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Codeine, ahora: Engle, Immerwahr y Brokaw. Foto: Daniel Bergeron
Codeine, ahora: Engle, Immerwahr y Brokaw. Foto: Daniel Bergeron

Entrevista

Codeine, parálisis y emoción

Con motivo de la reedición en vinilo de los –a día de hoy míticos– discos del grupo neoyorquino, hablamos con Chris Brokaw, batería y guitarrista de la formación en su primera y más definitoria etapa. El inquieto músico rememora los inicios del trío, su búsqueda de un sonido particular y las condiciones y actores de la escena alternativa de esos años. Reflexiona, además, sobre el significado actual de esa música, el proceso de recuperación de grabaciones perdidas y el momento presente del grupo, que acaba de terminar una gira europea para celebrar el regreso a las estanterías de sus álbumes.

20. 09. 2023

Cuando en 2012 la discográfica especializada en reediciones Numero Group se embarcó en su progresiva conversión en líder indiscutible de la mirada retrospectiva a los noventa –mediante la publicación de una enorme caja de material conocido y desconocido de Codeine titulada “When I See The Sun”–, ya existía una firme narrativa histórica sobre la importancia de esta breve formación estadounidense, activa entre 1989 y 1994. En el ámbito periodístico, el trío es retratado como pionero del slowcore, aunque nada parecía tan evidente en el momento de los hechos. La perspectiva que adopta Chris Brokaw es, por supuesto, puramente subjetiva: “Tiendo a verlo como un proceso muy personal, que radica esencialmente en mi experiencia de conocer a John y Stephen, aprender de ellos y junto a ellos un montón de cosas sobre la interpretación y encontrar formas de construir y deconstruir la música rock”. Brokaw se refiere así a sus compañeros de grupo John Engle (guitarra) y Stephen Immerwahr (bajo y voz).

Aunque en las siguientes décadas el por entonces batería participaría en multiplicidad de proyectos de distintos tipos –Come, Pullman, Dirtmusic o The New Year–, Codeine fue su primera inmersión profunda en las dinámicas de un grupo, algo que resume como una temporada de aprendizaje: “Dedicamos mucho tiempo a descubrir cómo queríamos diseñar esas canciones y ese proceso de separar elementos y volver a ensamblarlos era algo muy nuevo para mí, que además influyó en mi forma no solo de tocar, sino también de escuchar música”. Afirma que ni se plantea ni le preocupa qué sitio ocupa Codeine en el imaginario popular: “No soy del todo consciente de cuál es el relato consensuado que se cuenta al respecto. La gente puede decir lo que quiera, no puedo argumentar que debería ser percibido de una manera u otra”.

Dejando a un lado su categorización o descripción, lo cierto es que el sonido del trío resultaba muy singular en la época, por lo que parece interesante indagar sobre sus antecedentes espirituales: “Teníamos algunos gustos en común”, explica Brokaw. “A todos nos gustaba Joy Division. Dudo que alguien pueda oír a The Fall en nuestros temas, pero también fue una influencia importante para los tres”. Recuerda, además, que el título de su primer álbum, “Frigid Stars LP” (Sub Pop, 1990), está extraído de letras del grupo mancuniano. La elección de Codeine como nombre también fue indicativa de la tipología de atmósfera que querían evocar: “La estética estaba parcialmente formada en el inicio del grupo, pero la fuimos moldeando a medida que tocábamos más”. Admite, por ejemplo, que la cara A de ese primer LP todavía los captura en un estado semiembrionario. No fue hasta unos meses después, al grabar la otra cara, cuando lograron “cristalizar” cómo querían sonar.

Chris Brokaw, Stephen Immerwahr y John Engle en 2012. Foto: Michael Galinsky
Chris Brokaw, Stephen Immerwahr y John Engle en 2012. Foto: Michael Galinsky

Por lo visto, el nombre del grupo se adecuó instantáneamente a la música que interpretabais. ¿Cómo dirías que llegasteis a ese sonido?

A los tres nos interesaban, evidentemente, formas distintas de contención, de comedimiento. Y eso era en parte una reacción a lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor en el circuito alternativo, que en su mayoría implicaba un incremento progresivo de la intensidad seguido de una gran explosión o catarsis. Decidimos que nosotros iríamos por otros derroteros. Creo que es una música que contiene elementos de parálisis, tanto física como emocional, y es en este sentido como conecta con el nombre del grupo. No sé cuán conocedora es la gente de los opiáceos, pero la codeína no es una droga muy divertida que digamos. Si ingieres mucha, te invadirá un sentimiento de parálisis que no es exactamente placentero. Es decir, el nombre es una referencia muy específica, no es algo que decidiéramos al tuntún. Tenía sentido considerando las características de nuestra música.

Más allá de la naturaleza lenta y medida de los temas, lo cierto es que la música de Codeine sigue resultando muy pesada, en el mejor sentido de la palabra. ¿Erais conscientes de esa pesadez que quizá os acercaba a ciertos tipos de metal?

Creo que la única música pesada comparable en ese momento de la cual éramos conscientes era la de Swans. Aunque tampoco diría que ninguno de nosotros fuéramos fans acérrimos, sí es algo que teníamos en mente. A Stephen y a mí nos molaban mucho Flipper; tienen algunas canciones más lentas y repetitivas que no distan mucho de lo que hacíamos. Mucho después descubrí estilos y bandas de esa época con las que compartiríamos sonido en parte. Por ejemplo, Eyehategod. Años después me hice amigo del cantante y me comentó que los de su grupo eran muy fans de Codeine. Ellos estaban haciendo algo incluso más lento y pesado por esa misma época. Pero nosotros no estábamos nada sintonizados con los circuitos de doom o sludge.

“La codeína no es una droga muy divertida que digamos. Si ingieres mucha, te invadirá un sentimiento de parálisis que no es exactamente placentero. Es decir, el nombre es una referencia muy específica, no es algo que decidiéramos al tuntún. Tenía sentido considerando las características de nuestra música”
Chris Brokaw

Si revisamos la trayectoria del grupo, parece que manteníais una buena relación con Bastro y Bitch Magnet, cuyos miembros colaboraron en vuestros discos. ¿Eran vuestros pares?

Los dos grupos que mencionas eran nuestros amigos. Aunque a primera vista tampoco compartíamos tanto en lo musical, sí diría que eran espíritus afines. Especialmente cercana era nuestra relación con Sooyoung Park (de Bitch Magnet y luego en Seam), una persona que básicamente posibilitó que yo conociera a Stephen y John. También hacíamos muy buenas migas con Unrest, una banda que nos encantaba y de la cual hicimos un par de versiones. Creo que todos admirábamos a Slint, a los que luego conocimos personalmente; su uso de la contención, su delicadeza y su nivel de concentración era algo que valorábamos. Y, por otro lado, Stephen y yo éramos muy fans de The Jesus Lizard, una banda que no sonaba para nada como nosotros. Incluso nos planteamos que Codeine versionara su canción “Pastoral”, pero a John le pareció demasiado complicada la parte de la guitarra y pasó de aprenderla. En resumen, sí había algunas bandas que sentíamos afines, pero tampoco tantas. Hay otras con las que tocamos bastante, como Sleepyhead, Love Child, Beat Happening o Sebadoh, pero eran simplemente colegas.

Mencionas a Beat Happening, con quienes compartíais sello. Erais, junto a ellos, de las poquísimas bandas de Sub Pop que no podrían clasificarse como grunge. ¿Os sentíais identificados con vuestra discográfica?

Bueno, éramos fans del sello, reconocíamos que tenía mucho caché e influencia, la gente se fijaba en lo que publicaban y gozaba de una buena distribución. Stephen creció en Seattle, así que para él tenía un significado especial. Aparte de lo que mencionas del grunge, fuimos la primera banda del sello, antes de Rein Sanction, que no era del noroeste del país. Entiendo que esto pudiera resultar sorprendente. Cuando hicimos nuestra primera gira europea mucha gente no sabía quién o qué éramos, y recuerdo algunos bolos en los que nos llegaba público un tanto perdido: veían el rótulo de Sub Pop y pensaban que seríamos como Mudhoney o algo así. Algunas noches las caras de desconcierto y decepción eran patentes, y en una ocasión, en Austria, casi pensamos que nos iban a echar del escenario. Curiosamente, también fuimos la primera banda de indie rock que fue sujeta a una retrospectiva importante en Numero Group, así que hemos vivido dos veces esa misma experiencia de meternos en discográficas muy icónicas y trastear con sus identidades. En ambos casos fue bastante peculiar.

Codeine en 1990: el éxtasis de la lentitud. Foto: Laura Larson
Codeine en 1990: el éxtasis de la lentitud. Foto: Laura Larson

Numero publicó el año pasado “Dessau”, vuestro álbum perdido, que grabasteis después de “Frigid Stars LP” sin que viera la luz del día. En vez de ello, realizasteis otra sesión de estudio que acabaría publicándose ese mismo año, el EP “Barely Real”, de 1992. ¿Qué recuerdas de esa época transitoria del grupo?

En “Dessau” trabajamos bastante duro para intentar evolucionar o mejorar, y creo que lo logramos. El principal problema de esa sesión fue que Stephen oía unos extraños ruidos agudos en las pistas vocales que le distraían mucho y le hacían sentir que se estaba volviendo loco. Los otros no escuchábamos nada de eso. Pero él acabó muy perturbado con la experiencia e insistió en que esas grabaciones no podían publicarse, una decisión que parecía muy definitiva. Pero habíamos gastado mucho dinero y teníamos que darle un disco a Sub Pop, así que fuimos rápidamente a un estudio más barato en Boston donde grabamos tres canciones. Añadimos una versión de MX-80 Sound que habíamos realizado para el Club del Single del sello, un tema que grabaron John y Stephen con una caja de ritmos y una interpretación al piano que hizo nuestro amigo David Grubbs (del grupo Bastro) de una canción que teníamos llamada “Wird”. Todo esto sucedió en muy poco tiempo y fue muy improvisado.

Tres décadas después, ¿qué opinas de estas grabaciones?

Me parece que “Barely Real” salió muy bien si tenemos en cuenta las circunstancias. Creo que es un disco muy variado en lo que a música se refiere, y me gusta que sea una escucha corta. Es muy bonito, no me arrepiento de nada. Sí me entristeció que “Dessau” acabara en un almacén. Algunas de las grabaciones de esa sesión se incluyeron en la caja retrospectiva que hicimos hace una década para Numero, y hace un par de años el sello nos preguntó si consideraríamos editarlo íntegro como LP. A mí siempre me pareció que era la mejor sesión que habíamos hecho, y ante mi sorpresa tanto a John como a Stephen les pareció buena la idea. Tampoco es que Codeine tenga una obra muy extensa, así que me alegra que la gente pueda disfrutarlo; lo considero igual de importante que los otros tres.

“Cuando hicimos nuestra primera gira europea mucha gente no sabía quién o qué éramos, y recuerdo algunos bolos en los que nos llegaba público un tanto perdido: veían el rótulo de Sub Pop y pensaban que seríamos como Mudhoney o algo así. Algunas noches las caras de desconcierto y decepción eran patentes”
Chris Brokaw

Después de “Barely Real” te fuiste del grupo para poderte concentrar en Come, tu otra banda de entonces. ¿Cómo fue ese proceso?

Quería dedicar todo mi tiempo al grupo en el cual me encargaba más de la composición de las canciones. Creo que en ese momento conceptualicé mi partida de forma sardónica, despreocupada: “Los baterías siempre se van de las bandas, así que lo que estoy haciendo es algo típico de baterías, nada fuera de lo normal”.

Pero no eras solamente “un batería”, también te encargabas de tocar la guitarra…

Bueno, es cierto que en las grabaciones de Codeine tanto John como yo nos encargábamos de las guitarras: él se ocupaba del material más delicado y limpio y yo de las partes más sobrecargadas, ruidosas, rockeras, con feedback. Por eso una de las cosas que más aprecio de “The White Birch” (Sub Pop, 1994) es la interpretación de John. No sé cómo debió ser su proceso de adaptación a ser el único guitarrista, pero está claro que se puso las pilas. Lo que hace en ese disco es realmente extraordinario. Es lo que más me impactó en su momento.

Desde tu salida del grupo en 1992 has participado en muchísimos proyectos y has permanecido activo en el circuito musical. Cuando os reunisteis para tocar en 2012, y ahora que volvéis a realizar giras, ¿cómo os enfrentáis al proceso de recuperar estas canciones?

Nos sentamos y discutimos largo y tendido qué temas eran los más significativos. Intentamos interpretarlos de forma respetuosa, para que suenen como hace treinta años. En algunos casos reajustamos o modificamos alguna parte, pero por lo general son versiones muy fidedignas. En lo que a mí se refiere, me he vuelto a familiarizar con las canciones, aunque hay un par que todavía no domino del todo. Una es “Median”, la última canción que escribió Stephen para el grupo y que interpretaron con Doug Scharin en una Peel Session. Me parece una composición fantástica a la cual intento hacer justicia. La otra es “Castle”, uno de nuestros primeros temas y en cierto sentido uno de los más desafiantes, porque es largo, crudo y muy intenso. Creo que lo que brindo a estas dos canciones todavía está en proceso de evolución.

Juventud slowcore. Foto: Mike Galinsky
Juventud slowcore. Foto: Mike Galinsky

Es decir, que habéis optado por recuperar algunos temas quizá no tan conocidos…

Bueno, en esta gira también hacemos una versión de Joy Division, “Atmosphere”, que grabaron John y Stephen cuando yo ya no estaba en la banda pero que se ha vuelto medio famosa porque apareció en la serie televisiva “Por trece razones” (Brian Yorkey, 2017-2020). Si vas a Spotify verás que es la canción más reproducida del grupo, con mucha diferencia. Creo que nunca llegaron a tocarla en directo, pero a ellos les pareció importante recuperarla.

¿Cómo ha sido vuestra relación con Numero Group estos diez años, desde que editaron la caja con tanto material inédito?

El sello ha sido una bendición para nosotros. Hace diez años me contactaron para decirme que les gustaría editar el material de Codeine en vinilo. Nuestros discos seguían disponibles en CD en Sub Pop, pero hacía tiempo que no los reeditaban en ese formato. Al principio me sorprendió que nos vinieran los de Numero… Es una discográfica que conocía y de la cual había comprado discos; sabía que se especializaban en otro tipo de material, extrañas grabaciones de música soul procedentes de Belice en los años setenta o cosas así, rocambolescas. El tema es que nuestro contrato con Sub Pop era a perpetuidad, pero los de Numero se encargaron de llegar a un acuerdo con ellos. Cuando hablé con ellos por primera vez me sorprendió lo mucho que conocían a Codeine. Querían todo lo que tuviéramos disponible: cosas no publicadas, grabaciones en directo, demos… Al principio Stephen y John se mostraron un poco más reacios, pero llegaron a la conclusión de que merecía la pena recolectar y editar todo esto. El sello siempre ha sido extremadamente proactivo, siempre nos ha apoyado y su labor de comisariado de nuestro material es intachable. Son megafans de la música, y eso se nota en sus ediciones.

“Quería dedicar todo mi tiempo a Come, el grupo en el cual me encargaba más de la composición de las canciones. Creo que en ese momento conceptualicé mi partida de forma sardónica, despreocupada: ‘Los baterías siempre se van de las bandas, así que lo que estoy haciendo es algo típico de baterías, nada fuera de lo normal’

Chris Brokaw

¿Cómo ha sido el proceso de revisitar y reeditar con el sello estos discos del grupo?

La novedad principal es que los sacan en vinilos de colores. Quizá a algún purista no le haga gracia, pero a mí me gusta; cuanto más raros y locos sean los vinilos, mejor. Hubo un proceso de masterización hace diez años cuando se editó la caja, pero en lo que se refiere al sonido las modificaciones son mínimas. “Frigid Stars LP”, por ejemplo, es un disco que suena muy frío, muy glacial, y cuando lo recuperamos decidimos no tocarlo demasiado. Hoy día hay un montón de compresores jugosos a los que se puede recurrir para ensanchar el sonido de las grabaciones, pero yo insistí mucho en que dejáramos el disco con su ambiente original, seco y macilento. No es el álbum que haría ahora, pero es importante que se preserve en su forma original.

¿Qué crees que le depara el futuro a Codeine?

No creo que grabemos más música. Soy muy fan de cómo Stephen compone canciones y, si un día nos viene con una nueva hornada, por supuesto me lanzaría de cabeza. Pero no me parece probable; y no pasa nada, no es algo que me inquiete. Tampoco sé qué decirte sobre los conciertos. Cuando nos reunimos hace diez años queríamos que fuera una gira bastante limitada y ahora seguimos esa misma lógica. Ya veremos cómo va, pero preferimos que sea algo breve para que resulte más especial y que cada concierto sea algo motivador, no rutinario. Igual que con las giras de Come, hacemos conciertos coincidiendo con las reediciones de los discos: la intención es celebrar el material que hicimos entonces en vez de hacer algo nuevo. No veo a estas bandas como proyectos que puedan continuar o evolucionar, pero sí me gusta poder honrarlas en directo, mantener viva su llama. ∎

Trilogía al ralentí

“Frigid Stars LP”
(Sub Pop, 1990)

El arranque con “D” y “Gravel Bed”, dos piezas de cadencia ralentizada y seca melancolía, revela cuán compacta y desarrollada estaba la propuesta estilística del grupo ya desde el primer minuto de su trayectoria discográfica. La producción apropiadamente frígida del disco en ningún momento enmaraña las emociones: al contrario, facilita una simbiosis peculiar entre lo intelectual y lo sentimental. El disco contiene momentos leves e incluso poperos (“New Year’s”, versión temprana de Seam), experimentales (la oscura y droneante “Second Chance”) o slintianos (“Cigarette Machine”, con su guitarreo angular y sin embargo cálido, inteligente gestión de la dialéctica ruido-calma y expresión vocal desapegada). También encontramos canciones que simplemente sientan las bases de la estética sonora de Codeine, como “Cave-In”, que consigue resultar brutal y pesada a la vez que pegadiza.

“Barely Real”
(Sub Pop, 1992)

Este EP transicional (Brokaw abandonaría el grupo tras su publicación) canaliza y perfecciona, en apenas 25 minutos, las distintas vertientes del sonido Codeine. La cara A es especialmente intachable: “Realize” es una de sus canciones más memorables, una progresión de acordes que genera una peculiar sensación de soledad luminosa; la también emblemática “Jr” ensaya un tenso pero esperanzador triunfalismo, y la terrenal “Barely Real” contiene una de las melodías vocales más pegadizas de la historia del grupo. La otra cara podría ser más dura: “Hard To Find” es el epítome de la letargia ralentizada, mientras que “Promise Of Love”, versión de MX- 80, presenta un acogedor tono jazzístico que acaba siendo deconstruido. La anomalía es el brillante giro tonal “W”, pieza de piano a cargo del invitado David Grubbs –aquí en su vertiente más Gastr del Sol– cuya inclusión es tan orgánica como desconcertante.

“The White Birch”
(Sub Pop, 1994)

“Sea”, épica introducción al segundo y último LP que publicarían en su momento, anuncia que esta es una versión incluso más intensa y contundente del grupo, en parte gracias a la elasticidad de Engle a la guitarra, capaz de oscilar expertamente entre lo denso y lo sutil; y la evolución como compositor de Immerwahr, que aquí parece dispuesto a perfeccionar, en piezas anonadantes como “Loss Leader” o “Kitchen Light”, su particular fórmula de parálisis rítmica y melódica. Doug Scharin, de Rex y June Of 44, el sustituto de Brokaw a la batería, resuelve con eficacia la difícil tarea de emular el compás letárgico y contenido diseñado por su antecesor. Junto a momentos destinados a la exploración arquitectónica (“Wird”, refrescante ejercicio en matemática juguetona al más puro estilo Louisville) y la fragilidad (el planeo guitarrero de “Smoking Room”), destacan clásicos del sonido Codeine como “Tom”, que hacen de este último disco una obra tan esencial como el debut. ∎

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