Tal vez porque se insiste en su escasa comercialidad frente a la novela, el cuento corto parece haber caído en desuso en la narrativa contemporánea. Más aún en el cómic, donde la novela gráfica ha desplazado a la serie por entregas y al relato breve, tan habituales en las revistas de cómic adulto de los años 80. Sin embargo, aún quedan autores que no solo apuestan por el cuento, sino que evidencian que su talla no es precisamente menor. Nadar, seudónimo de Pep Domingo (Castelló de la Plana, 1985), debutó en el cómic con una notable historia larga de cuatrocientas páginas, “Papel estrujado” (Astiberri, 2013), pero ya en su segundo libro mostró su interés por las de corto recorrido: “El mundo a tus pies” (Astiberri, 2015). Pero si en esa obra Nadar hacía un ejercicio de pura inmediatez en su fresco de la juventud golpeada y obligada a emigrar por la crisis de 2008, en su cómic más reciente, “Transitorios”, el autor, en un ejercicio de madurez artística, es capaz de ampliar su campo de experiencia personal a una variedad de vivencias pertenecientes a diferentes generaciones y clases sociales, lo que permite al libro alcanzar una dimensión más universal.
Los protagonistas de las cuatro historias que conforman “Transitorios” se encuentran en diferentes momentos de sus vidas, pero todos tienen en común que se hallan en momentos de cambio y transformación, desde el rito de paso que supone la adolescencia en “Hombrecito” al actor que afronta el retiro en “Alejo Duque”. Los tonos se alternan, del más seco y casi violento del primer relato mencionado a la comedia con tintes absurdos del segundo, pasando por el aire de metafísica cotidiana que impregna “Artista local”, última y mejor pieza de las cuatro. Como señala Mery Cuesta en su epílogo, la paternidad está muy presente en todas las historias de un modo u otro, así como el rol social de las mujeres, especialmente en “Asignatura optativa”, donde la protagonista recuerda y parece dar un nuevo significado a un incidente de su adolescencia, cuando un profesor de cine la invitó a su casa con intenciones poco claras, narrado, además, con una calculada ambigüedad por parte de Nadar.
Su capacidad para contar cuestiones complejas sin obviedades, didactismos o moralejas es, precisamente, una de las cosas que más se agradecen del autor. Diálogos parcos, inusitadamente bien escritos, se combinan con silencios elocuentes. Los maestros de Nadar parecen provenir de la novela más que del cómic: Alice Munro abre el libro con una cita, pero también puede citarse a Raymond Carver o a los maestros del cuento del realismo mágico latinoamericano. Sin embargo, irónicamente, si por algo destaca “Transitorios” es porque nunca cuenta nada con los textos que pueda contarse mediante la imagen; Nadar aplica las lecciones bien aprendidas de su bagaje previo, lo que incluye el “oficio” adquirido en sus trabajos para el mercado francés junto al guionista Julien Frey –“El cineasta” (2018; en España 2020) o “Fatty. El primer rey de Hollywood” (2021; en España 2022)–, pero también elementos bien integrados en su estilo personal tomados del manga –esa modulación de las expresiones faciales a través de la caricatura– y del cómic independiente norteamericano.
El resultado son cuatro lecturas de calado, desarrolladas con sutileza, que resultan notables en su capacidad de construir personajes psicológicamente complejos en poco espacio, de forma que esquiva el riesgo, siempre presente en el relato corto, de caer en los estereotipos, pero que también evitan la tentación del giro epatante, del truco narrativo para sorprender por la vía fácil. En su lugar, “Transitorios” plantea dilemas adultos y construye una visión de la vida y del mundo matizada, moderadamente optimista, especialmente en “Artista local”, donde Nadar parece decirnos que, al final, el tiempo sigue fluyendo y el destino tiene insospechadas maneras de rimar las historias. ∎