Serie

Fleishman está en apuros

Taffy Brodesser-Akner(miniserie, Disney+)
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Si el valor de una obra se mide por su ambición, “Fleishman está en apuros” (2022; en España 2023) no debería tener demasiado. Médico divorciado bregando con sus hijos tras la desaparición de su ex. Así, a bote pronto, suena a bodrio. Y, de hecho, a ratos lo es. Pero quizá la vida sea un zurullo intragable en ocasiones para hacernos gozar más el resto. La serie de Taffy Brodesser-Akner, que ya antes fue una novela best seller de la propia guionista y creadora, brinda a la gloria de esa premisa.

Durante ocho capítulos seguimos los dramas y chanzas de Toby Fleishman, que es como un Gregory House patoso. Igual de egocéntrico y dotado pero con menos cinismo, menos chulería y macarreo, así que mola menos. A Jesse Eisenberg se le da de vicio hacer de pringao. Y de judío. Porque, desde el principio, todo en esta serie es muy judío. Judío a lo Woody Allen. Judío a lo “porque soy judío puedo maldecir de los judíos”. Es decir, muy judío. Incluso se ve “El lamento de Portnoy” (Philip Roth, 1969) en una escena al lado de la cama del joven Toby. Lo cual, para quien haya leído la obra, ya dice mucho de la serie.

De hecho, como Roth, el guion abandera ya en el primer capítulo ir de cara con las cosas. Vaya, que la sinceridad se agradece. No esquiva el sexo, ni la sofisticada ridiculización de las decisiones en la mediana edad. La ambición de la novedad, la nostalgia de la juventud, el placer de una vida todavía lejos de la decepción. Por lo general fantasías que pasados los cuarenta acaban, irremediablemente, en lo ridículo. Sabe bien ese sentido del humor.

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Ahora, es estresante cuando la ficción se viste de realidad sin dejar de ser eso, ficción. Porque uno piensa que lo que ocurre en pantalla es lo que nos debería ocurrir a todos y… ¡nah! Error. Por ejemplo, en esta y otras series no sé cómo hacen los protagonistas, que reciben más likes y fotos de tangas en las aplicaciones de contactos, aunque tengan una cara nabo de aúpa, que el actor de un vídeo porno los primeros minutos. En estas producciones son ricos hasta en el folleteo casi sin proponérselo.

Porque, oh, ricos tienen que ser. Todos tienen pelas y el que se supone que no las tiene luce una vida que te hace pensar que la tuya está en la categoría de desecho. Es algo que se percibe en la terrible manía de los apartamentos de ensueño. Lugares donde hasta un “pisito de rodríguez” tiene buenas vistas y estancias amplias de catálogo. ¡El Sueño Americano!

A ratos los capítulos son como un relato de Tom Wolfe, donde los pijos dan tanto asco que hasta apetece ser ellos (excepto las crías, que tienen una actitud de lo más hostiable y nauseabunda). Su imbecilidad es tan descarada que embriaga. El debate zumba del golf al tenis. Los Hamptons o Saratoga. Porque si vas a contar una historia, cuenta una de ricachos. El espectador entenderá que el dinero no da la felicidad. Aunque lo cierto es que, puestos a tener problemas, los prefiero en un apartamento cojonudo frente a Central Park que en un bajo interior sin ventanas en Vallecas. Estas series aciertan en eso. Presentan la verdadera lucha de clases tras la caída del Muro de Berlín. O Central Park o Vallecas en verano.

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En cuanto a los personajes, ellos toman decisiones que los hacen ser insufribles o unos calzonazos y ellas unas superficiales neuróticas estajanovistas. Sobre todo Rachel, la mujer de Toby, interpretada por una siempre impecable Claire Danes. Solo se salva la narradora, porque la historia avanza a través de la narración de uno de los personajes que equilibra toda la movida. Pero, para quien aguante, habrá sorpresa. Huele raro desde el principio que una serie escrita por una mujer, dominada por una voz femenina, con muchos personajes femeninos y, en fin, que partiría el test Bechdel muestre a una protagonista tan... ¿cómo decirlo dulcemente? Hija de puta. Hay que echarle paciencia.

En fin, la gracia de la serie radica en dejarse llevar por las frustraciones de Toby y las malas decisiones de Rachel. Como digo, hay mucha comedia al tiempo que también mucha soledad, desencanto y la tortura de las expectativas fallidas. Pero para mí, al final, creo que Brodesser-Akner nos dice que merece la pena. Que la felicidad bien vale el dolor de la decadencia. Y el de Fleishman es un dolor muy accesible a todos, haciendo fácil tomar la temperatura de nuestra infelicidad a través de las enfermedades de sus personajes. Lo cual ya es un logro.

En conclusión, diré que las relaciones son campos de batalla injustos donde los bandos van cambiando su artillería. Y “Fleishman está en apuros” es, ante todo, un retrato de esa batalla. A veces, en la relación con uno mismo. ∎

El campo de batalla de la vida.
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