Memorias de un productor musical.
Memorias de un productor musical.

Entrevista

Javier Limón: “Hago producciones de autor”

Javier Limón es músico y productor de referencia en los campos del flamenco, el jazz y el pop de aires latinos de las dos últimas décadas, a ambos lados del Atlántico. A punto de cumplir los 50, publica sus impresiones personales en “Limón. Memorias de un productor musical”. Además, desde hace años es docente en el prestigioso Berklee College of Music de Boston.

Leyendo estas memorias, se entiende que su vida ha tenido diversos hitos. Pero para los aficionados su año fue 2003. Javier Limón (Madrid, 1973) participó en las producciones de “Cositas buenas” (Paco de Lucía), “Lágrimas negras” (Bebo & Cigala) y “El pequeño reloj” (Enrique Morente). Poca broma. A ese trío de ases se suma “El cantante” (2004), de Andrés Calamaro, como explica en el cuarto capítulo de “Limón. Memorias de un productor musical” (Debate, 2022). Con el tiempo, se interesa por las músicas de raíz, del Mediterráneo a la India. Su disco “Mujeres de agua” (2010) se abre a ese cambio.

Durante una charla distendida en un hotel barcelonés, habla de su libro y de la identidad musical de distintos géneros. Mira a los ojos para asegurarse de que su discurso es cabal y entendible desde la imaginación, el riesgo y la curiosidad con que ha construido su sello, Casa Limón.

El libro surge de dos cosas. Una, de las cenas con mis amigos donde contaba anécdotas que creían muy graciosas y se reían, de ahí hice un anecdotario. Por otro lado, dar clases en Berklee me obligó a ordenar unos conocimientos que, normalmente, están desordenados. El conocimiento que hay de Paco de Lucía y Morente está desordenado. Las clases también demandan un orden. Me he inventado una manera de ordenar la escritura de las canciones en castellano. A saber: narrativas, que cuentan una historia; secuenciales, las que son repetitivas, ‘te quiero por tal, te quiero…’; descriptivas, como ‘New York, New York’, canción que da título al filme de Martin Scorsese; o emocionales, que transmiten felicidad, nostalgia, optimismo… Y estas cuatro categorías son combinables entre sí”.

Con Paco de Lucía.
Con Paco de Lucía.

Lo que el músico plasma en sus memorias es un reflejo de su creatividad latina, plasmada en una taxonomía de sonidos que dibujan un universo que piensa distinto y siente parecido en “Hombres de fuego” (2021), su última producción. Desde el inicio se intuye “un hilo narrativo en la composición, en las letras, en la sonoridad; incluso geográficamente”, indica el productor. Participan, entre otras, las voces de Santiago Auserón, Miguel Poveda, Chabuco, Arcángel, Alejandro Sanz, Carlos Vives. Un all stars transversal de la canción y pop latinos. El encaje de las voces flamencas es de primer orden.

Javier Limón es cómplice y responsable absoluto, ya que es productor, compositor de la mayor parte del repertorio y, además, participa como guitarrista. “Mis discos están ahí, plantean mi historia. ‘Mi guitarra’ de Juan Luis Guerra fue nominada a la mejor canción del año en los Latin Grammy, en noviembre pasado”. En un ejercicio de alquimia, el Limón productor logra que Carlos Vives, en “Tambores”, acerque al Limón compositor al mundo creativo de Rubén Blades. Sin olvidar “Partir daquí”, la reunión con el cantante portugués António Zambujo y el guitarrista y fadista Diogo Clemente. “No ha habido videoclips, no habrá concierto alguno”, asegura. “Son amigos. Con mis álbumes como artista tampoco he hecho videoclips. Si quisiera tener más recorrido haría otro tipo de discos. La conclusión final es que mis discos, salvo alguna pequeña excepción, no han tenido una presentación en directo porque, como dice mi madre, son pa’ matar el gusanillo”.

¿Cuándo aparece la idea de producir?

Me dedico a componer y hacer letras para flamencos. Llega un momento en el que me doy cuenta de que las canciones que yo hago no llegan al lugar que había imaginado. Me profesionalizo en la producción con el objeto de tener más control artístico sobre la obra; de hecho, yo hago producción de autor. No llamas a Woody Allen para que dirija “Piratas del Caribe”. Tu entrevista es de autor, no es una entrevista estándar… o cocina de autor. Si me llaman, saben a quién llaman.

“Cantar bien no significa componer bien. Es mejor cantar mal para componer bien, porque a todos los que cantan bien todo lo que sale por su boca suena bien y es como un engañabobos. Los grandes compositores no suelen ser cantantes”

Hablemos de Enrique Morente y “El pequeño reloj”.

Ese disco está en mi póquer particular. Me dio mucha seguridad. Estoy muy prendado de ese disco. ¿Sabes quién me dijo el otro día que era su disco favorito de Morente? Fíjate quien me lo dijo el otro día, ¡Arcángel!, que no se puede ser más morentero que él. De hecho, Arcángel era el cantaor favorito de Enrique, de los jóvenes, antes de que su hijo se pusiera a cantar.

Un hecho que llama la atención es el de colocar canciones en obras ajenas. Cabe pensar que se acota la perspectiva del productor respecto al trabajo del otro. ¿Qué opinas?

Cantar bien no significa componer bien. Es mejor cantar mal para componer bien, porque a todos los que cantan bien todo lo que sale por su boca suena bien y es como un engañabobos. Los grandes compositores no suelen ser cantantes. Desde hace unos años solo quiero producir discos que me pongan. Ahora que soy un viejuno quiero hacer proyectos bonitos con alguien que quiera cantar. Y si quiere meter una canción suya o de alguien, ha de ser una gran canción.

Otra singladura es la docencia, nada menos que como profesor en Berklee.

A Boston llego porque me contratan para dirigir y producir el concierto de homenaje a Paco de Lucía cuando se le hace entrega del doctorado honoris causa, en 2010. Fue entonces cuando me comentan “¿por qué no te quedas un año como ‘visiting artist’?”. Prorrogué un año más. Luego decidí que me quedaba. Me apetecía mucho que mis hijos estudiaran allí. Estoy ocho meses allí y cuatro aquí, para estar con los míos.∎

Un viaje por tres mundos

JAVIER LIMÓN
“Limón. Memorias de un productor musical”
(Debate, 2022)

El poso que deja la lectura de las memorias de Javier Limón resulta evidente para cualquier audiófilo: poder acercar la nariz a una de sus audiciones y, de paso, tomarle el pulso al barrio de Batán y entrar en alguna casa de comidas durante una pausa de las grabaciones. Y escuchar entre mentiras y veras las ocurrencias del productor.

A la tarea de narrador, el autor incorpora la de docente. En particular cuando explica con detalle el descubrimiento y uso de software de edición que cambiará el proceso de grabación y que le ha ayudado en la producción de álbumes de flamenco.

El relato abarca otros campos de su conocimiento como el latin jazz y las músicas de raíz, estas últimas vestidas de experiencias muy sentidas por el productor que, un buen día, se plantó en Salvador de Bahía y se enamoró de sus gentes y sus ritmos. Para Limón decir Brasil supone un arrebato de vitalidad. Caetano Veloso, Carlinhos Brown, Ivan Lins o la pianista Eliane Elias son referentes para él. De Argentina, la pasión por el tango. Cosa similar pasa con las culturas mediterráneas.

Para Limón no hay star-system ni mainstream que valga. Solo músicos de altísimo nivel que reverencia y con los que –en algunos casos– ha establecido estrechos lazos de amistad. Paco de Lucía o Enrique Morente son lo mejor de lo mejor. Un término medio sería su relación, llena de cariño y respeto, con el pianista y compositor cubano Bebo Valdés. También su amistad con la intérprete indobritánica Anoushka Shankar.

El libro “va dirigido a quienes tengan curiosidad por saber qué ha pasado con la música en Iberoamérica y el Mediterráneo en las últimas dos décadas”. Lo dice el actual director artístico del Mediterranean Music Institute en Berklee College of Music –que obtuvo el Grammy Latino al mejor productor en 2004 y el Grammy al mejor álbum de latin jazz en 2009– a partir de una idea:El mejor director de marketing es una buena canción”. 

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