Bill Hader es uno de los cómicos más impresionantes de nuestro tiempo. Algo evidente para cualquier espectador de ‘Saturday Night Live’ durante sus años (2005-2013) en el show, y que el prolífico actor ha demostrado con apariciones en incontables títulos de cine y televisión de las dos últimas décadas. “Barry” (2018-) –creación propia junto al no menos superlativo Alec Berg: guiones para “Seinfeld” (Larry David y Jerry Seinfeld, 1989-1998), “Curb Your Enthusiasm” (Larry David, 2000-) o el programa de Conan O’Brien llevan su firma– aprovechó esa imagen para romperla en la primera temporada mediante un tono de comedia negra con ráfagas de violencia capaces de dejar un tiznado severo en el alma. Hader, conocido por su histrionismo chispeante y facilidad para las voces exageradas, interpreta con una inamovible frialdad inexpresiva al personaje titular, un exmarine reconvertido en asesino a sueldo que quiere dedicarse a la actuación. Así planteado, el argumento de “Barry” no podía ser más goloso en un ecosistema proclive a aclamar ficciones protagonizadas por personajes de comportamiento deleznable y carisma arrollador, cuya valoración como fantasía de poder suele trascender los dilemas morales que plantean. ¿Un asesino infalible que también va a clases de arte dramático? Suena a plan de tarde ideal para fans de Tony Soprano, Walter White, Don Draper o Thomas Shelby.
Pues no. La segunda ruptura de “Barry” fue rechazar el camino fácil hacia una posible redención, lo que sería el arco argumental básico de cualquier protagonista de conducta reprobable. Por mucho que Barry intenta escapar del mundo del crimen y las trifulcas entre mafias exóticas, la segunda temporada dejó claro que ese tránsito breaking good no solo no iba a ser sencillo, sino quizá nunca posible. En la tercera temporada, la más radical hasta la fecha, asistimos ya de lleno a la disipación del hipotético camino redentor y del propio protagonista en un entramado de líneas narrativas y personajes disgregados que apenas llegan a rozarse (¿consecuencia de una producción en contexto de pandemia?). Asimismo, el humor siempre presente como contrapunto a escenas de gran crudeza también se ha radicalizado. “Barry” nunca ha sido una comedia amable, pero ahora combina gags desmadrados con impactos dramáticos de forma agresiva. Es quizá la primera vez que vemos una serie donde la comedia es más gratuitamente explícita que la violencia; dos momentos cumbre muy sangrientos del octavo episodio se apoyan en el off visual jugando con el sonido de manera opuesta e ingeniosa.