Serie

Círculo cerrado

Ed Solomon(miniserie, HBO Max)
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El número π es 3,14159, la relación entre la longitud de una circunferencia y su diámetro. Sirve para calcular el área del círculo y para cerrar ese círculo. 314.159 es la cifra en dólares que le exigen a una acaudalada familia de Nueva York los secuestradores del joven Jared, nieto del popular chef que interpreta Dennis Quaid. Pero el secuestro no sale como tenían planteado quienes lo ordenan y los que lo ejecutan, como muestran las últimas escenas del primero de los seis episodios de que consta la miniserie, en uno de esos puntos de giro radicales que se han convertido en axioma, más que antes, en la actual serialidad televisiva, y que es idéntico a la trama principal de “El infierno del odio” (1963), de Akira Kurosawa, filme inspirado a su vez en una novela negra de Ed McBain (seudónimo de Evan Hunter). El secuestro del joven les sirve a Ed Solomon (creador, guionista y productor) y Steven Soderbergh (director de todos los episodios y productor) para poner en evidencia las vidas y relaciones de un nutrido grupo de personajes.

La idea del círculo es importante. Al cerrarlo, con el secuestro de Jared, debería terminar una especie de maldición que pende sobre la señora Savitri Mahabir, mafiosa neoyorquina procedente de Georgetown, capital de Guyana, a la que encarna CCH Pounder, actriz nacida en esta misma ciudad. Pero cualquier fisura en el impecable círculo trazado con tiza en Washington Square Park por otro de los misteriosos personajes que aletean sobre la historia dará al traste con el esotérico plan. Y como subraya la cámara mediante un plano a ras de tierra, la tiza del círculo desaparece en uno de sus puntos. Esa es la fisura significante que abre el relato, pues Solomon y Soderbergh la convierten en metáfora de lo que es su propio sistema narrativo: el círculo se rompe y un infinito número de posibilidades de acción dramática comienza a fluir.

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Solomon y Sodebergh se conocen bien. Crearon juntos “Mosaic” (2018) –una serie interactiva que aquí vimos de forma lineal– y el largometraje “Sin movimientos bruscos” (2021, también para HBO Max). Por otro lado, tampoco es la primera vez que Soderbergh se encarga de la dirección de todos los episodios de una serie: lo hizo en “Mosaic” y, antes, en las dos temporadas de la sobresaliente “The Knick” (2014-2015). Como últimamente Soderbergh solo rueda para streaming, no hay problema en valorar “Círculo cerrado” (2023) como serie y como película larga. Ya da un poco lo mismo.

El estilo es el habitual, quizá algo (deliberadamente) atropellado y descuidado, con abundancia de contrapicados en casi todas las situaciones en interiores o exteriores, y un disconforme traqueteo de la cámara cuando sigue, inestable, a los personajes en sus agitados desplazamientos. Soderbergh se ha adaptado como nadie a los requisitos del streaming, la imagen digital y el rodaje con móviles. Al final del primer episodio se produce un dilema moral en la familia de Jared, su cotizado abuelo, su abuela (Suzanne Savoy) y sus padres (Claire Danes y Timothy Olyphant), pero las dudas que entonces se siembran solo son la espita que abre un caudal de motivos distintos, tantos como los personajes con entidad que pueblan las imágenes. Añadamos a la familia los dos jóvenes de Georgetown que llegan engañados a Nueva York para cometer el secuestro, la hermana de uno de ellos, la inspectora que investiga la organización de la Guyana a espaldas de su jefe, la amante asiática de esta –con la que va a un cine donde se proyecta “Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles” (Chantal Akerman, 1975): Solomon atento al momento–, la señora Mahabir, su lugarteniente, un enigmático anciano que juega al ajedrez en un parque y un chico que roba la mochila de Jared con fines que se expanden por el relato y aportan otros grados de comprensión al mismo. Son personajes altamente incómodos: los autores de “Círculo cerrado” impiden a conciencia cualquier tipo de empatía entre ellos y el espectador. ∎

Cuando las cosas se complican y hay una razón para ello.
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