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Cómic

Borja González

Grito nocturnoReservoir Books, 2022

24. 03. 2022

El entretenimiento de los últimos años ha asumido con total naturalidad la utilización de géneros como continente a través del cual trabajar una doble capa: la primera y exterior, la de la inmediatez, la literalidad y el entretenimiento; la segunda, planteando un subtexto que trabaja cuestiones sociales y humanas de un calado bien distinto. Sí, es cierto que, por ejemplo, gran parte del cine de ciencia ficción estadounidense de los años 50 del siglo pasado ya jugaba a disfrazar de invasión proveniente del espacio exterior el miedo a la subversión comunista presente en el país a lo largo de gran parte de la Guerra Fría. Sin embargo, la cultura popular de la última década ha perfeccionado la fórmula de entretenimiento con agenda, principalmente a través del género de terror. Los ejemplos van desde “Babadook” (Jennifer Kent, 2014), con su juego constante entre lo sobrenatural y lo psicológico, la maldición pop y la gestión del duelo, o la reciente revisión de “La matanza de Texas” (David Blue García, 2022), un slasher erigido en venganza gore contra la gentrificación y el postureo influencer.

A lo largo de su reciente hornada de obras, Borja González (Badajoz, 1982) ha querido investigar las posibilidades que brindan lo fantástico y el terror gótico para trasladar inquietudes personales desde la mirada de un elenco de personajes femeninos juveniles. En una especie de saga que arrancaba con “La Reina Orquídea” (2016), que se amplió y perfeccionó con “The Black Holes” (2018) y que ahora crece con “Grito nocturno”, el dibujante ha conseguido consolidar un estilo propio y reconocible tanto en lo formal como a la hora de plantear qué cuentan –y qué dejan de contar– sus historias, utilizando para ello una serie de parámetros muy concretos.

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En lo gráfico, González llama la atención por el uso de personajes cuyo rostro carece de facciones reconocibles, hecho que compensa con una trabajada gestualidad y una gran facilidad para dotar de personalidad al plantel. Su interés por los ambientes nocturnos y su dominio de la mancha y del espacio positivo y negativo lo vinculan con la vertiente más minimalista del creador de Hellboy, Mike Mignola, aunque el trabajo del extremeño ha crecido mucho más allá de la influencia puntual.

El grueso de la obra reciente de González muestra una impronta en la que confluyen referencias musicales, una suerte de realismo mágico neorromántico y un interés en plantear tramas en las que lo explicativo cede el protagonismo a lo ambiental. “Grito nocturno” no es una excepción, y el autor presenta una historia sobre las trampas del tiempo, la memoria y la soledad que es también un atractivo desfile de fanzines, demonios otaku y misterio sobrenatural. La inquietud vital de la protagonista, Teresa, es la propia del autor, quien confiesa haberla concebido como un alter ego cuya personalidad y trayectoria ha ido mutando a lo largo de las tres obras en las que está presente. Un juego de espejos en el que también participan los otros personajes, Laura y Matilde.

Si “Grito nocturno” fuese película, se acercaría mucho a una relectura de “Donnie Darko” (Richard Kelly, 2001) dirigida por un John Hughes millennial fascinado por el cine de la Hammer. Su condición de cómic le permite soñar con viajar mucho más lejos con un billete mucho más económico. ∎

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