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Por Quim Casas→
13. 01. 2023
Bravo por Ali Abbasi, el director iraní nacionalizado danés que sorprendió hace cinco años con su tercer largometraje, “Border” (2018), un thriller fantástico y romántico protagonizado por trolls. Más allá de la singularidad de los personajes, latía en las imágenes de aquel filme una extraña pulsión que abarcaba otros asuntos además del más explícito, el de la diferencia y la normalidad. Lejos de acomodarse en las formas y temas que tan bien le funcionaron, Abbasi da un giro bastante radical para adentrarse en su siguiente película, “Holy Spider (Araña sagrada)” (2022; se estrena hoy en España), por los vericuetos de un relato policíaco disconforme en el que una periodista de Teherán investiga una serie de feminicidios cometidos en Mashhad, la ciudad de peregrinación en la que se encuentra el santuario del imán Reza. Todas las víctimas del asesino en serie del relato son prostitutas a las que engaña, lleva en moto a su casa –cuando su esposa e hijos están ausentes– y asesina en aras de una limpieza religiosa y moral.
El asesino, esta araña que esparce sus peludas patas con pasmosa simpleza sin que nadie de las fuerzas del orden logre darle caza, ejerce una suerte de yihad contra el vicio. Es un albañil que a duras penas gana lo suficiente para mantener a su familia. Quiso combatir en la guerra y convertirse en mártir. Después de cada asesinato, llama a un periodista porque necesita la notoriedad. Si al día siguiente no aparece en el periódico el crimen que acaba de cometer, su ira aumenta. Todo hombre debe enfrentarse a aquello que desea evitar, se nos dice en un sermón islámico. Saeed, el albañil imbuido del sagrado deber de mantener la pureza, se enfrenta con lo que desea evitar y Ali Abbasi utiliza su cruzada para realizar un impecable retrato de la sociedad iraní extensible, por otro lado, al mundo occidental.
En este sentido no hay demasiada diferencia entre lo que muestra “Holy Spider (Araña sagrada)” en sus segmentos finales y lo que podemos encontrar en títulos tan diversos como “M, el vampiro de Dusseldorf” (Fritz Lang, 1931) o varios de los centrados en la figura de Jack el Destripador, caso de “Desde el infierno” (Albert y Allen Hughes, 2001). En la película de Lang, la policía deja que los propios delincuentes se organicen para capturar al asesino de niñas, mientras que en el filme que adapta el cómic de Alan Moore sobre el destripador victoriano de Whitechapel, a la policía y magistrados ya les va bien que el psicópata limpie las calles de prostitutas. Lo mismo ocurre en la impactante segunda parte de “Holy Spider (Araña sagrada)”, en la que Saeed –de quien sabemos a los quince minutos que es el asesino: no es un relato basado en sorpresa alguna– es atrapado y juzgado, pero el juicio se convierte en una atrocidad que justifica los crímenes porque buena parte de la sociedad está de acuerdo con la purga realizada por el protagonista.
Sabemos quién es el autor de los crímenes. Sabemos de los entresijos del sistema que los permite. Asistimos a la violencia y abuso cotidiano ejercido por la propia policía sobre la periodista que investiga los asesinatos. Pero no desvelaremos aquí las imágenes finales de la película, las que le otorgan verdadero sentido. “Holy Spider (Araña sagrada)” es meticulosa –los primeros diez minutos se concentran en uno de los asesinatos– y desconcertante en su tramo inicial: la forma que tiene Abbasi de presentar y filmar la cotidianidad de la primera víctima, de modo que creamos que esa es la protagonista de la historia para al poco eliminarla de la misma como Alfred Hitchcock elimina a Janet Leigh a los treinta minutos de “Psicosis” (1960). Son estrategias para descolocar. Todo está dirigido hacia esos planos finales, cuando la periodista, de regreso a Teherán, escucha y ve algo que ha grabado antes. La araña sagrada tiene más de cuatro pares de patas. ∎
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