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A César Sebastián (Valencia, 1988) había que perseguirlo entre redes sociales y antologías fanzineras valencianas para tenerlo presente y vislumbrar que su línea de bordes elegantes y marcado estilismo podía hacerle asomar la cabeza entre toda una nueva ola de dibujantes treintañeros que recuperan el gusto y devoción por el tebeo independiente anglosajón de los años noventa. El plot twist ha sido ver cómo para su primera obra de muchas páginas y en solitario se ha lanzado a pecho descubierto hacia las raíces, lo que en valenciano se conoce como “els arrels”. Sebastián no pasa por Seattle ni Montreal para sembrar esta obra, sino por Sinarcas, el pueblo de donde proviene su familia. De allí surge la semilla que hace crecer a un narrador nunca identificado en la recta final de la vida. Un narrador que rememora su niñez y juventud en la España rural de hace sesenta años, lejos en kilómetros y décadas del desarrollismo de las grandes ciudades y los pueblos con playa, pero, sobre todo, a una distancia inabarcable de la nostalgia acomodaticia y la relectura a lo “Cuéntame”.
Nada de lo que se cuenta en “Ronson” es necesariamente cierto, pero todo lo que se cuenta en “Ronson” está inspirado en las verdades y vivencias de la familia de Sebastián, que son, a la vez, las de tantas otras personas que compartieron época y entorno con ellos. El dibujante valenciano hace buena la impresión de que Valencia es acaso la más italiana de las ciudades de nuestro país, para abrazar una suerte de neorrealismo redivivo que abofetea en su crudeza al lector, mostrando un retrato de infancia y juventud rural sin excusas. Por proximidad y tradición, César Sebastián podría haber recurrido al esperpento berlanguiano para aligerar las alforjas de un viaje temporal de autoaceptación sin indulgencia. En vez de eso, el dibujante se decanta por la sinceridad de la tierra abierta, la piedra sin encalar y la madera reseca al aire. Y lo hace para mostrarnos sin condescendencia ni almíbar una España lejana pero no tanto, que ni recordamos ni queremos recordar, cuyas costumbres y maneras parecen remontarse a siglos en vez de a décadas.