Instantáneas de la música latinoamericana.
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“Los rostros de la salsa”: la voz del barrio

Publicado originalmente en Cuba en 1997, “Los rostros de la salsa” supuso la reivindicación de la salsa como espacio mestizo y permeable en tiempos de declive. Su autor, el escritor cubano Leonardo Padura, recuperó en sus páginas su vertiente periodística para dialogar con algunos de los más señeros nombres de la cultura musical latina. Casi un cuarto de siglo después, el libro regresa de la mano de una reforzada edición que acredita la eficacia de su mensaje.

Escribe Raúl Fernández, profesor emérito de la Universidad de California y musicógrafo, en la presentación de esta nueva edición de “Los rostros de la salsa” (1997; Tusquets, 2021), que Leonardo Padura (La Habana, 1955) siempre se ha autodefinido como “un escritor impuro” para quien tratar de encasillarse no sería justo. Y pocos mejores que el autor cubano, periodista profesional durante quince años, ensayista y, sobre todo, novelista, para abordar una crónica oral de la salsa, no tanto “un género musical, un ritmo definido o un modo de bailar, sino más bien una totalidad surgida de la mezcla de ritmos y de estilos”, del son cubano a la guaracha, del mambo al bolero, pasando por el jazz, la rumba o el chorreao.

Publicada en 1997, entiende Fernández que“en el momento del declive salsero”, la obra retorna ahora a las estanterías con una edición ampliada que incorpora la presentación de Fernández, un flamante prólogo del autor que se suma al de su primera impresión y una jugosa segunda entrevista a Rubén Blades realizada veinte años después del lanzamiento original del texto. Tomando como referencia “El libro de la salsa. Crónica de la música del Caribe urbano” escrito por el musicólogo venezolano César Miguel Rondón (publicada en 1978, en pleno auge del movimiento, y que el propio Padura encabezó en su edición de 2004 para Ediciones B), el autor aúna en ambos prólogos crónica y ensayo en torno al fenómeno salsero, su simbología y expresividad, compromiso y estética, desde su irrupción en los barrios latinos de Nueva York en la década de los 70 del pasado siglo hasta extensiones como el reciente reguetón, pasando por precursores como el cubano Benny Moré o el boricua Ismael Rivera, convertidos en “ídolos que nunca supieron –o quisieron– ser estrellas”, la pujanza de renovadores del peso de Eddie Palmieri, la eclosión de “la salsa consciente” en el Bronx, “cantando al barrio desde el barrio”, con el gigante Willie Colón al frente, o la consolidación de la marca como título comercial. También se repasan la fabricación de nuevas estrellas con la salsa hecha a la medida, envuelta en celofán, durante la década de los 70, el ocaso del sello Fania y el auge de la salsa erótica, la transformación generada por la irrupción de autores como Blades enarbolando una plena percepción social y política o el relanzamiento del “independiente” merengue liderado por el dominicano Juan Luis Guerra.

Leonardo Padura: nostalgia y memoria. Foto: Raúl Prado
Leonardo Padura: nostalgia y memoria. Foto: Raúl Prado

Pero es el bloque de entrevistas realizadas entre 1989 y 1997 el que traza el grueso de la obra, sustentada en una nómina de invitados de aplastante mayoría masculina, alimentada por una relación de ilustres protagonistas de la cultura musical latina de finales del siglo XX. Agárrense: además de sendos encuentros con el citado Blades, por sus 285 páginas desfilan el gran Mario Bauzá (en la que fue su última entrevista), Willie Colón, Johnny Ventura, Johnny Pacheco, Juan Formell (de Los Van Van), el postrero Cachao López, Wilfrido Vargas, Papo Lucca, Adalberto Álvarez, Juan Luis Guerra, el promotor Nelson Rodríguez, quien destripa los entresijos de la industria, y el musicólogo Radamés Giro, que aporta el punto enciclopédico. Por diversas razones, Padura decidió dejar fuera diálogos con Oscar López, “el hombre al que se le atribuye la invención del mambo”, o con Chucho Valdés y, por el contrario, nunca pudo llevar a cabo entrevistas deseadas con nombres de la dimensión de Eddie Palmieri, Cheo Feliciano, Oscar D’León o Joe Arroyo. En las incluidas, el autor cubano se aparta de la erudición y del escrupuloso análisis para penetrar con tacto en la idiosincrasia de los entrevistados, agarrado a un documentado cuestionario, amoldado a cada situación y guiado por la transversalidad de una música en permanente redefinición, asociada a contextos políticos y sociales e inherente a su propio origen y conducta.

El epílogo lo aporta un capítulo titulado “Diez razones y cinco opiniones para creer (o no) en la existencia de la salsa” en el que Padura contrastó crónica y lecturas del hecho salsero desde la perspectiva de 1993. Una discografía básica clausura un volumen necesario para adentrarse en las palabras de algunos de los hombres (sí, la salsa dejó poco espacio al aporte femenino) responsables de una apasionante música que asoció con éxito evasión y conciencia.

La insondable receta de la salsa.
La insondable receta de la salsa.

Palabra de salseros: extractos de “Los rostros de la salsa”

“El término ‘cultura’ ha sido aplicado desde su misma concepción histórica de manera muy discriminatoria, y pareciera por eso que su intención fue la de crear y definir lo que una élite en el poder consideró adecuado, o necesario, forzar como ejemplo a seguir. Para esa mentalidad excluyente, la contribución de otras comunidades de distinta composición étnica, social o económica no solo les resultaba inútil, sino que incluso la consideraban como inexistente, o de poca importancia. Esa actitud siempre me resultó equivocada y repugnante, pues cultura es un término mucho más amplio y participativo y no limitado a los gustos de una minoría que, además, no es representativa”. Rubén Blades

“¿La salsa? ¿La salsa? No, chico. Eso no es serio. ¿Tú me quieres entrevistar o envenenarme la sangre hablando de eso? ¿Quién dijo que la salsa existe? A ver, ¡enséñame un papel con música salsa, anda! Fíjate que el otro día vi un casete con un programa cubano que se llama ‘Mi salsa’ y dije: ¡Ahora sí que estamos jodidos, si hasta allá hablan de salsa! Pero ¿quién dijo que la salsa existe? Mira, pregúntale eso mismo a Tito Puente, que él sabe bien de dónde salió todo eso, y te va a decir lo mismo, que la única salsa que él conoce es la de los espaguetis…”. Mario Bauzá

“Es que la salsa es como un periódico, una crónica de nuestra vida en la gran ciudad, y por eso habla de temas como la criminalidad, la droga, la prostitución, el dolor, el desarraigo y hasta de nuestra historia de explotados y subdesarrollados. Ya no se habla de cortar caña o de la vida del campesino –aunque pueda hacerse y de hecho se haga–, sino de los problemas y del ambiente en que viven los latinos del mundo moderno y las causas que los han llevado a ese estado”. Willie Colón

“Si lo tradicional se convierte en un patrón creo que estás andando por un camino cerrado, que no va a dar más de sí, y por eso, sin perder la tradición, hay que lanzarse a las búsquedas. Así, sin desvirtuar la música del Caribe, estamos siempre proponiendo variantes novedosas, incorporando elementos de otras músicas”

Papo Lucca

“Para mí, la llegada de los españoles, el encuentro de dos mundos o de dos culturas, fue la imposición de la fuerza de una cultura sobre otra, y desde el punto de vista humano fue uno de los genocidios más terribles que recuerda la historia de la humanidad”. Johnny Ventura

Como las cosas no iban con el sello Alegre, con el dinero de mis discos yo decido hacerme socio del negocio y empecé a traer gente para la compañía. Traje a Orlando Marín, a Kako, a Eddie Palmieri. Todo fue bien hasta que Al Santiago y yo tuvimos diferencias por el pago de las regalías de los músicos y decidí irme. Aunque tenía poco dinero, pensé entonces en formar una compañía que respetara el derecho de los artistas y les pagara lo que era suyo. Entonces, con Jerry Masucci, que ya era mi abogado, buscamos 2500 dólares prestados para grabar un disco de Pacheco y su Charanga que se llamó ‘Cañonazo’, donde había un número cubano titulado ‘Fanía Funché’, de Rolando Bolaños. Y de ahí sacamos el nombre de la compañía que fundamos entre los dos, porque esa palabra no solo es pegajosa para los latinos, sino también para los americanos, y nosotros queríamos llegar a todos los mercados”. Johnny Pacheco

“Si lo tradicional se convierte en un patrón creo que estás andando por un camino cerrado, que no va a dar más de sí, y por eso, sin perder la tradición, hay que lanzarse a las búsquedas. Así, sin desvirtuar la música del Caribe, estamos siempre proponiendo variantes novedosas, incorporando elementos de otras músicas, de la norteamericana, de la brasileña, en fin, de todo lo que tenga alguna relación artística con nuestra ideas, porque también si te nutres de un solo terreno puedes volver a caer en ese camino sin salida”. Papo Lucca

“(Debo) Mucho: a los Beatles y a George Martin, que era su orquestador y al que casi nunca se le da el crédito que merece. Como aquella primera canción que saqué en la guitarra fue de ellos, creo que eso me marcó para siempre. Después seguí tocando casi todas sus canciones y me aprendí muy bien las orquestaciones de George Martin. Fíjate, por ejemplo, que en ‘Ojalá que llueva café’ hay un homenaje a los cornetines de ‘Penny Lane’, y la forma de orquestar los violines de ‘Eleanor Rigby’. Y si te fijas en la forma de montar las voces en cualquiera de mis bachatas, también vas a ver esa influencia de los Beatles”. Juan Luis Guerra 

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