Premio Herralde de novela con “Después del invierno” (2014), Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) vuelve a publicar una nueva colección de relatos –la anterior, “El matrimonio de los peces rojos”, data de 2013– tras “La hija única” (2020), su última novela.
“Los divagantes” incluye ocho cuentos –que se abren con una cita de Anaïs Nin: “Nous ne voyons pas les choses comme elles sont. Nous les voyons comme nous somnes”– que, con pulso firme, se adentran en complicadas relaciones familiares y en la fragilidad de los cimientos de un mundo que puede desmoronarse en cualquier momento. Entre el realismo crudo y la fantasía que (levemente) se alza hacia los confines de lo poético, los relatos de “Los divagantes” saben aferrarse con talento a una de las reglas del género: en pocas páginas es tan importante lo que se cuenta como lo que se sugiere y queda fuera de foco.
“La impronta”, que abre, es una verdadera pieza de orfebrería, iniciada con una de esas frases que obligan a seguir leyendo: “Antes de morir, mi tío estuvo tres semanas en el hospital”. Y sigue con una historia familiar donde el borrado de alguno de sus miembros se convierte en una bisagra que activa los deseos de la narradora por conocer lo que le han ocultado durante años.
“Jugar con fuego” y “La puerta rosada” hurgan, cada uno a su manera, en la debilidad de relaciones amorosas y familiares que parecen ejemplos de felicidad pero al que un hecho inesperado basta para que el idílico edificio se tambalee, mismo patrón en el que encaja “La vida en otro lugar” (situado en Barcelona), un prodigio que no desentonaría entre las obras completas de Julio Cortázar.
“El sopor” es una distopía con la pandemia y el confinamiento en su centro. Y el cuento que da título a la colección, uno de los picos más altos del libro, es un delicado y emocionante relato de iniciación que habla de exilios, infancia y amistades perdidas y reencontradas.
Si dejaron escapar “Después del invierno”, “Los divagantes” es una inmejorable oportunidad para sumergirse en el mundo de Nettel, cuentista de raza, oteadora de miedos y esperanzas y notaria de acontecimientos agazapados en las sombras dispuestos a hacer zozobrar sin aviso la insignificante cotidianidad de nuestras vidas. ∎