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Película

Decision To Leave

Park Chan-wook

20. 01. 2023

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Park Chan-wook, en plena forma. Hubo un tiempo en que el coreano daba la impresión de haberse convertido en hype deshinchado. Cuando llegó la consagración con aquella brutal revisión del mito de Montecristo que fue “Oldboy” (2003), el mundo descubrió a un cineasta de primera fila. Pero luego “Sympathy For Lady Vengeance” (2005) no molaba tanto como “Sympathy For Mr. Vengeance” (2002), y las películas que siguieron generaron un interés decreciente, que podría haber culminado con la sensación de que se había vendido a Hollywood con la irregular “Stoker” (2013), donde su estética barroca no acababa de cuajar con el star-system hollywoodiense representado por Nicole Kidman, Mia Wasikowska y Matthew Goode. Pero esa impresión, diríamos que bastante generalizada, quedó en entredicho con “La doncella” (2016), película que, a mayor gloria de la divina Kim Min-hee, revalorizó a Park en el mercado de la cinefilia, acaso demasiado influido por los hypes y las modas.

Ha pasado más de un lustro desde “La doncella”, cabe decir que Park se toma su tiempo, aunque entre estas dos películas ha dirigido los seis episodios de la serie La chica del tambor” (2018). En cualquier caso, el coreano se ha vuelto a superar con “Decision To Leave” (2022; se estrena hoy en España), por la que mereció el premio al mejor director en el pasado festival de Cannes. En un tiempo en que el thriller coreano, que tantas alegrías nos dio en el pasado, se ha vulgarizado en extremo para contentar el bajo nivel de exigencia de las plataformas, Park sirve un neo-noir absolutamente deslumbrante, sobre un policía neurótico e insomne (Park Hae-il), que se obsesiona con la principal sospechosa de un par de crímenes: una mujer fatal más retorcida de lo usual a la que da vida la seductora Tang Wei. Está claro que el argumento, previsible, le guiña más de un ojo al autor de “Vértigo” (Alfred Hitchcock, 1958), que toda la trama funciona como un mecanismo de relojería hitchcockiano, que se resuelve en esos detalles pensados para que se te pasen por alto. Pero eso importa poco. Incluso podríamos decir que la historia no es más que un Macguffin, un mero pretexto para una puesta en escena barroca, y al mismo tiempo exquisitamente medida, llevada al punto máximo en que todavía no resulta agobiante.

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Para Park, cada plano es un lienzo concebido con sentido arácnido, un equilibrado parque de atracciones estético para el que diríamos que, más chulo que un ocho, ha utilizado todos y cada uno de los recursos formales de su arsenal, sin dejarse ni uno. Desde el orgánico encuadre de unas hormigas paseándose por el ojo de un cadáver, supuestamente filmado desde dentro, a toda clase de cachivaches electrónicos retratados como si fueran hermosos en vez de antiestéticos lastres de nuestra cotidianidad alienada. Pero, al mismo tiempo, sabe cómo rebajar los excesos de su apabullante derroche de estilo con un humor omnipresente, que va más allá de lo negro y lo macabro y resulta más bien juguetón, abiertamente lúdico, con el espectador como cómplice.

La película rápidamente abraza su condición de laberinto mental, derribando paredes entre lo real y lo imaginado, lo que hace que, si por ejemplo se da una conversación telefónica, los dos personajes aparezcan compartiendo plano en la misma habitación, evitando así cualquier escena rutinaria al servicio de la historia. Una historia que, ya lo hemos dicho antes, es tan importante como puede serlo el libreto de una ópera. Park, un cineasta realmente operístico, orquesta la magnífica fotografía de Kim Ji-yong, el gozoso diseño de producción o el vertiginoso montaje de imagen y sonido para elevar al máximo el potencial lírico de las imágenes y la experiencia envolvente del cine. Da igual que hayamos visto a millones de policías obsesionados con mujeres fatales a lo largo de la sacrosanta historia del noir y derivados, lo que importa es que nunca lo habremos visto de esta manera. “Decision To Leave” es el triunfo de la forma sobre el fondo, y se agradece. Es ir al cine a disfrutar. ∎

Sospechas, pasión y deseo.
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