Es indiscutible que Steve Lacy tiene un olfato especial: sus trabajos siempre han coqueteado con los Grammy, desde The Internet hasta sus producciones para Kendrick Lamar o Solange, pero también ha sabido mantenerse con ese aura underground que le da su pasión por el lo-fi y los sonidos más alternativos que se despliegan por prácticamente todo el acerbo de la California sureña, desde el rock hasta el hip hop y deteniéndose especialmente en el soul, el R&B, el funk o la psicodelia. Es una fórmula que está relativamente estandarizada en EEUU y con la que es fácil acercarse al mainstream, a ese mainstream cool que capitaliza la letra mediana de Coachella. Más cuando Lacy toma la decisión consciente de evitar brumas jazzísticas y electrónicas como las de Devonté Hynes o indagaciones más conscious como las de Solange o Kendrick Lamar y acercarse al indie de guitarras, desde la autenticidad rasposa de Mac DeMarco hasta la brillantez de los Vampire Weekend.
Pero el joven de Compton, que todavía no ha cumplido los 25 años, se resiste a la complacencia y ha tenido que ser TikTok la red social que dispare su popularidad hasta llegar a conquistar los puestos más altos de las listas de éxitos: en 2021, su tema “Dark Red” –una de sus primeras demos de 2017– se hizo viral en la plataforma china, allanándole indiscutiblemente el camino a este nuevo trabajo; hoy el éxito del sencillo “Bad Habit”, su primera entrada en el top 10, no se entendería sin esto y ni aun así se acerca a la mitad de reproducciones. Lo sabe: como recuerda en “Mercury”, que supuso la presentación en sociedad de “Gemini Rights” y en la que flirtea con la bossa nova, han cambiado muchas cosas desde 2017 menos las putadas que nos hacemos a nosotros mismos. Ya no tiene esa sensación de que algo malo está a punto de sucederle porque surfea una apacible ola de éxito, pero se ha comprado un Panamera para llenar el vacío en el que todos andamos un poco suspendidos. Unos nos vamos de vacaciones a Menorca y otros se gastan la pasta en cochazos o –citando “Static”– se dan a la ketamina y la promiscuidad; cada uno flexea como puede.
La sensación que queda después de escuchar “Gemini Rights” es que el vacío que siente Lacy está provocado generalmente por fracasos románticos y por una experiencia frustrante del difícil cóctel que forman el sexo y el amor: “Buttons” va sobre mostrarse vulnerable y que te den la hostia, “Sunshine” sobre recalentar un viejo amor; en “Give You The World” se muestra arrepentido y en “Amber” derrotado por el amor perdido. Escribe con honestidad, poniéndose incluso sonrojadoramente explícito mientras la instrumental nos recuerda a un cruasán con aguacate enfrente del mar –atentos a “Cody Freestyle”–, pero da vueltas sobre los mismos temas en el mismo mood depresivo. Y esto se traduce en una cierta incapacidad para seguir hacia delante en sus letras que contrasta en todo momento con la libertad que se siente correr por todo el apartado musical.
Esta oposición de conceptos relacionada con la personalidad ambigua y cambiante de los géminis es otro de los temas que deja entrever “Mercury” y que sirve para vertebrar el disco. Lacy lo trata bien para reconocer sus propios defectos, bien para escudar lo más oscuro de su personalidad, y hay algo inteligente en cómo maneja la ambivalencia de sus “veintitrés caras” (“You think I’m two-faced, I can name twenty-three”) . Y aunque en general haya una cierta sensación de bucle cuando uno escucha “Gemini Rights”, también es cierto que está salpicado de momentos y detalles memorables, como la melodía de “Static”, el febril final de “Helmet”, la propia “Mercury”, la intro de “Buttons”, el estribillo delicioso de “Bad Habit” y que tenga algo de skate bombeando por sus venas, el sample de la banda sonora del “Minecraft” en “2Gether (Enterlude)”, los sintes de “Cody Freestyle”, el solo de guitarra de “Sunshine” o el rollo Prince de “Amber” y “Give You The World”.
El segundo disco del también miembro de The Internet, que supone además un temporal alejamiento de sus métodos lo-fi y su primera grabación en un estudio en condiciones, es, en fin, un estupendo croma para las ansiedades del californiano con varias frases notables –“Sayin’ «My ex» like my name ain’t Steve / Gave you a chance and some dopamine / Safe to say, after me you peaked / Still’ll give you dick anytime you need”, por citar alguna–, mucha imaginación en su forma de afrontar una efervescente psicodelia teñida de soul y recubierta de funk derretido al sol californiano, y un evidente enquistamiento temático. ∎