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Hace unos años entrevisté a Mamoru Hosoda (Kamiichi, 1967) en San Sebastián, festival en el que ha presentado algunas de sus películas. Allí me contó que el cine de Hayao Miyazaki había sido inevitablemente una influencia para él, pero también citó una película fundamental que le había marcado: “El espíritu de la colmena” (1973), de Víctor Erice. En buena parte de su cine, Hosoda ha contado historias a través de los ojos de los niños, utilizando su mirada como puente entre la realidad y la fantasía. El pasado viernes estrenó en España “Belle” (2021), una portentosa obra de animación en la que se adentra en territorios de ciencia ficción a través de las nuevas tecnologías. Su protagonista femenina, Suzu, ya no es una niña, tiene 17 años, pero está desconectada del mundo que la rodea, así que encontrará en un espacio virtual el lugar en que sentirse aceptada y hallar su propia identidad.
Hay algo muy profundo que conecta esta nueva película con todas sus obras precedentes: la soledad, el sentimiento de incomprensión, la sensación de tránsito hacia otra etapa de madurez y también la orfandad. Suzu acaba de perder a su madre y tiene que lidiar con ello. Todas son historias de iniciación, protagonizadas por personajes que se encuentran en un momento de cambio determinante. Historias de aprendizaje en las que se habla de la familia, de los valores y de la necesidad de hacer frente a las inseguridades para luchar sin miedo ante los problemas que plantea la vida.
En todas sus películas el director parte del elemento cotidiano para realizar una minuciosa descripción costumbrista de los ambientes. Es el punto de anclaje para adentrarnos en un universo imaginativo que siempre tiene sus propias reglas y que, por lo general, sirve para ampliar el espectro simbólico. En “La chica que saltaba a través del tiempo” (2006), su primer gran éxito, el dispositivo syfy sobre el que se asentaba la narración era una excusa para que la joven protagonista afrontara sus primeras decepciones amorosas, así como el miedo a expresar sus sentimientos. Algo parecido ocurre en “Belle”. Suzu crea un alter ego, un avatar, a través del cual exteriorizar sin miedo sus cualidades y sus emociones. Un trasunto de esa doble cara que generan las redes sociales, donde la imagen es lo que importa, donde puede configurarse un relato ficticio de nosotros mismos y donde la verdad y la mentira terminan por confundirse.
Resulta inevitable referirse también al fallecido Satoshi Kon (1963-2010), responsable de cinco de los pilares básicos del anime moderno para adultos: “Perfect Blue” (1997), “Millennium Actress” (2001), “Tokyo Godfathers” (2003), “Paprika” (2006) y la serie de televisión “Paranoia Agent” (2004). Hosoda se formó en sus inicios en la misma factoría, Madhouse, y quizá la obra que mejor recoge esta herencia es “Summer Wars” (2009), que entronca directamente con “Belle”, ya que, en ella, el mundo virtual luchaba por tomar el control del real a través de un virus informático que atacaba una hipotética red social a la que toda la humanidad estaba conectada. Sin embargo, aquella obra resultaba conceptualmente más inaccesible que “Belle”, en la que predomina una perspectiva menos críptica, menos abstracta. Pero en ambas late una desbordante creatividad visual, un buen número de capas de lectura y un mensaje en torno a la propia identidad de Japón, entre las tradiciones sobre las que se ha asentado el país y las nuevas tecnologías donde todo es posible.
El espíritu pop también lo irradia todo en “Belle”, como ocurría en “Summer Wars”. No solo por el colorido visual, también por la utilización, en este caso, de las canciones que convierten a la protagonista en una estrella de internet, donde la música es capaz de cambiar el mundo. Pero quizá lo más importante sigue siendo la forma tan delicada con que el director sabe conectar con la sensibilidad contemporánea y algunos temas de actualidad de una manera muy sutil. En este caso con el bullying o la obsesión por la relevancia en las redes sociales, que puede convertirnos en monstruos o en iconos influencers y sacar lo mejor y lo peor de nosotros. Puede que “Belle” sea la película más arrebatada del Hosoda, la que de forma más rotunda se identifica con cuentos de hadas como “La bella y la bestia”. También la más romántica, la más exacerbada y orgiástica. Porque todo en ella es un remolino de intensidad etérea. ∎
Es la película que más conecta a Hosoda con Miyazaki. Civilización frente a naturaleza, sentimientos humanos frente a instinto animal. También se acerca a él en su simplicidad poética, en su trazo refinado y luminoso, en su imaginación desbordante repleta de lirismo y espiritualidad. Un cuento que bascula entre la épica lírica y el intimismo más sutil, repleto de imágenes refinadas sobre la necesidad de encontrar nuestro lugar en el mundo.
Su primera y única nominación al Óscar por el momento. Una fábula infantil protagonizada por un niño de cuatro años que se siente desplazado cuando llega a casa su hermana recién nacida y su pequeño microcosmos se desmorona. A partir de ese momento tendrá que enfrentarse a sus miedos para hacerse más fuerte y crecer. El director se muestra más esencial que nunca y se sitúa a la altura de los ojos de ese pequeño, que utilizará la fantasía como refugio.
La película fundacional de Hayao Miyazaki, en la que se concentran todos los rasgos de estilo tanto narrativo como formal que fue perfeccionando a lo largo de su carrera. El germen de todo. El desastre medioambiental de connotaciones apocalípticas, la necesidad de reconectar con la naturaleza, el miedo a lo desconocido personificado en criaturas que el propio ser humano ha creado, el espíritu steampunk, los ingenios voladores y las heroínas juveniles independientes, decididas, nobles y fuertes. Lo épico y lo mitológico. El humanismo.
La última película de Satoshi Kon –fallecido en 2010–, en la que de alguna forma se mira “Belle”, ya que explora el subconsciente y se adentra en los sueños para extraer de ellos todo su poder significativo. Además, se erige como un estudio sobre la dualidad de la personalidad que obliga a los individuos a desdoblarse en imágenes especulares de una misma identidad. Hay confusión entre realidad, ficción y pesadillas, se superponen los niveles narrativos y se trata el tema de las inseguridades en el seno de una sociedad alienante. ∎