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Max es uno de los grandes artistas del cómic y la ilustración de nuestro país. Un coloso. Un referente. Con casi 50 años de carrera, Francesc Capdevila aún sigue creyendo que el cómic y la música van a menudo de la mano. Por eso, además de un creador inquieto, Max sigue siendo un oyente también inquieto. Curioso, atento, ilustrado y singular, se trata de un candidato perfecto para Sintonizando a…, la sección de Rockdelux dedicada a conversar sobre música con grandes personajes ajenos, en principio, a esta disciplina.
Cosas que empiezan bien: desde que le llegó un mail acabado en “@rockdelux.com” con la propuesta de esta entrevista, Max (Barcelona, 1956) manifestó de buenas a primeras su filiación a la cabecera. “¡Qué huérfano me sentí cuando desapareció de los quioscos! Era un comprador fijo. Me servía para estar al día y me encanta su apertura de miras, más de revista cultural que no solo musical. Ahora online también está muy bien, eh, pero yo, por generación, soy un nostálgico del papel”. Pero Max, al igual que como artista, dista mucho de ser un oyente que crea que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo mismo mira hacia atrás recordando cuando con 17 años iba al piso aquel que tenían Mariscal y Nazario en Barcelona a principios de los 70, donde “además de crear la revista ‘El Rrollo Enmascarado’ se escuchaba a Frank Zappa todo el día”, que se tira cinco minutos reflexionando acerca de si el “Double Negative” (2018) de Low es un disco de rock o no, o si gran parte de su atractivo es que no puedas entrar en él a la primera.
Cosas que continúan bien: la música y las subculturas que la rodean siempre han estado presentes de manera intermitente en la obra de Max, especialmente bien emulsionadas en la serie “Peter Pank” (1984-1990) para ‘El Víbora’. Y Max siempre ha estado presente, también de manera intermitente, en la música: ha participado gráficamente en trabajos de Radio Futura, Pascal Comelade, Los Planetas, NeoTokyo, Cap de Turc o la Coral Infantil de Cantaires del Cadí de Jaume Fargas (“Jaume era muy amigo mío. Fue el primero en abrir una tienda de cómic underground en Barcelona en los 70. Le hice una especie de fanzines que sacaba con los discos y hasta el logo de la coral”). Así que la propuesta de que nos hiciera una playlist especial para Rockdelux –en realidad, un mcguffin para hablar de música– fue recibida con los brazos abiertos, a pesar de que la excusa oficial para mantener esta charla fuera la reciente publicación de “Saboteando a Shakespeare” (Salamandra Graphic, 2021), una recopilación de tiras de la sección “Trampantojo” para ‘Babelia’, donde la música popular y el cómic rara vez suelen aparecer como temática entre sus viñetas sobre, principalmente, arte y literatura. “Los tebeos y el rock aún se consideran los hermanos pobres de la cultura. Así que, como yo me adapto al perfil del suplemento, no hay muchas viñetas sobre ellos”. En cualquier caso, esta es su oportunidad de desquite, al menos en lo referente a lo musical. Así que, sin más demora, ahí va la playlist intrusa de Max: dale al play y sigue leyendo esta charla sobre tebeos, música y ruido.
Lo primero que me ha llamado la atención de tu selección es que prácticamente todos los títulos son del siglo XXI.
Es que, si no, no me cabía todo. Lo quise limitar de alguna manera y al final opté por un criterio temporal. Si la llego a hacer de todas las épocas, tampoco sería tan sorprendente. Hubiera caído una de los Beatles, unos Stones, una Patti Smith, un Dylan… Eso ya se lo sabe la gente de memoria. No creo que a nadie le hubiera apetecido escucharla si no va a descubrir nada. Por eso, me fui a algo más reciente.
También, por usar términos plásticos, diría que hay poco color en tu lista. Si entendemos por color el pop, claro.
No tengo muchas manías en la música, disfruto muchos géneros distintos. Lo que no escucho es clásica; muy extrañamente, solo si alguien me lo recomienda mucho. Nunca me ha llegado a enganchar. Con el jazz me pasa un poco lo mismo: lo puedo escuchar y llegar a disfrutar, ir a un concierto y... bueno, en casa no me lo pongo. Me suelo limitar al rock, incluyendo cosas más primitivas como el blues. El pop me gusta y lo escucho. Pero, si he de escoger favoritos, me voy al rock de guitarras enérgico. O al rollo cantautor tipo Will Oldham, que un día se electrifican y otro tocan con un banjo. Quizá tenga que ver con que siempre dibujo con música e intento amoldarla a mi estado de ánimo. Yo empiezo los días muy “tranqui”, pero a medida que pasan las horas necesito un chute de energía. A veces a las siete, ocho de la tarde, estoy poniendo cosas superbestias.
Incluyes bastante rock climático, de canciones in crescendo.
Si te fijas en “Rey Carbón” (La Cúpula, 2018), puedes descubrir que está pensado casi, casi como si fuera un tema larguísimo de noise, pero expresado con líneas, manchas y formas. Cuando lo estaba haciendo, prácticamente solo escuchaba gente que acoplaba guitarras y hacía barrabasadas con el ruido durante media hora. Hay un aspecto de este tipo de música que me interesa mucho: el éxtasis tribal. Yo lo disfruto mucho. Cuando la música me hace entrar en un estado así, vuelvo como nuevo. Es casi terapéutico.
Como parece que observas muchos paralelismos entre tu figura como creador de cómics y el rock, ¿de qué artistas te sentirías más cerca? ¿De un modelo Bob Dylan, Van Morrison o Neil Young, que van atravesando su carrera a través de etapas estilísticas distintas? ¿O de un Tom Waits, Robert Wyatt o Scott Walker, que a medida que han ido avanzando se han vuelto más suyos y han tirado solo de su propio estilo?
Ostras, Dylan y Young son de mis favoritos de siempre (ríe). Pero, en general, creo que tanto en el cómic como en el rock, dos lenguajes que dependen en gran medida de una industria, hay actitudes que se acaban repitiendo y convirtiéndose en un modelo de expresión artística. Yo siempre me he fijado mucho en el mundo de la música. E incluso me he planteado libros como si fueran LPs: cara A, cara B, alternando temas más ligeros con otros más fuertes… He encontrado muchos ejemplos en el mundo de la música para todo, pero especialmente me atraen los artistas irreductibles que trazan su propio camino.
Por eso en la playlist están The Ex, Howe Gelb o Will Oldham, ¿no? Todos parecen seguir un modelo autogestionado y libre de carrera que también es muy tú.
Yo es que aún creo en todo esto: en la contracultura, en la experimentación, en la autogestión, en la independencia… Es lo que me sigue motivando y lo que me hace gracia. Gente que tira por donde le da la gana y busca cosas nuevas y diferentes, sin plegarse a las corrientes mayoritarias. Creo que es la actitud que, en general, debería tener todo artista. La independencia personal es lo que más valoro en cualquier creador: “Quiero hacer esto, lo quiero hacer así y… lo haré”. Y punto. Y si me lo tengo que autoeditar, me lo autoedito. A ver, todos nos hemos de ganar el jornal, pero para mí tiene un valor añadido quienes se plantean ir por la vida haciendo aquello que solo ellos creen que hay que hacer. Esa actitud la puedes encontrar en creadores de cómic, de música o de cualquier mundo cultural. Yo, de entrada, siempre tengo simpatía por este tipo de artistas. Si encima son buenos, entonces ya me hago fan. Por cierto, ¿sabes que tengo una gran espina clavada con uno de estos músicos que has dicho? Tengo una portada frustrada con Howe Gelb. Me dio tanta rabia no poder hacerla... Fue un encargo de estos al límite, de esos de “ha de estar para la semana que viene”. Y me pilló con mucho trabajo. Al final la hizo Víctor Coyote, muy chula por cierto –se refiere a “Tucson”, disco de 2012 de Giant Sand–. Pero es una frustración que arrastro. He tenido varios acercamientos con Howe para hacer algo, pero… de momento no ha cuajado.
Con quien sí has trabajado mucho, seguramente con el que más, es con Pascal Comelade. Portadas para “Haïkus de pianos” (1992), “El Steinway a la guillotina” (2008) y el disco con la Cobla Sant Jordi de 2011, el cómic-CD “Lo piano vermell” en 2008, conciertos de la Bel Canto Orquestra en los que te subías a dibujar al escenario...
Con Pascal tengo una sintonía personal muy fuerte. Su visión sobre cómo debe moverse un artista dentro de la industria es parecida a la mía; tenemos prácticamente la misma edad y coincidimos mucho en gustos musicales y comiqueros. Así de fluida sale la cosa en nuestras colaboraciones. Hay una confianza total del uno en el otro. Como dijo él mismo en el documental “Constel·lació Comelade” (Luis Ortas, 2020), somos casi hermanos.
“Haïkus de pianos” creo que es la mejor portada que he hecho nunca. Fue lo primero que hicimos juntos. Me esmeré mucho. Todo cuadraba: la música minimalista y “esenciada” y el estilo de dibujo. También estoy muy contento de los siete u ocho conciertos ilustrados que hemos hecho juntos. Me siento casi un miembro ocasional de la Bel Canto Orquestra, como lo son tantos: en las bandas de Pascal la gente entra y sale y todo se mueve mucho. Pascal dice que mi función es la de cantante. Dentro de esa música instrumental me coloca a mí de frontman (ríe).
Participar en un concierto es una experiencia muy satisfactoria e importante para mí. Soy un rockero frustrado, lo reconozco. Nunca he tocado ningún instrumento. Empecé con la guitarra y ¡la gaita gallega! Pero fui inconstante. Por eso, lo de subir a un escenario me pone. Como no sé tocar nada, pues me subo con el pincel, el papel y el proyector. Con Cap de Turc, que son un grupo de neofolk mallorquín, también lo hacía. De hecho, no sé si existen todavía o están en pausa, pero con ellos sí era un miembro más del grupo. Dibujaba en todos sus conciertos, hacía toda la parte gráfica de los álbumes e incluso hicimos un libro-disco sobre textos de Ramon Llull –“Llum de Llull” (2016)–. Debe ser la banda con la que he estado más implicado, junto a los también mallorquines NeoTokyo, a los que les hacía toda la gráfica en sintonía con su rollo tecno-industrial-punk-manga.
¿Y con Los Planetas? Con ellos hiciste el videoclip de “Y además es imposible” en 2004 y los visuales de la gira del 20 aniversario de “Una semana en el motor de un autobús” (1998).
Mi experiencia con la animación, sobre todo con los videoclips, es que todo es muy difícil, muy complicado, muy largo y cuesta mucha pasta. Los presupuestos nunca llegan y siempre te quedas a medio camino de lo que soñabas hacer. Pero, bueno, yo soy fan de Los Planetas y ellos fans míos, así que al final siempre hemos quedado contentos. Y eso que a muchos seguidores de Los Planetas no les gustó nada la portada “Una ópera egipcia” (2010). Seguí los foros de fans y la mitad estaban indignadisimos. Era la primera que no hizo Aramburu. Y a mí me cayó de rebote. La tenía que hacer algún otro, no les gustó y me vinieron a buscar a mí. Pero solo me dieron dos semanas. No tuve mucho tiempo de pensarla. De hecho, quería hacer otra cosa: ese mismo dibujo, pero recortado, como un troquelado, y puesto como un teatrillo de juguete para luego hacerle una foto. Pero era mucho lío para que saliera en 15 días.
Los Planetas, Radio Futura (con los que hiciste el clip de “Tierra” en 1992 y las portada del maxi de “Corazón de tiza” en 1990 y del recopilatorio “Memoria del porvenir” de 1998)... Realmente escoges para colaborar a los grupos españoles más icónicos de ciertas épocas.
Bueno, en los dos casos, han sido ellos los que me han escogido a mí (ríe). Luego me encuentro a gusto, claro. No tiene mucho sentido colaborar con otro artista si no hay sintonía. Pero con Radio Futura todo empezó con “El canto del gallo”, en 1987. La idea inicial era hacer un cómic que debía salir dentro de la funda del disco. Pero nos enrollamos tanto y lo trabajamos tanto (y, encima, comunicándonos por carta o por teléfono, que en aquella época no había internet, ni siquiera fax), que no llegó a tiempo. Así que acabó saliendo en ‘El Víbora’ –como álbum, fue editado por La Cúpula en 1996–. Fue un trabajo estupendo. Me entendía muy bien con Santiago Auserón. Él escribía todos los diálogos nuevos para el tebeo que no salían en la canción. Un día que tocaban en Mallorca me dijo “Pásate, que ya verás qué sorpresa”. Cuando tocaron “El canto del gallo” en directo, en medio de la parte instrumental, Santiago se puso a rapear ¡los diálogos que solo estaban en el cómic! Flipé. Es una historia circular muy guapa. Todo empieza con una canción, sigue con un cómic y el resultado final modifica la canción del principio. ∎