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En los últimos años se ha generado un contexto reivindicativo en torno a la autoría femenina de cómic que forma parte de una corriente más amplia, que a su vez abarca todo el tejido artístico y cultural. Frente al discurso perezoso que se repetía acríticamente hasta hace poco, el consabido “no hay autoras”, se ha desarrollado un esfuerzo reparador y genealógico que cabalga la cuarta ola de los feminismos y que se apoya, también, en el actual boom del cómic hecho por mujeres. En muchos casos son las propias dibujantes quienes recuperan figuras históricas ninguneadas y apartadas del canon y quienes construyen el relato que permite encontrar puntos de conexión entre generaciones. Precisamente, dos de las tres comisarias de la exposición “Perdona, estoy hablando”, que puede visitarse en el CentroCentro de Madrid hasta el 23 de julio, son autoras de cómic: Roberta Vázquez (Santiago de Compostela, 1989) y Teresa Ferreiro (Santiago de Compostela, 1989), colaboradora de esta casa. La tercera, Tevi de la Torre (Barcelona, 1976), es gestora cultural y habitual en los montajes de CentroCentro. Se trata de un espacio especialmente abierto al cómic, que albergó durante años el proyecto de “La ciudad en viñetas” por el que circularon numerosos autores y autoras de cómic y que, en 2017, programó “Animal Collective”, una soberbia exposición sobre cómic experimental y subterráneo, con presencia de colectivos de toda Europa.
“Perdona, estoy hablando” bloquea desde su propio título el discurso hegemónico patriarcal, al que no le deja meter baza en el propio. La muestra recoge el trabajo de cerca de ochenta autoras de diversa procedencia, aunque hay una parte importante de españolas. Se articula en torno al cómic autobiográfico, pero las comisarias lo entienden en un sentido tan amplio que casi podría considerarse “no ficción”, una corriente que arranca de forma sólida y continuada en el cómic a partir de los diferentes movimientos autorales de los años sesenta, especialmente el comix underground estadounidense, punto cronológico del que arranca la exposición.
Sin embargo, y con buen criterio, las comisarias han decidido estructurar el recorrido siguiendo ejes temáticos, que cristalizan en seis espacios en los que las obras de autoras de diferentes generaciones pueden dialogar entre sí y plantear continuidades, influencias y problemas persistentes. Del espacio afectivo al trauma familiar e histórico, pasando por las identidades LGTBIQ+ o el espacio laboral, la muestra nos lleva por las diferentes salas, conceptualizadas con elementos parcos –un color característico en las paredes y algunas figuras de cartón troquelado para decorar los espacios centrales– y bien diferenciadas, a pesar de que alguna transición resulta un poco confusa y no es fácil saber en qué sección concreta se encuadra cierta autora. No obstante es una pega menor, ya que, en realidad, muchas de ellas podrían haberse incluido en casi cualquiera de las temáticas, simplemente escogiendo un ejemplo u otro de su trabajo.
Las páginas de las dibujantes son el centro de “Perdona, estoy hablando”. La muestra, que se abre con unas viñetas de la excelente Conxita Herrero, intercala reproducciones –de buena calidad y, salvo alguna excepción puntual, con un tamaño apropiado– con planchas originales –son especialmente llamativas las de Diane Noomin y Lola Lorente– en una propuesta que tiene por objetivo dar a conocer al público la variedad temática y estilística que puede encontrarse en el mercado. Se incluyen también otras piezas artísticas: el impresionante conjunto de cerámica de Nuria Figueiredo, la animación de Rocío Quillahuaman o el tapiz de Teresa Ferreiro, entre ellas.
En cuanto a la selección de autoras, resulta evidente que en ningún caso se ha pretendido exhaustiva. Que se echen en falta nombres importantes –por otro lado, bien conocidos ya– como Marjane Satrapi, Trina Robbins o Claire Bretécher no debe verse como una carencia, sino más bien como la constatación de lo inabarcable que sería intentar incluir a todas. Es preferible, en lugar de eso, dar a conocer a autoras jóvenes, pero también a veteranas con poca o ninguna obra publicada en España. En ese sentido, la exposición acierta al no establecer diferencias entre cómics breves publicados originalmente en revistas –los trabajos de Aline Kominsky o Diane Noomin—, en novelas gráficas –Emil Ferris, Kate Beaton, Phoebe Gloeckner o Tillie Walden–, en fanzines –Pepa Prieto Puy, Andrea Galaxina, Teresa Ferreiro o Marlene Krause– o en viñetas de humor en internet: Monstruo Espagueti, Otraputacuentadedibujos o Elisa Riera. En su vocación internacional puede criticarse la práctica ausencia de autoras africanas y de Oriente Medio, así como los pocos nombres que se encuentran del manga: Mariko Kikuchi y Rokudenashiko. Sin embargo, sí se incluyen algunas de las principales autoras de América Latina, como Marcela Trujillo, Sole Otero, María Luque o Powerpaola, y se aprecia un esfuerzo especial por situar en el mapa a autoras inéditas en España, como la australiana Rachel Ang, las estadounidenses Tara Booth, Ariel Schrag y Amy Kurzweil, la rusa Anya Ulinich o la ucraniana Julia Alekseyeva, entre otras.
“Perdona, estoy hablando” es una magnífica oportunidad para el público general y los lectores más avezados de descubrir nuevas autoras y, sobre todo, de constatar la enorme riqueza visual y expresiva que el lenguaje del cómic permite. Quizá aún haya gente que pueda sorprenderse de las sofisticadas herramientas que ofrece para tratar con cuestiones íntimas y políticas, sabemos desde hace tiempo que “lo personal es político”, pero también con aspectos traumáticos de la experiencia de millones de mujeres, desde la violación a la discriminación laboral, pasando por los abortos no deseados.
El contexto de reivindicación que mencionaba al comienzo de este artículo es el que nos permite encontrar, al mismo tiempo que “Perdona, estoy hablando”, varias exposiciones dedicadas a autoras de cómics e ilustradoras: la ya comentada aquí “Constelación gráfica” en el CCCB de Barcelona, “Il·lustríssimes. Dones que van dibuixar el segle XX” en la Biblioteca de Catalunya o “Núria Pompeia. Ayer, hoy y siempre” en la Casa de la Entrevista de Alcalá de Henares, entre ellas. Pero a poco menos de un kilómetro de CentroCentro, en la biblioteca del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, podremos encontrar otra de las más significativas: “¡Mujercitas del mundo entero, uníos! Autoras de cómic adulto (1967-1993)”, comisariada por Guillermo Cobo y Alberto Medina, que puede visitarse hasta el 9 de junio. Al contrario de lo que sucede en “Perdona, estoy hablando”, aquí los cómics y revistas tienen un protagonismo central que enfatiza la importancia del soporte en un medio de masas reproducido mecánicamente. El pequeño espacio expositivo se exprime sin llegar a saturar y se presentan diferentes vitrinas que recogen publicaciones pertenecientes al período comprendido entre el auge y la caída del primer boom del cómic adulto en España, y reconstruye una genealogía con nombres que, afortunadamente, ya están siendo reivindicados. Desde la pionera Núria Pompeia al trío de autoras de la llamada “generación del compromiso” –Marika Vila, Montse Clavé y Mariel Soria–, pasando por Laura Pérez-Vernetti, Marta Guerrero e Isa Feu como representantes del underground y de ‘El Víbora’ (1979-2005) y por Ana Juan, Victoria Martos o Ana Miralles, habituales de ‘Madriz’ (1984-1987). Pero también da espacio a nombres aún poco conocidos, como Roser Oduber, Rosa Lleida o Pilar Herrero.