Teatre Coliseum (Barcelona), 28 de abril. ¿Juerga flamenca? ¿Rave entre pasos de Semana Santa? ¿Navajazos electrónicos y sevillanas por drum'n'bass? Llegaron Califato ¾ a validar su condición de insospechado fenómeno y acabaron poniendo el Coliseum del revés con su atropellado cóctel de tradición andalusí, electrónica robusta y guasa irreverente.
Hay un momento en “Crock Of Gold”, el fabuloso y muy recomendable documental de Julien Temple sobre Shane MacGowan, en el que el cantante e ideólogo de los Pogues resume la naturaleza artística de su banda de la manera más prosaica posible. Esto es: como una patada en el culo de la tradición musical irlandesa. Así de simple. Pie, posaderas y todos alzados con una pinta en la mano. Algo parecido, por no decir casi idéntico, ocurre cuando Califato ¾ se infiltran en la tradición musical andalusí y, coz en el culo mediante, la envían de paseo por un siglo XXI generoso en injertos estilísticos, remezclas insospechadas y maridajes que podrían acabar fatal pero que, en manos de los sevillanos, han dado pie a un fenómeno fuera de lo común.
Un fervor desmadrado que campó anoche a sus anchas en el Teatre Coliseum de Barcelona en la presentación de “La contraçeña” (Breaking Bass, 2021), disco con el que los andaluces vuelven a las andadas y, además de colarse en una rave con un paso de Semana Santa a cuestas, redoblan la juerga, la guasa y también la reivindicación de “Puerta de la Cânne” (Breaking Bass, 2019). Noche grande, pues, y entradas agotadas desde hace días para la segunda sesión musical de las Nits del Coliseum. En el menú, rap y sevillanas; bulerías y drum’n’bass; navajazos electrónicos y melodías de resistencia de hoy y de antes.
A tortas con los estereotipos y el eterno sambenito del PER y los subsidios, Califato ¾ se arrancaron con el machete entre los dientes y un buen arsenal de tópicos minuciosamente dinamitados mientras enlazaban la abrasión instrumental “Indiô del çûh” y los beats mutantes de “Çambra del Huebê Çanto”. Por delante, dos horas de febriles diálogos estilísticos, idas y venidas por los márgenes de la cultura popular y aparatosas sacudidas entre tradiciones aparentemente enfrentadas. A ratos, es cierto, el alambre es demasiado fino para tanto equilibrismo y la electrónica se queda un tanto atascada en el breakbeat noventero, pero si algo saben hacer los sevillanos es montar una buena juerga. Un desmadre a la sevillana que acabó con el Coliseum del revés y los acomodadores con cara de pasmo mientras el público perdía la cabeza con “Crîtto de lâ nabahâ” y “Ruina”. Así que, a pesar de un sonido por momentos ininteligible (en los pisos superiores) y del barullo psicodélico de “En bûcca y câttura”, del anticlímax de “Ecô der dormio” y de que, en fin, Califato ¾ piden a gritos una sala o la madrugada de un festival y no un teatro, los andaluces salieron a hombros y por la puerta grande.
¿Momentos estelares? Unos cuantos: el rodillo techno-rumba de “Te quiero y lo sabes”, la aparición de Queralt Lahoz sobre el escenario para llevar aún más alto la espléndida “Tó ba a sali bien mamá”, el cante a chorro de Rosana Pappalardo entre la jungla electrónica de “La puerta”, el quejío de Tremendo en “Çoleá pa tu mare”, la hipnosis mística de “Pascual Márquez 33”, la musculosa reivindicación de “Camelamô naquerâh”, la rave morisca de “La bía en roça”... Entre jaleo de palmas, juerga electrónica y sevillanas recién salidas del desguace, entre samples y cornetas, cayó casi todo “La contraçeña” y quedó claro que, a pesar de algunos momentos de confusión sonora y, si me apuran, también estética, los sevillanos se han hecho fuertes en la teoría de la patada en el culo de la tradición musical y la aplican con gran denuedo y asombrosa efectividad. Solo faltó que la gente pudiera levantarse a brindar. ∎