Cuatro décadas de crónica fotográfica sobre la actividad extractiva asociada a la especie humana y su impronta en el planeta convierten al canadiense Edward Burtynsky, de 68 años, en un fotógrafo legendario. Sus imágenes documentan la actividad productiva humana y el apabullante desarrollo industrial, urbanístico, fabril y de infraestructuras en sectores como las energías fósiles, la minería, la alimentación o la moda, así como sus estragos: deforestación, contaminación, modificación de paisajes, territorios o formas de vida.
Comenzó retratando el seductor atractivo estético de la industrialización por la nostalgia de los recuerdos del encuentro con “lo sublime industrial” de su infancia obrera en el sur de Ontario, pero sus constantes investigaciones y experiencias le volvieron plenamente consciente de su insostenibilidad, incluso de su amenaza existencial, por lo que su trabajo derivó en una sofisticada crítica y una profunda ambivalencia. Sus fotografías poseen un efecto de atracción y repulsión, un brillante equilibrio de confrontación entre su resolución formal –deudora de las estéticas de la abstracción– y su perturbador contenido, que indaga en cómo la especie humana habita la Tierra y se provee de sus recursos.
Burtynsky suele describir ese enfoque dual como una manera de “mantener dos puertas abiertas” para que el espectador se adentre en la obra profundizando en un tema complejo al mismo tiempo, que explora la imagen como expresión sensorial intuitiva. Cualidad que también está presente en los documentales “Paisajes manufacturados” (2006), “Watermark” (2013) y “Anthropocene. The Human Epoch” (2018), realizados junto a la documentalista, escritora y productora canadiense Jennifer Baichwal y su marido Nicholas de Pencier, director de cine y de fotografía.
Con la perspectiva que otorga la madurez, confiesa a Rockdelux: “La mayor revelación se ha producido al observar la panorámica general: durante mi vida la población global ha aumentado más de un 180%. Hoy el mundo es completamente distinto al de mis 11 años, cuando tuve mi primera cámara. También cuando embarqué en mi primer viaje por carretera a través de Norteamérica, el cual me sirvió de base para muchos de mis trabajos iniciales. Y, si pienso incluso en hace una década, la única constante real es la propia condición humana. Todo lo demás –desde la tecnología a la industria, pasando por el ritmo del progreso humano y el retroceso de la naturaleza como consecuencia de todo lo anterior– ha sufrido innumerables cambios de paradigma; reflexionar sobre ello puede dejar sin aliento. Si algo he aprendido, considerando todo esto, es que nunca ha sido más urgente un futuro que posibilite una vida sostenible en el planeta. El estado de la crisis climática y su impacto en el mundo, en todos los aspectos, también ha influido en mi vida personal y profesional. En los últimos cuarenta años, cada uno de los procesos humanos e industriales de los que he sido testigo a través de la fotografía me ha transformado de un artista entusiasta que observaba todo lo que lo rodeaba a un dedicado guardián del medio ambiente que ya no mantiene la distancia objetiva”.
Del número total de lagos del continente africano, Kenia cuenta con 64, casi el diez por ciento del total. Ocho de ellos constituyen los principales lagos del Valle del Rift. De norte a sur: Turkana, Logipi, Baringo, Bogoria, Nakuru, Elmenteita, Naivasha y Magadi. De estos, solo los Baringo y Naivasha son de agua dulce. Logipi es salino y alcalino, está en el extremo septentrional del árido valle de Suguta, en el norte del Rift. En su orilla septentrional y en Cathedral Rocks, cerca de su límite meridional, descargan aguas termales que contribuyen a mantener el agua en épocas de extrema aridez, con una composición de bicarbonato sódico. En sus márgenes hay costras salinas eflorescentes. Los flamencos suelen habitar la zona, la más importante del mundo donde se alimenta esta especie. El sistema de lagos es clave en la ruta migratoria de Asia Occidental y África Oriental que sigue un gran número de aves cada año desde los lugares de incubación en el norte para invernar en África. Algunas partes reciben la visita de las poblaciones de aves más diversas del planeta y albergan trece especies amenazadas globalmente. Es una importante región de nidificación y cría de los pelícanos comunes, alberga poblaciones de gran importancia de zampullín cuellinegro, espátula africana, avoceta común, zampullín común, tántalo africano, cigüeñuela, gaviota cabecigris y pagaza piconegra. En las tierras que rodean los lagos viven grandes poblaciones de rinoceronte negro, jirafa de Rothschild, gran kudú, león, guepardo y perros salvajes.
A lo largo de su trayectoria profesional, Burtynsky ha documentado la extracción petrolera y minera. Esta última se entiende por “sobrecarga” –también llamada “desechos” o “despojos”– a la roca, el suelo y el ecosistema que se encuentra encima del área de explotación, sobre la veta del material que se extrae, la cual se elimina durante la extracción. Los “relaves” son el material que queda tras haber extraído los componentes económicamente valiosos del mineral. La visión aérea de estos paisajes residuales resulta paradójicamente fascinante y perturbadora.