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Cronenberg, cirujano de la “nueva carne”.
Cronenberg, cirujano de la “nueva carne”.

Artículo

David Cronenberg: regreso al futuro

Hoy llega a nuestras salas de cine “Crímenes del futuro”, la nueva película de David Cronenberg, el vigésimo largometraje a su nombre. Para algunos se trata de una revisión de su propio manual de estilo, un continuo ejercicio de citas autorreferenciales. Pero en las cintas del influyente director norteamericano siempre hay espacio para la doble lectura, el subtexto, los matices y la sacudida. Y esta nueva obra no es una excepción.

23. 09. 2022

Nunca podremos saber exactamente qué fue lo que pasó por la cabeza de David Cronenberg (Toronto, 1943) alrededor del año 1999, pero sí conocemos perfectamente el giro que dio a su cine con el cambio de milenio: dijo adiós a las viscosidades, los virus y las mutaciones para adentrarse en un cine de estructuras y tramas más convencionales, más literario y cercano en muchos casos al género negro. De “Videodrome” (1983) y “La mosca” (1986) a “Promesas del Este” (2007) y “Cosmópolis” (2012), con “Spider” (2002) como filme bisagra.

El cambio fue evidente, pero no tan drástico como podría parecer a simple vista; el director canadiense nunca dejó de perturbarnos, solo que ya no lo hacía desde el cuerpo y las vísceras, sino desde la mente de los personajes, sus palabras y sus ideas.

Museo Cronenberg

El regreso de Cronenberg tras ocho años sin estrenar en cines supone un retorno a sus inicios. En “Crímenes del futuro” (2022) encontramos conceptos, frases y actores –la presencia siempre poderosa de Viggo Mortensen– de su fase menos truculenta, pero la película puede verse como una galería de grandes momentos y una revisión puesta al día de las películas de su primera etapa, la que abarca desde 1975 hasta 1999.

Cronenberg y Viggo Mortensen en Cannes 2022: “Crímenes del futuro”. Foto: Pool (Getty Images)
Cronenberg y Viggo Mortensen en Cannes 2022: “Crímenes del futuro”. Foto: Pool (Getty Images)

Para los fans del director resulta divertido, casi como un juego, ir identificando elementos en su nuevo filme que conectan directamente con los antiguos: los órganos cartilaginosos y los bichos alienígenas de “El almuerzo desnudo” (1991); las vainas corporales de “La mosca”; los gadgets viscosos y los cables que se hunden en la piel de “eXistenZ” (1999); el erotismo colindante con el dolor de “Crash” (1996); la cirugía entendida como una nueva forma de sexo –idea que se expone textual y verbalmente en la película– de “Inseparables” (1988)… y así casi sin parar durante 100 minutos.

La nueva “nueva carne”

Es por eso que se ha dicho repetidamente –de forma acertada, además– que “Crímenes del futuro” –que a su vez remite a un mediometraje del mismo título dirigido por Cronenberg en 1970– supone el retorno del canadiense a la “nueva carne”, ese concepto que apareció en “Videodrome”, celebrado en voz alta por el personaje de James Woods en un momento de la película y que ha calado hondo en el imaginario Cronenberg, a pesar de que él lo introdujo en la peli a modo casi de chiste y siempre se ha reído un poco por lo bajini cuando se lo sacaban en las entrevistas. Pero ¿qué es la “nueva carne”? Pues el futuro del cuerpo humano, la mutación de los órganos, la evolución hacia otras funciones vitales y la fusión con las máquinas, los metales, la tecnología.

Interferencias biológicas.
Interferencias biológicas.

Ese es sin duda uno de los grandes temas de “Crímenes del futuro”, pero hay al menos dos o tres líneas más, algunas gruesas, otras menos evidentes. La transformación del cuerpo y la mutabilidad de los órganos –aquí lo de la “nueva carne” va más por dentro que por fuera– es expuesta en la película a través de los shows performativos de Saul Tenser (interpretado por Mortensen) y su pareja-colaboradora Caprice (Léa Seydoux). Unos shows nos llevan, de una forma quizá muy obvia pero no por ello menos interesante, a una reflexión sobre los límites del arte y del espectáculo, a preguntarnos hasta dónde estamos dispuestos a llegar para satisfacer nuestras ansias de adrenalina, de novedad y, sí, de morbo malsano. Aunque, si cambiamos de lado, podemos considerar que la pregunta se la puede hacer a él mismo como creador: ¿somos capaces de entregarnos al arte en cuerpo y alma? Porque eso es, literalmente, lo que hace Tenser.

La película también nos habla del sexo –o mejor, del erotismo– a través de la herida, la metamorfosis y la búsqueda constante del placer (y la frustración lógica que sentimos ante la imposibilidad de llegar a alcanzarlo plenamente). En esa idea conecta directamente con “Crash”, pero se queda a varios cuerpos –nunca mejor dicho– de su nivel de transgresión y radicalidad. La tensión sexual entre Saul y Timlin (una excelente Kristen Stewart, que aparece demasiado poco en pantalla) es pura carnalidad intangible e imposible: “No soy bueno en el viejo sexo”, le dice él a ella.

Imágenes de visionario: Kristen Stewart en “Crímenes del futuro”.
Imágenes de visionario: Kristen Stewart en “Crímenes del futuro”.

Plastic People

Cronenberg escribió el guión de “Crímenes del futuro” en el año 2000 y no ha tocado prácticamente ni una coma hasta poder rodarlo. Con ese detalle presente, su llamada de atención sobre el cambio climático y la presencia masiva de plástico en nuestras vidas se puede considerar premonitoria y visionaria. Ya desde el inquietante y arriesgadísimo prólogo, el plástico emerge como uno de los protagonistas no humanos del filme, situado después en el centro de la subtrama que gira alrededor del personaje de Scott Speedman y sus fabricantes de barras “energéticas”. Cronenberg parece querernos decir que estamos moralmente obligados a cambiar nuestros órganos para ser capaces de ingerir ese plástico, alimentarnos de él, aunque sea a costa de sufrir el dolor de la transformación y así encontrar una solución al problema que nosotros mismos hemos generado. Más lejos en la jerarquía temática, podemos considerar que Cronenberg nos brinda su sombría visión de la actualidad no a través de los tres personajes centrales, sino del resto de secundarios, todos ellos siniestros, fanáticos, conspiradores y morbosos. ¿Acaso no es este el mundo en que vivimos? ¿No somos todos un poco como ellos?
Utopías radicales: Mortensen y Léa Seydoux en “Crímenes del futuro”.
Utopías radicales: Mortensen y Léa Seydoux en “Crímenes del futuro”.

Es posible que, con el tiempo, “Crímenes del futuro” quede situada en el canon de Cronenberg un poco por debajo de sus obras maestras de los 80 y los 90. Su tono gris-marrón plomizo y oxidado –por otra parte, muy presente en otras películas suyas: “Spider”, sin ir más lejos– y una puesta en escena algo plana no ayudan a que la película termine de alzar del todo el vuelo. Pero aun así, hay que celebrar, aplaudir y ponerse en pie ante un cineasta radical, único, que a sus 79 años es capaz de perturbarnos profundamente con hombres-monstruo de cicatrices imposibles en el rostro e incisiones corporales que nos llevan a abismos de consecuencias desconocidas. Y todo ello, además, sin perder nunca el sentido del humor. ∎

Cumbres Cronenberg


“Cromosoma 3” 
(1979)

De su cuarteto de películas de la primerísima primera etapa –las otras son “Vinieron de dentro de…” (1975), “Rabia” (1977) y “Scanners” (1981)–, esta es la más redonda y mejor terminada de todas. Personajes, imágenes y narración funcionan y encajan perfectamente desde el principio hasta ese final deslumbrante, con los niños asesinos multiplicándose a cada golpe de neurosis de Samantha Eggar. A destacar los parecidos más que razonables –el divorcio, la profesora del colegio– con otra obra de culto máximo estrenada dos años después: “La posesión” (1981), de Andrzej Zulawski.


“Videodrome” (1983)

La “nueva carne” nace aquí. Las viscosidades y el feísmo orgánico tan característico de su cine emergen como una fuerza inesperada en la segunda mitad del metraje, mientras Cronenberg va lanzando por debajo los primeros dardos contra el oscurantismo y la maldad intrínseca de las grandes corporaciones. Todo ello vuelve a estar presente en “Crímenes del futuro”, que sitúa la idea de extraer e introducir “cosas” en el cuerpo en el centro del argumento y se desarrolla, igual que “Videodrome”, en una sociedad sórdida, crispada y sucia.


“Inseparables” 
(1988)

Considerada por muchos fans y críticos como su obra maestra, en “Inseparables” los ginecólogos gemelos Elliott y Beverly se obsesionan con la mutación vaginal del personaje de Geneviève Bujold y entran en una espiral de locura malsana en el que caben adicciones a fármacos, celos absurdos, presión empresarial e instrumentos quirúrgicos convertidos en obras de arte. El final es apoteósico, Cronenberg en estado puro.


“Crash” 
(1996)

Lo que une “Crímenes del futuro” con “Crash”, probablemente el filme más radical y perturbador de su carrera, es la idea de la búsqueda constante del placer y el proceso de insatisfacción, de inquietud, de huida hacia adelante para conseguirlo. En su momento fue un hito –sigue siéndolo más de 25 años después– y demostró que, además de un director original y con mundo propio, era perfectamente capaz de llevar a ese imaginario fílmico a autores tan complejos como J. G. Ballard o William S. Burroughs.


“eXistenZ”
(1999)

Podría parecer un título menor en su filmografía, por su narrativa cercana al cine de acción o incluso –muy a su manera– a las películas de aventuras. Pero, vista con el tiempo, hay bastante unanimidad en considerarla una obra clave y de alto rango en el canon Cronenberg. Quizá la mejor película sobre videojuegos de la historia, funciona en sí misma como tal: divertida, excitante y tremendamente adictiva. Además del puro goce cinematográfico, plantea con ingenio –otro final memorable– una idea clásica: la confusión entre imaginación y realidad. ∎