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El viejo adagio de los brokers como advertencia: las señales estaban ahí para quien quisiera verlas. Tras el parón en seco de la producción y el comercio a escala global que supuso el estallido de la pandemia, con la estabilización de los marcadores de la misma (a mí que me registren, preguntadle a la OMS) y la reactivación de los flujos comerciales, llegaba la imparable demanda de sangre fresca del capitalismo, y, con ello, la inflación. Los precios de las materias primas se dispararon: el acero, el aluminio y la madera alcanzaron sus máximos de la década, los productores se frotaban las manos ante el flujo de liquidez garantizado por los bancos centrales y el recrudecimiento de la guerra comercial entre Estados Unidos y China ponía la guinda al pastel. En mitad de este escenario catastrófico para el común de los mortales, llegaba el asunto que nos ocupa (que sí, que hablamos de tebeos, de verdad): el desabastecimiento de papel.
El sector estatal del libro se las prometía muy felices con los indicadores presentados en el último Fòrum Edita de Barcelona, donde el incremento de ventas respecto a 2019 se había situado en un nada desdeñable 23%. Sin embargo, la industria se enfrenta al encarecimiento del precio del papel y derivados, e incluso a la carestía de estos productos. Desde su posición más que privilegiada, Amazon acumula cartón para sus envíos de Navidad, el sobrecoste energético afecta frontalmente a la actividad de las imprentas y, como siempre, los efectos de una situación así se ceban en los eslabones más débiles de la cadena.
Si bien los grandes grupos editoriales dan la callada por respuesta, en su línea habitual (y suponemos que sus recursos les van a permitir capear el temporal con menos dificultades), las editoriales de cómic independientes han advertido de lo preocupante de la situación para sus intereses. La Cúpula, Fandogamia, Norma o Yermo han anunciado que su programación se verá afectada, y que los precios de venta al público deberán aumentar para equilibrar los costes en la medida de lo posible. La bonanza de las ventas y la solicitud de reimpresiones se han convertido en un arma de doble filo, así que el calendario de novedades se presenta inevitablemente comprometido.
Así que aquí estamos de nuevo, inmersos en la enésima crisis que afecta a un sector acostumbrado a aguantar carros y carretas y dotado de un instinto de supervivencia que ya quisieran las cucarachas posnucleares. ¿Aguantará este nuevo envite? En su ensayo “Esperanza sin optimismo” (2015), Terry Eagleton invita a repensar el concepto de la esperanza desde la racionalidad (y quizá se deje llevar por la irrenunciable fe cristiana tan del gusto del posmarxismo, no me tiréis de la lengua ahora). Así que acudiremos a algunos datos que pueden ayudarnos a contemplar el horizonte cercano que se nos presenta con (moderada) esperanza.
Uno de los principales vectores de esta situación es la congestión del transporte de mercancías marítimo, que supone nada más y nada menos que el 80% del transporte de mercancías global. España tiene que importar alrededor de unas seis toneladas de celulosa para cubrir la demanda, y necesita que el tráfico de materiales vuelva a fluir. Algo que parece que ya está sucediendo: el coste de los fletes no para de bajar desde finales de septiembre y las grandes rutas comerciales rozan la actividad de 2019. Las navieras vuelven a contratar personal a destajo y bajan los precios de las materias primas. Por tanto, la escasez de las mismas se deriva de la falta de actividad comercial, no de un colapso (al menos, por el momento). No será inmediato, pero la estabilización de precios no debería demorarse. China y Estados Unidos han iniciado una ronda de diálogo de alto nivel que pretende romper la espiral de tensión en la que llevan enrocados desde hace meses. De nuevo, hay que leer las señales: no hay que descorchar el champán, pero se puede dejar enfriando en la nevera.
Inevitablemente, y parafraseando a Umberto Eco, los tebeos son tanto apocalípticos como integrados (a estas alturas, ¿no lo somos todos?). Seguirán remando porque no les queda otra, pero, de entre las muchas lecciones que los actores del sector podemos extraer de todo esto, una reflexión: el soporte digital, a tenor de lo visto, ni está ni se le espera... pero permitidme que deje esa puerta cerrada en esta ocasión, que bastante lío tenemos ya. ∎