Libro

David Granda

Planes para conquistar BerlínLibros del K.O., 2022

Residente en Viena y colaborador habitual de ‘El País’, el periodista David Granda (Madrid, 1978) se encontraba en el archivo de la Stasi, la policía secreta de la extinta República Democrática Alemana (RDA), buscando información sobre David Bowie cuando, por azar, descubrió la historia de un concierto muy especial, el que ofrecieron el 17 de octubre de 1987 en Zionskirche, una iglesia evangélica de Berlín Este, dos bandas punks, una proveniente de Alemania Occidental, Element Of Crime, y otra autóctona, Die Firma. En “Planes para conquistar Berlín”, Granda relata esmeradamente lo ocurrido aquella noche, así como sus trascendentales consecuencias políticas, sirviéndose de un amplísimo acopio de fuentes primarias –documentación de archivo, entrevistas y crónicas de época– y secundarias.

Partiendo del concierto de Zionskirche, traza, por otro lado, una muy lograda visión panorámica de la escena contracultural en Berlín Oriental, en la que los punks tuvieron un papel protagonista. Nos habla, por ejemplo, de la singular alianza que tejieron con las iglesias protestantes; eran espacios vedados a la intervención policial, y algunas de ellas se convirtieron en auténticos focos de disidencia. También analiza sus cambiantes relaciones con otro colectivo hostil a la dictadura comunista, los neonazis, cuya existencia era silenciada en el discurso oficial; no en vano, el régimen encontraba en el antifascismo su principal fuente de legitimidad. Y, sobre todo, explica cómo se infiltraba la Stasi en el underground punk, corriente que tachaba de invasora: a sus ojos era un producto exportado por la Alemania capitalista para corromper a los jóvenes germanoorientales.

Una de las mayores virtudes de este trabajo radica en la destreza con la que Granda contextualiza el punk y la contracultura, en la fluidez con la que los conecta con su marco social, político y cultural. Así, una figura a caballo entre las dos Alemanias como Jakob Ilja, guitarrista y cofundador de Element Of Crime, lo conduce a contrastar, en un sugerente juego de espejos, la sociedad de la RDA, entre el socialismo y el confort de la vida privada pequeñoburguesa, con Berlín Occidental, que define como “la ciudad-Estado experimental subvencionada por la OTAN”. Uno de los organizadores del recital de Die Firma y Element Of Crime, Siegbert Schefke, le da pie para referirse al derrumbamiento de la dictadura: fue él quien grabó las imágenes que vio toda Europa de la multitudinaria manifestación de protesta que tuvo lugar en Leipzig el 9 de octubre de 1989, justo un mes antes de la caída del Muro. Y también Lothar de Maizière, abogado de una cantante punk perseguida por el régimen que en 1990 sería el encargado de desmantelarlo, tras ser elegido jefe de Gobierno en los únicos comicios libres de la historia de Alemania del Este. Por solo citar algunos nombres, por las páginas de “Planes para conquistar Berlín” desfilan, siempre con fundamento, Bertolt Brecht, Wim Wenders, Hans-Joachim Roedelius, una joven Angela Merkel y hasta nuestro Víctor Manuel, conformando un cautivador retablo berlinés.

¿Y Bowie? Señala el autor que no fue vigilado por la Stasi mientras vivía en Berlín, entre 1976 y 1978, pero sí más adelante, concretamente a partir de febrero de 1986. Su ficha personal remite a un expediente que se ha perdido, aunque se sabe a quién pertenece: a Horst Schuster, un antiguo alto cargo del área de comercio exterior de la RDA, director de la Sociedad Estatal de Arte y Antigüedades (KuA). La hipótesis que barajan en el archivo de la Stasi es que a Bowie, coleccionista con especial interés en el expresionismo alemán, le ofrecieran obras de arte a cambio de que actuara en Berlín Oriental. La información que aporta Granda es muy valiosa: no se encuentra en las biografías del cantante, ni siquiera en los volúmenes dedicados específicamente a su relación con la ciudad del Spree, “Bowie In Berlin. A New Career In A New Town” (Thomas Jerome Seabrook, 2008) y “Helden. David Bowie und Berlin” (Tobias Rüther, 2019).

Lo único que uno echa en falta en este excelente libro, máxime teniendo en cuenta la importancia que su autor concede al contexto, es alguna consideración sobre otras músicas de Alemania Oriental, una mirada más allá del punk. Habría sido interesante, por ejemplo, dar cuenta de los problemas que tuvieron con la censura los dos grupos más populares del país en aquellas fechas, Pankow y Silly. O, del mismo modo, atender a la recepción del hip hop. Para las autoridades comunistas, la Norteamérica negra era la otra Norteamérica, marginal, oprimida, de manera que se mostraron relativamente permisivas con los raperos locales.

Pero esta ausencia no es más que un lunar. Espléndidamente escrito, rebosante de erudición pero accesible para el profano en la materia, “Planes para conquistar Berlín” es un libro muy recomendable, en el que la música popular palpita bajo el signo de una época convulsa como pocas. ∎

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