Película

Cassandro

Roger Ross Williams

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Es la primera vez que el estadounidense Roger Ross Williams se enfrenta a la dirección de un largometraje de ficción para Amazon Prime Video –“Cassandro” (2023) se estrena hoy en la plataforma– después de una trayectoria fílmica definida por el género documental, la producción de algunos episodios de series de televisión y de cortometrajes. Eso sí, el ganador de un Óscar por su corto “Music By Prudence” (2010) lo hace inspirándose en una historia real: la de Saúl Armendáriz, un luchador profesional, transgresor y abiertamente gay que logró hacerse un hueco en el mundo de la lucha libre desde su humilde hogar en El Paso, Texas, durante los años noventa.

El que fuese posteriormente conocido como Cassandro, cuenta Williams, lució la máscara de otros personajes en el ring antes de encontrar su personalidad real como “exótico”, el concepto que define a los luchadores que juegan con la idea del drag pero que no necesariamente son homosexuales. Esto último sí se cumplía con Armendáriz, quien no solo tuvo que aguantar el tipo en cada combate, sino que además esquivó el duro revés de la homofobia a finales del siglo XX y principios del XXI.

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La premisa ya suena interesante para tratarse de un semidesconocido más allá de las fronteras y del ámbito de la lucha libre, del cual nos podrían sonar nombres como El Santo o El Hijo del Santo, quien aparece también en la película. Un Gael García Bernal con el pelo teñido luce pletórico, sonriente y optimista, ejecutando complicadas coreografías de lucha como si hubiese esperado a representar a Cassandro toda la vida. Su madre en la ficción, la actriz Perla de la Rosa, es el contrapunto a tanto nervio y tantas patadas. Su trabajo como la primera admiradora de su hijo, sin haber visto ni una de sus peleas, cae simpático al espectador por su naturalidad, su sosiego y sus cigarros compartidos.

Pero al igual que sucede con la lucha libre, el resto de los elementos del biopic de esta singular figura fronteriza –con la mente en Juárez y el corazón en Ciudad de México– llegan a resultar escenificados: allá donde parece haber conflicto resulta que no lo hay. Williams relata un límpido ascenso a la gloria de lo que debería ser un referente queer, que acaba siendo un anecdótico pasaje de su vida en el que casi todo parece irle bien, más allá de un par de rechazos amorosos y un impune coqueteo con las drogas.

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Williams pasa de largo por escabrosos momentos de la vida de Armendáriz, como aquella vez que intentó suicidarse antes de su batalla contra El Hijo del Santo, o las adicciones que lo llevaron al perjuicio de su carrera a comienzos del milenio. Tampoco sus momentos de máxima emotividad alcanzan el verismo. Su relación de admiración y total confidencia con su madre se ve abocada al fin antes de que pueda asentarse del todo cuán especial es el amor que se profesan. Mientras, la última lección de aceptación queer de la película resurge encajada a la fuerza en un guion compacto que, a diferencia del héroe del filme, no se permite volar por los aires.

Si por algo consigue impactar “Cassandro”, además de por unas interpretaciones equilibradas –Bad Bunny aparece en un papel secundario–, es por un enfoque sobre la posible convivencia entre el folclore más tradicional y la resistencia queer, cuyos polos parecen tocarse en más de una ocasión en México, Estados Unidos o cualquier otra parte del mundo. Da la sensación de que la historia vital de Armendáriz se queda diluida entre batalla y batalla. Su director prefiere concluir con la idea de que una máscara puede hablar mucho mejor de la persona que la lleva que la ausencia de ella. ∎

La máscara en la vida de un luchador.
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