A las puertas de un show al frente de unos Culture Club reformados en 2014, un híbrido entre el concierto socialmente distanciado y el stream global, el 19 de diciembre desde Londres, a Boy George la ilusión se le oye. En la hora de conversación que mantenemos, habla con tanto entusiasmo que lo hace medio a gritos, y se ríe mucho, y mucho de sí mismo. Como si la madurez –cumplirá los 60 en 2021– hubiese redirigido hacia él el veneno que, según el maravilloso primer volumen de su autobiografía, “Take It Like a Man” (Harper Collins, 1995, coescrita con Spencer Bright), salía de su lengua viperina a finales de los 70 y principios de los 80, cuando se convirtió en una celebridad, primero en la escena underground de Londres, y después en todo el mundo.
Y se ríe a carcajadas cuando, a propósito del halago de la modernidad de la agenda política del videoclip del hit “Karma Chameleon” (1983), protagonizado por un grupo interracial de hombres y mujeres y un hombre blanco de mediana edad ejerciendo de villano, él se mofa de lo absurdo de la trama. “¡Esos videos antiguos! Cuando los vuelves a mirar, dices: ¿¡¿Por qué hice esto?!?”.
En estas casi dos décadas Boy George ha conocido el éxito –musical, con su cover de “The Crying Game” (1992), producida por Pet Shop Boys; literario, con los dos volúmenes de sus memorias, el segundo “Straight” (Century, 2005, coescrita con Paul Gorman); televisivo, como juez de “La Voz” en el Reino Unido y Australia (2016-2020)–, pero también la adversidad –problemas con las drogas y con la justicia, llegando a cumplir condena en prisión–. Pero ni una pandemia es capaz de afectar su optimismo. Comprobadlo.
Estás atendiendo esta llamada en el estudio. ¿En qué estás trabajando?
Disfruto escribiendo. Los dos últimos años he vuelto a componer mucho. ¡Tengo como para seis o siete álbumes! Así que he decidido que voy a empezar a publicar, sin ninguna lógica necesaria. He trabajado con un montón de gente distinta. He hecho una canción con el rapero israelí Asaf Goren y he colaborado con Kim Wilde, que la adoro. Lo que ha cambiado, para mí, y no querría sonar arrogante, es que soy mejor en lo que hago.
¿Cómo abordas el concierto con distancia social del 19 de diciembre?
Es un reto interesante para los artistas tener que cambiar la manera como nos comunicamos con el público. Pero disfruto con el reto. Me gusta pensar en mí como un intérprete auténtico, conectar con la gente de manera emocional, provocar sentimientos. Si tienes el carisma suficiente, nada te impedirá llegar a la gente. Puede salir bien o... ¡puede ser un auténtico desastre! Pero la mayoría de la gente se pasa el día delante de una pantalla, ¡así que no es tan raro! Puede ser bastante encantador ver un concierto online: lo puedes hacer en pijama.
¿Crees que echarás de menos la energía del público?
La música necesita a la gente, pero si ahora mismo esta es la única manera en la que podemos vernos, intentémoslo. Cuando regrese la normalidad espero que la gente se tome un tiempo para darse cuenta de todo lo que hemos echado de menos. Mirar alrededor, la gente, cómo visten, cómo huelen, el ruido del backstage, tener un show de gira… Por eso estoy tan emocionado con este concierto, ¡porque lo echo tanto de menos!
Cuando reformasteis Culture Club en 2014, ¿por qué era imprescindible para ti sacar música nueva?
¿Cómo puedes saber quién eres ahora si no haces música nueva? ¿Y de qué sirve un grupo si no hace música? La nostalgia es maravillosa, pero también es limitada sobre lo que puedes aprender del presente. Aunque la música que estamos haciendo está arraigada en la nostalgia de los 80.
¿El repertorio del concierto abundará en los temas de vuestro último álbum, “Life” (2018)?
En el concierto habrá muchas canciones que la gente conocerá. ¡Solo queremos dar un poco de alegría! ¡Necesitamos un poco de amor! Y un poco de optimismo. Yo soy una persona bastante optimista, y eso no ha cambiado. Si una cosa sé es que me encanta trabajar, sentirme ocupado. Si no estoy haciendo nada me siento redundante.
Has sido juez de “La Voz” durante los últimos 5 años. ¿El punk adolescente que fuiste en los 70 se habría imaginado alguna vez en ese rol?
Es un momento interesante en mi vida para ejercer este rol porque ¡nunca antes he sido menos criticón! ¡Si lo hubiera hecho a principios de los 80, habría sido un escándalo! Me he hecho más amable. Aún me enfada la música mala, y lo poco creativa que es la industria de la música. ¡Hay tantas reglas, es tan rígida!
Llevas más de 40 años en esta industria. ¿Qué te hace continuar?
Siempre tienes que volver a preguntarte qué te hace sentir la música. Cuando salgo al escenario siempre asumo que tengo al público de mi lado. Quizá hay parte del público que no saben qué pensar de mí, o que tienen alguna idea preconcebida de hace mil años. Parte de la diversión de ser un intérprete es romper con la idea que el público tiene de ti. Como artista, mi misión personal es alterar estas ideas ridículas sobre mí que hay en el mundo. ¡Hay gente que piensa que llevo durmiendo desde 1984!
David Bowie fue una gran influencia para ti. Su interpretación de “Starman” en prime time en 1972, en el programa “Top Of The Pops” de la BBC, tuvo un gran impacto por cuestionar los roles de género. ¿Te inspiró a ti?
Lo que Bowie hizo por mí cuando era un adolescente fue permitir que me sintiera menos solo. Me habían insultado desde pequeño, me habían llamado maricón, queer… Y de pronto alguien sale y te dice: lo que tú eres es tan válido como lo que son el resto. Y fue maravilloso, porque había oído cosas horribles sobre lo que era, incluso antes de saber que lo era.
¿Cómo recuerdas la reacción al debut de Culture Club en el mismo programa en 1982?
Creo que fue una continuación de lo que Bowie hizo, ¿no? Creía que podía hacer lo que quisiese y vestirme como me diese la gana. ¡Era tan inocente! Creía que podía cambiar el mundo. Ha habido increíbles mejoras respecto a la sexualidad, al género, al racismo. Pero queda mucho por hacer. Antes era muy cínico. Decía que no había cambiado nada. Pero al ir haciéndome mayor, me doy cuenta que ya no podrían decirme lo que decían sobre mí en 1984, ya no podrían escribirlo. La gente de mi generación somos tan duros porque nos pegaron nuestros padres, nos pegaron en la escuela… Crecimos en una sociedad muy física, con gente enfadada, racista, homófoba, misógina… y a nadie le escandalizaba.
La manera como te vestías te comportaba un riesgo físico. ¿Por qué era tan importante para tí?
Cuando tienes 16 años, sientes que tienes derecho a ser quien quieras ser. ¿Por qué tendría que importarle a otra gente? Nunca he entendido por qué les tenía que preocupar tanto. Pero ya no valoro a alguien por su apariencia. No me malinterpretes: me encanta la ropa. Pero no importa cuanto maquillaje lleves o cómo de normal sea tu aspecto. El alma de una persona no se revela hasta que hablas con ella.
Pero tu apariencia fue tu ascensor social. Primero fue tu look y después tu carrera musical.
Fue el conjunto. Si piensas en un artista, no puedes separar a la persona de la imagen que proyecta. Hay gente que de joven se disfraza y de mayores visten normal, se casan, y nunca dirías que un día fueron salvajes. Y luego hay gente como yo, ¡comprometida con la causa! ¡Somos exhibicionistas comprometidos!
Tú y tus amigos creabais vuestros looks con ropa de segunda mano. Hoy hay artistas jóvenes que se gastan un dinero que no tienen en ropa de marca.
Hay una gran diferencia entre el estilo personal y la moda, que sobre todo se trata de vestir dinero. No estoy en contra de la ropa de diseño, pero es mucha presión hipotecar tu existencia por un bolso. No es especialmente inspirador. La tecnología ha permitido a mucha gente hacer discos, pero luego hay gente que está usando esta tecnología para hacer la misma canción una y otra vez. Con la moda pasa lo mismo.
¿No te gusta la música actual?
Soy quisquilloso con lo que me gusta y lo que no. La mayoría de lo que me gusta está inspirado en el pasado. Al final, siempre se trata de la canción: la letra, la melodía… Esta mañana estaba twitteando sobre Bob Dylan. Su álbum es número 1 y no lo han nominado a los Grammy. La discriminación por edad prevalece en el negocio de la música.
¿Tu apariencia andrógina fue clave para que pensaran en ti para cantar la versión de “The Crying Game” en la banda sonora de la película de Neil Jordan de 1992?
Al cien por cien. Un montón de veces me han pedido algo por este motivo y he pensado: ¿están locos? Pero en “The Crying Game” todo fue perfecto: me encantó cantar la canción, trabajar con Pet Shop Boys… Disfruté mucho formando parte de ese proyecto, es una gran película.
Hay una película sobre tu vida en preproducción, escrita y dirigida por Sacha Gervasi (el mismo director de “Anvil. El sueño de una banda de rock”, 2008). ¿Qué sensaciones te produce?
Es halagador. Espero que sea buena. Espero que sea lo más realista posible, que me haga justicia. Como decía, hay mucha gente que tiene una idea de mí que no tiene nada que ver con quien soy. Quizá tengo que aceptar que esta idea sobre quién soy es más grande que la realidad sobre quién soy; que la gente no tiene por qué invertir tiempo en saber quién soy. Creo que Sacha es un cineasta maravilloso, que hará algo entretenido y que hará reír a la gente, quizá también llorar. Pero mejor tengamos esta conversación después de ver la película.
¿Y también te parecería halagador que Sophie Turner (“Juego de tronos”) hiciese de ti, tal como se ha rumoreado, aunque sea una mujer?
A mí no me importaría. Cualquiera que me interprete y lo haga bien hasta el punto de que me haga decir “Oh, Dios mío, si soy yo” sería fascinante. No quiero pensar “¿quién es esa persona?”. ∎