Cuando Sara Marcus terminó de escribir “Las chicas al frente. La verdadera historia de la revolución Riot Grrrl” (“Girls To The Front. The True Story Of The Riot Grrrl Revolution”, 2010; Contra, 2023), Donald Trump no había sido presidente de Estados Unidos, nadie había oído hablar del MeToo y el derecho al aborto estaba garantizado en aquel país desde hacía casi cuatro décadas. Era 2010 y Marcus tenía claro “que el tipo de feminismo visionario de transformación social que el movimiento riot grrrl había puesto sobre la mesa era todavía increíblemente relevante”. Pero no deja de sorprenderle la diferencia entre donde ella preveía que iban a estar las cosas políticamente a trece años vista y lo que está pasando en realidad en 2023.
Porque, inevitablemente, cualquier movimiento político, a medida que se establece, pierde el contacto con las raíces y con la gente más joven. Marcus sabía que la huella que había dejado el movimiento riot grrrl tenía que seguir evolucionando y alimentándose con la aportación de nuevas mujeres. Que habría muchos retos. Y que podía haber retrocesos en los derechos reproductivos. “Pero que fueran a revertirse tan drásticamente como ha sucedido, realmente, no estaba en mi radar cuando estaba escribiendo”, explica a Rockdelux vía Zoom.
Sin embargo, al saber que su libro se traduciría al castellano este año, no sintió la tentación de añadir algún capítulo nuevo. Entre otras cosas, porque no tiene ni idea de lo que va a pasar: “En Estados Unidos todavía estamos en medio de esto. Hay una especie de histeria de masas contra la gente trans que no puede mantenerse con esta intensidad. Tengo curiosidad por ver hacia qué lado va a caer, pero aún no lo sé”.
Lo único que tiene claro, ahora y en 2010, es que el género y la sexualidad siempre van a ser temas altamente inflamables: “El cuerpo de las mujeres, y cualquier cuerpo masculino que no sea cis, siempre va a ser controvertido. Porque, desde tiempos inmemoriales, ahí es donde las actitudes autoritarias han intentado ejercer su control. La sexualidad y la expresión de género pueden ser tan anárquicas, tan festivas, que tienes que reprimirlas si lo que quieres es una sociedad controlada”.
Ahora que con internet es más fácil crear redes de apoyo, pero a la vez también es más fácil acosar, ¿sería posible que, como respuesta a estas nuevas restricciones al derecho al aborto, surgiera un movimiento feminista similar a las riot grrrl?
Es complicado, porque de alguna manera la disponibilidad de hashtags y tiktoks sobre riot grrrl hace mucho más fácil tener ese punto de conexión inicial. Y pensar “oh, soy una de esas ochenta mil personas que le ha dado a me gusta en este vídeo, así que no estoy sola”. Pero por otro lado es una conexión muy vaga y desordenada. Y no se traduce automáticamente en nada.
De alguna manera, me da la sensación de que es como cuando tienes hambre y te tomas una bolsa de patatas fritas. Crees que has comido y, si en una hora vuelves a tener hambre, te puedes tomar otra bolsa. Pero no está ayudando a que alimentes tu cuerpo. Si darle a “me gusta” o conectar con la gente en redes sociales es el único nivel en el que funciona ese networking, no es posible que se convierta en nada más. No digo que la gente no deba hacerlo, pero tiene que haber además alguna aportación extra para organizarse de verdad. Idealmente en persona, no solamente a través de e-mails en los que todo el mundo firme una petición o escriba a una compañía para que, por ejemplo, deje de anunciarse un programa de extrema derecha. Si realmente quieres un movimiento que genere desarrollo político y emocional y que tenga alguna oportunidad de cambiar la cultura o cambiar el mundo, creo que, en algún punto, tiene que estar fuera de internet.
¿Crees que el MeToo es herencia del movimiento riot grrrl?
Es un gran ejemplo del legado de las riot grrrl en el feminismo contemporáneo. El “yo tengo una historia, tú tienes una historia, ella tiene una historia….”. Cuando las ponemos todas juntas ya no son simplemente historias, sino que reflejan una relación de poder real, una realidad sistémica en el mundo que tiene que ser abordada. Así que todo el MeToo, el hashtag, la gente compartiendo historias de tíos que han abusado de ellas tiene mucho que ver. Porque compartir una historia no es el final, sino el principio. La historia es una manera de conectar con otros, de ponerle nombre y de analizar una dinámica social mucho más grande.
El movimiento riot grrrl, entre otras cosas porque venía del punk, rechazaba el capitalismo y las multinacionales. Pero uno de sus estandartes, Kathleen Hanna, de Bikini Kill, años después pensó que con su nuevo grupo Le Tigre firmaría con una discográfica multinacional para que su mensaje llegara a más gente. ¿Crees que el movimiento riot grrrl habría tenido más impacto en las vidas de la gente si, en su momento, se hubiera aliado con los sellos grandes?
Le Tigre fueron a por una audiencia más grande cuando sus miembros ya habían visto cómo funcionaban las cosas, sabían lo que hacían y estaban en una posición en la que podían ser estrategas y pensar muy bien los pasos que iban a dar para utilizar la estructura de una multinacional. Pero creo que en un movimiento ruidoso y anárquico de mujeres de entre 18 y 24, que era las edades que tenían los miembros de Bikini Kill, Heavens To Betsy o Bratmobile entonces, si esa gente hubiera fichado por una multi con su primera banda…
Era un momento en el que el grunge estaba vendiendo salvajemente, e incluso los músicos estaban desquiciados. Algo que Bikini Kill conocían de cerca por su amistad con Nirvana. Vieron lo que eran las cosas cuando pasabas a ese lado de la industria. Y creo que tomaron una decisión muy inteligente. Para su propia supervivencia y para mantener el control sobre el mensaje de la banda, la estética y cómo difundir su mensaje. Creo que fue la decisión adecuada en ese momento. El movimiento habría llegado a más gente fichando por multinacionales, sí, pero habría sido diferente. El que se mantuviera independiente permitió que se desarrollara, quizá no cohesivamente, porque era desordenado y múltiple, pero que fuera algo más que un producto para vender. Era gente intentando, genuinamente, ver cómo resolver cosas. Y haciendo arte que reflejara y aportara a esa conversación.
Si Tobi Vail y Kathleen Hanna de Bikini Kill no hubieran sido amigas de Kurt Cobain antes de que Courtney Love apareciera en escena, ¿piensas que Love habría apoyado el movimiento riot grrrl en vez de arremeter contra él? Al fin y al cabo, años después, ella advirtió públicamente a las chicas que no fueran a las fiestas privadas de Harvey Weinstein, aunque nadie le hizo mucho caso…
En los noventa, Courtney Love era muy individualista. No estaba en una posición de “voy a ver a quién puedo ayudar” en absoluto. Se había propuesto ser una gran estrella. Trabajó muy duro para conseguir ser una celebridad, pero en esa época no lo era. Y creo que no era una persona muy dispuesta a trabajar en equipo. No lo digo como una crítica, sino como un análisis. Así que pienso que su distancia no se debe a que hubiera un conflicto sobre Kurt. Porque había muchos otros grupos en la escena que no tenían ninguna relación con Kurt y a los que nunca intentó echar una mano.
En el libro cuentas como, a medida que evolucionaba el movimiento, estar en bandas fue perdiendo importancia a favor de los fanzines. ¿Crees que hoy en día la música aún tiene la capacidad de ser el vehículo para la revolución?
Interesante… Estoy intentando analizarlo desde distintos niveles y uno de ellos es que vivo en una ciudad en la que no hay ningún local de música popular. Tenemos un club de jazz, que trae a una o dos bandas de fuera cada semana, principalmente de Chicago, que está muy bien… pero no hay conciertos de rock en la ciudad. He ido a un concierto de rock en los últimos cinco años y fue el año que estuve viviendo en Los Ángeles. Así que, definitivamente, aquí en el sur de Indiana la revolución no va a llegar con la música. Las inquietudes políticas vienen más de seguir a cierta gente en los medios o de leer libros.
Y no sé lo que está pasando con la escena punk en otras ciudades. Porque probablemente aquí tampoco hubo un concierto de Bikini Kill en los noventa. Pero creo que sí que sigue siendo un vehículo para la revolución. Por su capacidad increíble para aprovechar, expresar y armonizar los sentimientos de los oyentes y los intérpretes, del público. Por ese poder para contener pasión y combinarla con la habilidad de las letras... Creo que el poder de la música como tal sigue siendo enorme. Puede que no esté cerca de su potencial máximo, y probablemente sea distinto en cada sitio y en cada ciudad, pero la música en sí todavía es capaz de mover a la gente.
Cuando muchas llegasteis al movimiento, cuentas que las bandas que lo habían empezado estaban ya perdiendo un poco el vínculo tan estrecho que habían tenido con sus seguidores. Cuando vi a Bikini Kill en 1994, con Team Dresch de teloneras, las que me volaron la cabeza fueron Team Dresch. Y llevo años sintiendo que debo disculparme por no haber disfrutado tanto del concierto de Bikini Kill como esperaba. ¿Crees que tiene algo que ver con que Bikini Kill hubieran entrado en esa fase en la que ya no había tanta complicidad con las nuevas riot grrrl?
¡Yo vi también esa gira! Pero creo que es más una cuestión de gustos. Suenan muy diferentes. Te voy a decir una cosa: cuando yo empecé a tocar la batería, aprendí con “Personal Best” de Team Dresch y no con Bikini Kill. A pesar de ser una gran fan de Bikini Kill, la música que quería hacer sonaba más a Team Dresch (se pone a tararear canciones del grupo).
Desde aquí simplemente dio la sensación de que el movimiento riot grrrl se desvanecía a medida que las bandas evolucionaban o se separaban. Pero en el libro cuentas historias de desavenencias que fueron haciendo que perdiera fuerza. ¿Te has arrepentido en algún momento de contar las partes feas?
Nunca. Porque creo que no es mala publicidad para un movimiento el que muestre sus complejidades. Si tú le cuentas a alguien que ser parte de un cambio social radical es siempre estático y todo el mundo se lleva bien, cuando se une a él y ve que las cosas obviamente no son así, piensa: “¿Qué estoy haciendo mal?”. Pero no, es que los movimientos son así. Mi próximo libro habla de eso, de las decepciones políticas. Si quieres conseguir cambios va a haber peleas, conflicto, decepción… Y eso no significa que estés haciendo nada mal. Mantente ahí y mira a ver qué puedes hacer con eso. En el caso de las riot grrrl, aunque hubo peleas, fue algo tan potente, tan poderoso para la gente que estuvo involucrada, que no importa. Las cosas no tienen que durar para siempre o evolucionar infinitamente. Ya cumplió una función muy importante en ese momento.
¿Tuviste reacciones negativas al publicar el libro?
Bueno, tengo un gran respeto a las figuras menos públicas a las que entrevisté para el libro, y sé que a algunas les pareció alienante ver sus experiencias en papel. Yo tenía la responsabilidad de contar historias muy dolorosas y personales que la gente me había confiado y... lo transmití lo mejor que pude. Pero hubo un par de personas que me comentaron que no se sintieron bien leyendo lo que me habían contado sin que fueran sus palabras exactas. Y lo entiendo. Pero no creo que sea una reacción negativa.
¿Lo escribirías de nuevo ahora?
Lo escribí porque pensé que tenía que ser escrito. Y no quería que lo escribiera alguien que no hubiera estado involucrado. Así que, si hoy en día aún no se hubiera escrito, lo haría, sí. Porque aún pienso que es necesario que exista un recuento amigable del movimiento, escrito por alguien que sepa de verdad lo que estaba pasando. Y estoy muy agradecida por haber tenido la oportunidad de ser esa persona. ∎
¿Quieres ser una riot grrrl? Empieza a moverte, a difundir el mensaje, y ya te habrás convertido en una. Sara Marcus puede contar cómo fue porque lo vivió como una más a mediados de los noventa. Pero, además, dedicó más de cinco años a documentarse y entrevistar a las protagonistas del movimiento. Componentes de grupos, responsables de fanzines, miembros destacados de alguna de sus secciones o chicas anónimas que, sin embargo, estuvieron ahí escuchando y agitando la bandera de la revolución femenina pasan por estas 400 páginas y comparten toda esa amalgama de datos y experiencias de manera apasionante.
“Las chicas al frente. La verdadera historia de la revolución Riot Grrrl” narra la historia de todas esas jóvenes, hartas de que el feminismo tradicional no reflejara sus problemas reales, que decidieron gritar su mensaje y buscar semejantes a través de la música y los fanzines. Una revolución furiosa, aunque llena de detalles infantiles, que se enfrentaba a enemigos muy tangibles. Que surgió a partir de una escena supuestamente más igualitaria como era la del punk y el hardcore. Una escena en la que, sin embargo, las mujeres seguían en un segundo plano. Y que cristalizó en un movimiento caótico y diverso, donde el “hazlo tú mismo” era la única manera de que las cosas se movieran y en el que los intentos de organización llegaban con distinta velocidad e intensidad dependiendo de dónde estuviera cada una.
Marcus repasa la importancia que tuvieron las bandas y la música para difundir el mensaje, pero también como parte del proceso de liberación y sanación de los miembros de la revolución femenina. Bikini Kill, Heavens To Betsy, Bratmobile, Huggy Bear… Cada cual aportó su enfoque y su manera de hacer las cosas a un movimiento que no tenía normas, por lo menos hasta que los medios de comunicación pusieron el foco sobre él e intentaron distorsionar su objetivo.
“Las chicas al frente. La verdadera historia de la revolución Riot Grrrl” narra la historia de las riot grrrl desde dentro. Otorgándole la importancia que tuvo para todas las que lo vivimos hace treinta años, y también recordando el peso que su herencia tiene hoy en día en la forma de funcionar de muchas mujeres. Pero sin dejar que un sentimentalismo nostálgico empañe el recuerdo de un movimiento que también albergó sus conflictos. Y la fabulosa traducción de Ibon Errazkin permite que este documento histórico, que reivindica un movimiento muchas veces infravalorado, esté por fin disponible en castellano. ∎