Ya solo con su primer libro, Anna Wiener (Nueva York, 1987) ha conseguido cumplir la misión última de la literatura: hacerte ver el mundo con otros ojos. En este caso, para ser precisos, hacerte ver lo que oculta nuestra actividad frente a las pantallas y de qué formas sutiles pero implacables están cambiando el mundo los gurús del boom tecnológico.
Memorias de Silicon Valley hay muchas, pero ninguna tan descreída como “Valle inquietante” (“Uncanny Valley”, 2020; Libros del Asteroide, 2021), crónica lúcida y personal de los años en que Wiener, antigua asistente en una pequeña agencia literaria de Manhattan, decidió explorar el mundo techie en el intento de que su vida “cobrara impulso y se acelerara”. La historia arranca en 2012, cuando Facebook protagonizó la mayor salida a bolsa de la historia de una empresa de internet. Y acaba en 2016, con la elección como presidente de Trump, en la que precisamente Facebook tuvo demasiado que ver.
Wiener empezó en una startup de ebooks en Nueva York (en principio Oyster) para después dar el salto a las compañías de San Francisco, antiguo paraíso hippie que vendió su alma a la explosión tecnológica: primero trabajó en una empresa de análisis de datos (parece ser que Mixpanel) y después en otra de desarrollo colaborativo de software (parece ser que Github). Enseguida se dejó contagiar por la ideología de este ecosistema: el moverse rápido y romper reglas sin mirar atrás. “Escuchar EDM mientras trabajaba me provocaba delirios de grandeza”, dice en una de tantas acotaciones divertidas.
El lado oscuro no tardó en emerger. Esa cultura empresarial que valora relativamente a las mujeres y las ficha esencialmente “por razones estéticas”; ese dudoso papel del Big Data en la economía de la vigilancia; la revolución-degradación del lenguaje, o, en esencia, la construcción de un mundo eficiente que se impondría al “sensual, emocional y complejo” conocido por Wiener hasta ahora.
El valor de “Valle inquietante” reside tanto en el qué como en el cómo: incluso aunque ahora estemos más que curados de espanto respecto a las prácticas de las grandes compañías tecnológicas, el relato de Wiener hiere e inquieta, divierte e ilumina. La transparencia de su prosa tiene mérito, mucho más que cualquier caprichosa densidad. El nivel de depuración puede recordar por momentos a Joan Didion, y, en cierto modo, “Valle inquietante” parece una revisión hipertecnificada no solo de su periodismo literario, sino también de sus obras más biográficas. Esto es una historia cultural pero también personal: pudo llamarse “El desencanto”. ∎