El concepto de transgresión no está lo suficientemente manoseado como para dejar de admirar la obra de Nazario Luque (Castilleja del Campo, 1944) que La Cúpula ha revisado con mimo, en esta ocasión bajo el título de “Nuevas mujeres raras”, álbum editado a finales de 2021. Comentada por el propio autor, la compilación dobla en páginas la edición de 1987 y tiene como finalidad reinvindicarse. Siguiendo la máxima pasoliniana del derecho a escandalizar, lo cierto es que las historietas –adaptaciones gráficas de cuentos e ilustraciones del sevillano– traen consigo la carga seminal –nunca mejor dicho– de ser eso mismo: pioneras. Además, lo son en frentes diversos. Por el tipo de publicaciones que las alojaron (mucha prensa marginal como ‘Star’, ‘El Rrollo Enmascarado’, ‘Rock Cómix’, ‘El Víbora’) y por la estética desplegada, influida por el comix underground en el feísmo, así como en una comicidad corrosiva aunque inevitablemente atenuada por el factor pluma, que invita a no tomarse muy en serio las cosas de la vida. También, naturalmente, por el protagonismo de las historias, repartido entre aristócratas libertinas, amantes solitarias, amistades gais y aventureros en busca de experiencias homoeróticas ocasionales.
Experimentos como el “Abecedario para mariquitas” (1978), recogido en este volumen, que, según deja caer el propio Nazario, a posteriori sería copiado como formato por Javier Mariscal; con rastros de Tom de Finlandia y fetiches marianos andaluces, con la Virgen del Rocío como epítome. O locuras directas como la divertidísima fotonovela que el artista hizo en compañía de una banda donde estaban, entre otros, Max. El libro finaliza con una serie de dibujos extraídos de una obra donde hay cartelería encargada e imposible, viñetas para cabeceras con su punto picante como ‘Primera Línea’ e incluso homo-homenajes como el dedicado a su colega Ocaña, otro al que le pirraba la imaginería de las vírgenes y el outfit mantilla (especificidades del mariconeo andaluz).
Si “La piraña divina” (1975) señaló el nacimiento del cómic marginal barcelonés, ahí estaba el creador de Anarcoma como responsable del cuaderno, que no tiraba más de 300 ejemplares y reunía elementos que serían clave a la postre: sexo, drogas, violencia. En este libro, que es un recorrido por su actividad profesional, buena parte de esta tríada está ahí. El componente fetichista aparece en relatos turbios, de martirologio, a los que el artista es aficionado, alcanzando cotas altas en “Vírgenes y mártires” (1986), sádico hasta la médula. La mitología clásica se encuentra entre sus inspiraciones. En el dibujo detallista de “Salomé” (1982) no puede faltar, tampoco, la sensualidad masculina –y cómo no, abultada– de la soldadesca. Tebeos como “La calabaza encantada” (1976), por otra parte, exudan las ansias de libertad feminista del momento, trasladando la necesidad de anticoncepción a la Edad Media. Pero es que del estilo abigarrado de principios de la década de los 70 al monólogo interior de “Helena, una sombra en la Plaza Real” (1990), con sus viñetas a toda página, viajamos, casi, hasta la obra pictórica de un historietista libre y adelantado como pocos. ∎