“Siento que nos estamos desvaneciendo… quiero decir, mira todas nuestras historias: son del pasado, no tenemos ninguna nueva”. Esto le dice Star (Kristen Wiig) a su mejor amiga Barb (Annie Mumolo) para convencerla de que se lancen a la piscina y experimenten algo absolutamente nuevo: pasar una semana en un resort de Florida. Quizá, estas frases de “Barb And Star Go To Vista del Mar” (Josh Greenbaum, 2021), escrita por las propias Wiig y Mumolo, van más allá de los anhelos de las dos protagonistas de salirse del molde de su anodina vida en Nebraska y disfrutar del sol. Quizá sea algo que la misma Kristen le dijo a su amiga en la vida real, Annie. En 2011, ambas habían firmado el guion de una de las piedras de toque de la Nueva Comedia Americana. Protagonizada por Wiig y por un dream team de actrices cómicas (Melissa McCarthy, Maya Rudolph, Rose Byrne), “Bridesmaids” (Paul Feig, 2011; distribuida en España como “La boda de mi mejor amiga”, título que ha cedido su espacio al original en el imaginario cinéfilo) obtuvo un éxito rotundo, tanto por parte de la crítica como de la taquilla (“es la película producida por Judd Apatow más taquillera de todos los tiempos. En general, es una anomalía para una película clasificada R y con un atractivo mayoritariamente femenino”, decían en ‘IndieWire’). Pero el tiempo ha pasado, “Bridesmaids” ha cumplido ya diez años de su estreno, y quizá sus autoras se preguntan si “todas sus historias” forman parte del pasado. De este interrogante, de este deseo de renovación, parece nacer “Barb And Star Go To Vista del Mar”.
En 2012, el crítico francés Jacky Goldberg escribía lo siguiente en el libro colectivo “Very Funny Things. La nueva comedia americana”:“Al interesarse por los resortes de la psique masculina, los grandes cómicos del momento otorgaron a la comedia americana su carta de nobleza. Y después, inevitablemente, esta comenzó a pudrirse, a degenerar... Ha llegado el fin de esa ‘comedia del macho sensible’, tan querida, y no cabe sino alegrarse de ver que por fin llega el modelo opuesto”. Goldberg situaba así la regeneración de la Nueva Comedia Americana en películas como “Hazme reír” (2009) de Judd Apatow, pero también en “Bridesmaids”, que parecía indicar el camino de una comedia que privilegiaba un punto de vista femenino insólito en el cine mainstream: el de unas protagonistas excéntricas, patosas, escandalosas y repletas de defectos. Era la exitosa irrupción en el cine popular de un arquetipo femenino que había obtenido excelentes resultados en la ficción televisiva –de “Las chicas de oro” (Susan Harris, 1985-1992) a “Roseanne” (Roseanne Barr & Matt Williams, 1988-1997; 2018)–: la de la “mujer indisciplinada” descrita por Kathleen Rowe en el libro “The Unruly Woman. Gender And The Genres Of Laughter” (1995); esa que subvertía todas las características tradicionalmente consideradas femeninas (modestia, recato, contención) y se “saltaba la antigua regla por la cual las mujeres no podían hacer un espectáculo de sí mismas”. La brecha abierta por “Bridesmaids” no tuvo, sin embargo, continuidad: la película, producida por Apatow, fue a la vez la cima y el final de aquella tendencia excéntrica y alocada de la comedia femenina y, de paso, de la NCA. Fue, como decían en ‘IndieWire’, “una anomalía”.
Podríamos intentar esbozar algunas de las causas del “desvanecimiento” (por usar la misma expresión que Star-Wiig) repentino de dicho éxito: en primer lugar, la apropiación y explotación de la fórmula “comedia gamberra protagonizada por mujeres” por parte de la industria dio lugar a versiones desvaídas del filme original –de “Despedida de soltera” (Leslye Headland, 2012) a “Y de repente tú” (Judd Apatow, 2015)– que debieron causar cierto agotamiento en el público; en segundo lugar, el salto de parte de su equipo creativo al cine de gran consumo se saldó con un estrepitoso fracaso: las “Cazafantasmas” (Paul Feig, 2016) lideradas por Wiig y Melissa McCarthy constituyeron un batacazo en taquilla solo equiparable a las hordas de trolls que diseminaron su odio hacia el filme –incluso antes de su rodaje– a través de las redes (nótese también cómo el título español evitaba incluir el artículo femenino, mientras que su precedente masculino de los 80 sí incorporaba un “los”). De todos modos, la causa más plausible de que el fenómeno “Bridesmaids” se quedara repentinamente anticuado tiene una fecha (octubre de 2017) e incluso su propio hashtag: #MeToo.
El tsunami feminista que provocó dicho fenómeno –y cuyo caldo de cultivo social se estaba gestando años antes– acabo privilegiando, sobre todo en la ficción televisiva, una comedia femenina íntima, realista, muchas veces autobiográfica y de tintes dramáticos, que presentaba un discurso directo y contundente en relación al papel de la mujer en un sistema heteropatriarcal. La crudeza de “Girls” (Lena Dunham, 2012-2017), “Better Things” (Pamela Adlon & Louis C.K., 2016-) o “Fleabag” (Phoebe Waller-Bridge, 2016-2019), y sus ariscas, incómodas, antipáticas protagonistas (en la mayor parte de los casos, interpretadas por sus propias creadoras, genias todas ellas), tienen poco que ver con las burbujeantes, alocadas, inmaduras y un poco ingenuas protagonistas de “Bridesmaids” o de “Barb And Star Go To Vista del Mar”. La de Adlon o Waller-Bridge es la comedia adecuada –dura, implacable, de sonrisa congelada– para una época actual incierta a la que es difícil verle la gracia. ¿Puede, entonces, ser “Barb And Star…” una pequeña joya anacrónica, pero también excéntrica, descacharrante, a la que agarrarnos cuando ya no queda otra cosa? La limitada repercusión del esperadísimo segundo esfuerzo conjunto como guionistas de Wiig y Mumolo parece, de entrada, haber corregido la “anomalía” que supuso “Bridesmaids”: ahora, las autoras de aquel hito ya no revientan la taquilla, sino que se ven relegadas a un tímido estreno en VOD en Estados Unidos.
Como “Bridesmaids”, el último filme escrito por Wiig y Mumolo es, sobre todo, una oda desacomplejada a la amistad entre mujeres (Barb y Star, que comparten habitación, jornadas laborales e incluso imaginación). Pero algo aquí ha cambiado, y no es solo el tono kitsch que planea en una película en la que puede suceder de todo (desde mosquitos asesinos a diosas marinas), sino la conciencia de que el tiempo ha pasado. Si “Bridesmaids” era la crónica hilarante y escatológica de la amistad juvenil en la adultez, “Barb And Star…” es el viaje alucinado de dos mujeres “de mediana edad”, una expresión que las mismas guionistas se encargan de repetir, una y otra vez. Ellas saben que han pasado diez años, que la historia de “Bridesmaids” ya es antigua y, quizá como Barb y Star, han decidido que todo les da igual y que para pasar las tardes tomando el té en un anodino salón, tal vez sea mejor hacer otra cosa: viajar a Vista del Mar, o firmar el guion de una película entrañablemente camp y decididamente surrealista, destinada a convertirse, por méritos propios, en un filme de culto. Así, una década después, lo retoman donde lo dejaron: en la voluntad de regenerar la comedia americana desde una mirada femenina decididamente excéntrica e indisciplinada. ∎
Kristen Wiig
Tras dejar “Saturday Night Live” y protagonizar “Bridesmaids”, Wiig pareció haberse desvanecido en una carrera cinematográfica que no terminaba de despegar, atrapada en películas entre la comedia tibia y el drama afectado –“The Skeleton Twins” (Craig Johnson, 2014)– o en propuestas industriales de altos vuelos presupuestarios que, además, la alejaban de su brillante excentricidad, caso de la fallida “Cazafantasmas”. En los últimos tiempos, la comediante parece haber encontrado su lugar. Primero, lo ha hecho en el papel de la vecina maniática pero finalmente cómplice de “Dónde estás, Bernadette” (Richard Linklater, 2019), al lado de una Cate Blanchett que suele ensalzar a las secundarias que tiene a su lado. Más recientemente, Wiig ha encarnado en “Wonder Woman 1984” (Patty Jenkins, 2020) a Barbara Minerva, una villana llena de matices que recuerda a la Selina Kyle-Catwoman interpretada por Michelle Pfeiffer en “Batman vuelve” (Tim Burton, 1992). Los gestos torpes del personaje son un regalo para Wiig, que consigue recuperar las maneras cómicas de algunos de sus personajes más célebres del “Saturday Night Live”. En “Barb And Star Go To Vista del Mar”, Wiig se divierte con un papel muy similar: el de una malvada mujer de tez pálida que quiere sembrar el terror porque no tiene amigos. El buen momento de la actriz queda patente en un gesto: Wiig se reserva para sí misma no uno, sino dos personajes, la villana y la insegura Star.
Melissa McCarthy
Es la más grande, en todos los aspectos: la heredera natural de Roseanne Barr –excesiva, imprevisible, malhumorada–, pero con muchísimo más talento para la comedia física y bastante mejor gusto en cuanto a opciones políticas. Después de robar escenas en “Las chicas Gilmore” (Amy Sherman-Palladino, 2000-2007) y convertirse en la máxima atracción de la sitcom “Mike & Molly” (Mark Roberts, 2010-2016), donde ya ofreció ejemplos de su brutal talento como cómica de slapstick, McCarthy dio la campanada con “Bridesmaids”, siendo nominada al Óscar a la Mejor Actriz de Reparto por un personaje arrollador, tierno y explosivo a partes iguales. Desde entonces, ha combinado proyectos ajenos con películas producidas por ella y su marido, Ben Falcone, y dirigidas por este último –“Tammy” (2014), “Patrulla Trueno” (2021)–, que constituyen frustrantes intentos de contención de esa auténtica fuerza de la naturaleza que es McCarthy. La nominaron a un Globo de Oro por un papel dramático en “¿Podrás perdonarme algún día?” (Marielle Heller, 2018), pero McCarthy sigue siendo la mejor versión de ella misma cuando encuentra un cineasta –Paul Feig, que la dirigió en la fabulosa “Espías” (2015) y en la efectiva “Cuerpos especiales” (2013)– o un espacio –sus apariciones como host del “Saturday Night Live” son antológicas– que le permita dar rienda suelta a su avasalladora, apabullante, capacidad de improvisación.
Maya Rudolph
Aunque dejó el “Saturday Night Live” como miembro regular del casting en 2007, su presencia ha sido siempre beneficiosa para el show, con encarnaciones de Michelle Obama, Oprah Winfrey, Beyoncé y, más recientemente, Kamala Harris. Sus apariciones resultan fulgurantes, aunque precisamente en “Bridesmaids” probara su don para el matiz: el suyo era el papel más complicado, a veces hilarante (el gag con los dientes manchados de chocolate, o la culminación del sketch más escatológico de todos) y, otras, tremendamente tierno.
Rose Byrne
Cuando Annie, el personaje interpretado por Kristen Wiig en “Bridesmaids”, conoce a Helen Harris III, emergen los celos. Helen es todo lo que ella no es: aparentemente perfecta. El esplendor tenía un rostro, el de Rose Byrne, que se ha seguido prodigando en la comedia con más o menos fortuna –su colaboración con Susan Sarandon en “Una madre imperfecta” (Lorene Scafaria, 2015) refleja esta zona media–. Eso sí, por mucho que recientemente se haya sabido transformar en un icono del feminismo como Gloria Steinem en la miniserie “Mrs. America” (Dahvi Waller, 2020), su trayectoria siempre estará definida por una combinación tan improbable como infalible: en torno a las mismas fechas en las que celebraba la risa con “Bridesmaids”, se convertía en icono del terror gracias a su participación en la saga “Insidious” de James Wan.
Ellie Kemper
La modosita Becca de “Bridesmaids” es la estrella principal de “Unbreakable Kimmy Schmidt” (2015-2019), descacharrante sitcom de culto creada por Robert Carlock y por otra grande de la comedia, Tina Fey. El enloquecido punto de partida de la serie es el rescate de Kimmy, una chica que fue secuestrada siendo adolescente por un reverendo loco –Jon Hamm, impagable– y retenida en un búnker durante quince años. Tras ser liberada, se muda a Nueva York, donde conocerá a los más excéntricos personajes y deberá adaptarse a la vida en la gran ciudad. Kemper está fantástica como la ingenua e irritantemente optimista Kimmy, pero la serie tiene su punto fuerte en su increíble galería de personajes y actores secundarios. Nuestra favorita: la Mimi Kanassis de Amy Sedaris, otra señora de mediana edad de una excentricidad desorbitada. ∎