Filmando a su manera. Foto: Roberto Serra (Getty Images).
Filmando a su manera. Foto: Roberto Serra (Getty Images).

Fuera de Juego

Monte Hellman: la metafísica de la imagen

Fallecido el pasado día 20 a los 91 años, Monte Hellman pasó de la serie B de Roger Corman al cine de autor independiente con pasmosa naturalidad. “Carretera asfaltada en dos direcciones” es una película única en el panorama indie de los primeros 70, más europea y abstracta que norteamericana y concreta, la obra cumbre de un estilo sin continuadores. Pero en el contexto independiente, Hellman hizo otras cosas importantes: él asesoró a Quentin Tarantino cuando este llegó con el guion sin pulir de “Reservoir Dogs” a las oficinas del Sundance Film Institute, y acabó siendo el productor ejecutivo de esta otra obra cumbre de los 90.

En el libro “50 años de cine norteamericano” (1991), elaborado a medias con Jean-Pierre Coursodon, el recientemente fallecido Bertrand Tavernier (1941-2021) escribía lo siguiente sobre “Carretera asfaltada en dos direcciones” (1971), la obra cumbre de Monte Hellman (1929-2021): “Todo es filmado en estado bruto, escenarios y sentimientos, y es imposible ‘engancharse’ porque Hellman rechaza el encanto y la fascinación. Los largos silencios de los dos principales personajes se oponen a las diatribas y monólogos de Warren Oates, el actor fetiche de Hellman; las dos actitudes están cubiertas de una angustia similar, la misma ausencia de comunicación”. Tavernier añade que, en su momento, la película contó con el entusiasmo de gente tan fuera del sistema como Hellman, caso de Sam Peckinpah, aunque, paradójicamente, “Carretera asfaltada en dos direcciones” es su único filme producido por un gran estudio, Universal, que no se enteró de en qué estaba invirtiendo el dinero. Esta road movie nihilista que reinventó, en el contexto del nuevo cine norteamericano, este tipo de relato itinerante que había popularizado dos años antes Dennis Hopper con “Easy Rider (Buscando mi destino”) (1969), tardó en ser digerida. Parecía más europea que estadounidense. El propio Hellman citaba como influencia a Samuel Beckett, aunque resulta evidente una cierta inspiración francesa, tanto de la nueva ola como, sobre todo, de Robert Bresson: la puesta en escena es muy jansenista y James Taylor, con su pelo largo y su jersey holgado de lana, parece, y se mueve, como cualquiera de los personajes de “Cuatro noches de un soñador”, rodada el mismo año por Bresson.

Fue el cineasta Richard Linklater quien la definió como “una película de autocine dirigida por un realizador de la nouvelle vague”, esgrimiendo también otra idea muy acertada: el filme de Hellman habla en realidad del alejamiento de todos los ítems estadounidenses del momento (drogas, hippies, pacifismo, psicodelia), del despojamiento absoluto al estilo de “Los americanos” (1958), el libro de fotografías de Robert Frank. Ahí reside la importancia –además del carácter icónico como producción indie– de “Carretera asfaltada en dos direcciones”, su posicionamiento contracultural.

A tenor de lo expuesto, parecería que Hellman fue autor de una sola película. Y nada más lejos de la realidad. Se formó en la compañía de Roger Corman, quien le financió su primer largometraje, la serie B de terror casi paródico “La bestia de la cueva maldita” (1959), y para quien rodó escenas adicionales de sus filmes “Ski Troop Attack” (1960) y “The Terror” (1963), realizó un prólogo de seis minutos para “Creature From The Haunted Sea” (1961), solo utilizado en las emisiones televisivas, y montó “Los ángeles del infierno” (1966).

Tras un par de películas realizadas en Filipinas, “Flight To Fury” (1964) y “Back Door To Hell” (1964), ambas con Jack Nicholson, Hellman regresó al redil de Corman para dirigir sus dos wésterns abstractos y metafísicos, “El tiroteo” (1966) y “A través del huracán” (1966), de nuevo protagonizados por Nicholson, quien firmó el guion del segundo. “Gallos de pelea” (1974), su última película al amparo cormaniano, tiene un tema y tratamiento muy propios de Hellman, el escéptico retrato de un tipo que pasea por el sur del país participando en peleas de gallos.

Lo que vino después sería un trazado errático por otras cinematografías, realizando cometidos alimenticios sin acreditar –terminó y montó “El tren de los espías” (1979) tras la muerte de su director, Mark Robson– y buscando financiación para productos que irían de lo rutinario a lo personal: un wéstern en Italia –“Clayton Drumm” (1978)–, un drama existencial filmado en Lanzarote –“La iguana” (1988)–, un filme de terror barato –“Posesión alucinante” (1989)– y el último intento de recuperar su posición autoral con una reflexión sobre el propio sustrato del cine, “Road To Nowhere” (2010), algo pretenciosa y atribulada, pero con espasmos de la lucidez que siempre tuvo Hellman, un cuerpo extraño hasta en el cine independiente norteamericano. ∎

Películas a contracorriente


El tiroteo” (1966)

Los primeros minutos de “El tiroteo” son una sinfonía audiovisual. El filme se abre con el primer plano de la cabeza de un caballo; el animal nota el peligro, corte al jinete (Warren Oates), que también se alerta. Primeros planos del hombre y del animal, las patas del caballo (muy bressoniano); cámara subjetiva cuando se ponen en marcha. Música densa e inquietante. Hasta que Hellman no los encuadra en plano general, en un paraje desértico, el espectador se siente extrañado y confundido. En la encrucijada de los géneros clásicos en los años 60, Hellman quiso reinventar el cine del Oeste.


“A través del huracán” (1966)

Si, pese a su abstracción, “El tiroteo” tenía algo de los wésterns de Budd Boetticher, este resulta bastante más clásico en sus ideas y exposición de las mismas: es una historia de falsos culpables, de tres vaqueros acusados de un crimen que no han cometido y que son perseguidos para ser linchados. El referente es aquí el espectral “Incidente en Ox-Bow” (William Wellman, 1942), pero con un alto grado de naturalismo: el forajido que encarna Harry Dean Stanton defeca detrás de una roca antes de asaltar la diligencia.


“Carretera asfaltada en dos direcciones” (1971)

Es un drama existencial. Y es un wéstern con coches, por su recorrido y por el laconismo del conductor y del mecánico del automóvil trucado que participa en carreras cortas e ilegales. Tiene a dos músicos de protagonistas, James Taylor y Dennis Wilson, el batería de The Beach Boys, y a Warren Oates como contrincante. Su mítica alcanzó al rock: en 2003 se publicó un disco de tributo al filme, “You Can Never Go Fast Enough”, con aportaciones de Wilco, Calexico, Sonic Youth, Cat Power, Giant Sand, Mark Eitzel y Will Oldham. David Lowery le rindió otro sentido homenaje en la escena de “The Old Man & The Gun” (2018) en la que Robert Redford y Sissy Spacek, también modelos independientes –el creador del Sundance Film Institute y la actriz de “Malas tierras” (Terrence Malick, 1973)–, ven la película de Hellman en un cine.


“Gallos de pelea” (1974)

De apariencia más campechana que la anterior, pero igual de escéptica. Oates parece prolongar su personaje de sibarita corredor de coches, pero compitiendo en las peleas de gallos. Tiene una contribución fotográfica cruda de Néstor Almendros, pero de creer a Corman, todo fue idea de él, la elección de la novela de Charles Willeford de 1962 en la que se basa el filme, el reparto, darle la dirección a Hellman y contratar a Almendros porque “hice números y ¿acaso me costaría mucho más pagar a Almendros el pasaje aéreo de París a Georgia que desplazar a un operador desde Hollywood?”. ∎

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