Tres años después de su insigne predicción, el ejecutivo californiano concedió una entrevista a ‘Variety’ donde ofrecía otro pronóstico igualmente lúcido. Interrogado por la reciente adquisición de FX –y de todo el estudio 20th Century Fox– por parte de Disney+, Landgraf insistía en algo: “Nuestro valor es la programación de calidad, es todo lo que importa”. “El riesgo del futuro”, añadía, “es quedar subsumidos en plataformas gigantes y que desaparezca el oxígeno de la llamada ‘televisión no lineal’”.
Como buen jefe de estudio, Landgraf es un nombre extraño para cualquier persona no especialista en el asunto, pero si especificamos que es el responsable de desarrollo de series como “The Americans” (Joe Weisberg, 2013-2018), “Atlanta” (Donald Glover, 2016-) o “Louie” (Louis C.K., 2010-2015), su carrera nos parecerá bien honorable. En una etapa marcada por la figura del todopoderoso showrunner, conviene seguir tirando del hilo y retroceder a figuras previas en la cadena de producción para entender del todo cómo hemos llegado a esta edad de oro de la ficción televisiva.
Es el caso de Landgraf, que convirtió FX –cadena de cable filial de Fox– en una marca reconocible, hoy estandarte de las series de calidad para adultos. Entenderemos mejor el alcance del trabajo de Landgraf si nos remontamos a 2002. Aquel fue el año en que el directivo –que había adquirido experiencia como vicepresidente del prime time de la cadena NBC, supervisando el desarrollo de series fundamentales como “El ala oeste de la Casa Blanca” (Aaron Sorkin, 1999-2006) o “Friends” (David Crane y Marta Kauffman, 1994-2004)– tomó la clase de decisión arriesgada que definiría todo su buen hacer profesional. Decidió programar una serie, con cámaras digitales y estilo agresivo, que le había propuesto un grupo de escritores desconocidos encabezado por Shawn Ryan, cuya experiencia previa se limitaba a una serie previsible de sobremesa como “Nash Bridges” (Carlton Cuse, 1996-2001). El resultado se llamó “The Shield. Al margen de la ley” (Shawn Ryan, 2002-2008) y sigue siendo una de las mejores cosas de la llamada “edad de oro de la televisión”.
Tras ese éxito arriesgado, vinieron otros: “Nip/Tuck. A golpe de bisturí” (Ryan Murphy, 2003-2010), “Sons Of Anarchy” (Kurt Shutter, 2008-2014), “Justified” (Graham Yost, 2010-2015), “Colgados en Filadelfia” (Rob McElhenney, 2005-), “Legión” (Noah Hawley, 2017-2019) y “Better Things” (Pamela Adlon y Louis C.K., 2016-2022). También la extensa franquicia “American Horror Story” (Ryan Murphy y Brad Falchuk, 2011-), que permitió a Ryan Murphy revivir el alicaído formato de la antología, gracias a lo cual Landgraf apostaría después por “Fargo” (Noah Hawley, 2014-), otra serie-antología con un marcado toque autoral. Sería el crítico Sepinwall en un artículo para la web ‘Uproxx’ quien daría con la clave del “Método FX”, que bien podríamos rebautizar como “Método Landgraf”. Frente a la tiranía de las audiencias, el director de programación lanza tres preguntas a sus colegas: “¿Nos gusta la serie?” .“¿Le gusta al público?”. “¿Le gusta a la crítica?”. Si al menos dos de las respuestas a esas preguntas es afirmativa, la cadena seguirá apostando por la serie.
El riesgo más perverso de un juego de audiencias global es la uniformidad y la homogeneización, y el mérito de Landgraf como directivo ha sido su afilado instinto para desarrollar proyectos lo suficientemente distintos entre sí como para no acusarle de formulario y sí de heterodoxo, en una industria con incentivos para eliminar la originalidad. Se trata de un ejecutivo que estima que las transacciones con la audiencia no pasan meramente por las cifras. Una figura hoy rarísima, por habitual que fuera en algunos momentos del pasado.
Las dos predicciones realizadas por Landgraf con que abríamos el artículo resumen perfectamente el estado de la televisión aquí y ahora. Lo primero, y lo más llamativo: una burbuja que ya termina. Demasiadas series para una audiencia que empieza a tocar techo global en un mundo que, tras la pandemia, tiene legítimas ganas de que le dé el aire. Lo segundo: riesgo de uniformización en forma de feroz economía de la atención. Los ciclos se hacen cortos y las cosas dejan de tener importancia. Es verdad que las relaciones entre arte y comercio siempre han sido tensas en la industria audiovisual, pero no por una maniquea batalla entre hombres de negocios y artistas incorruptibles sino, principalmente, por cambios frecuentemente disruptivos en los modelos de negocio. Si Landgraf el profeta tiene razón, quizá haya menos espacio ya para Landgraf el programador. Más nos valdría que esta vez su profecía sea errónea y todavía quede tiempo y espacio para quienes han hecho de la televisión algo memorable. ∎