerry Douglas y Tim O’Brien. El resultado: una moderna y personal interpretación (que no reinterpretación), ágil, temblorosa y sutil, de lo que en 2007 Alison Krauss y Robert Plant inyectaron al mainstream con los seis Grammys del disco “Raising Sand”. De hecho, ambos discos han salido del mismo estudio de Nashville, Southern Ground And Minutia, y del mismo sello, ese Rounder con quien Sierra firmó hace dos años contrato para tres álbumes. Ya está tardando el par que falta. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados