Serie

The White Lotus

Mike White(T2, HBO Max)
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Mike White concibió “The White Lotus” (2021-) con el propósito de mostrar “cómo el dinero infecta todas nuestras relaciones”. La idea era que fuera una miniserie, pero la repercusión alcanzada tras su estreno en 2021 precipitó esta segunda temporada. Protagonizada por nuevos personajes –salvo el de Tanya (Jennifer Coolidge), que sirve de hilo– y en otra localización insular –Sicilia, en vez de Hawái-, preserva el mismo tono satírico –lo más celebrado– y espeja su estructura coral: parejas y personajes adinerados, frente a los empleados locales de un resort, con el misterio inicial sobre unas muertes que hace avanzar la serie también como adivinanza detectivesca.

Existen muchas similitudes aparentes entre ambas temporadas, que quizá invitan a ver la nueva como reiterativa o como franquicia innecesaria; sin embargo, el centro de la experiencia en que se profundiza es diferente, mediante una decantación hacia las frustraciones sexuales, que en la primera ya se abordaban pero que quedaban más sumidas dentro de la línea principal, la crítica mordaz de las imposturas de la actual élite de nuevos millonarios. Aquella temporada hawaiana era punzante, grotesca y divertida representando la obsesión por la apariencia moral y estética de una casta que, no obstante, manifiesta su poder de sumisión o humillación entre poses y proclamas hipócritas. En esta temporada siciliana, de semejante fondo resplandeciente, adquiere más relieve el mal negocio con la sexualidad, que ningún engalanamiento es capaz de recubrir y que acaba siendo el móvil del malestar de los personajes.

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“The White Lotus” tiene el valor de mantener una viva atención en las leyes del dinero y de mostrar cómo el deseo se ha atrofiado y la sexualidad se ha vuelto neurótica. En este escenario, no puede sorprender que la alegría interpretativa de Lucia (Simona Tabasco) y Mia (Beatrice Grannò), las dos prostitutas italianas, sea la que gane la partida. Se encuentra en ellas el potencial de una película en sí misma, al igual que en la observadora pareja formada por el rumiante Ethan (Will Sharpe) y la introspectiva Harper (Audrey Plaza), con su viaje emocional (que no turístico) de reencuentro vital. El exterior apenas cuenta para los personajes; cuenta cómo el estatismo y el vacío ocupacional –lejana ya la juventud anímica– los lleva a un bloqueo dubitativo y a la desconfianza, a un estado de alerta. La serie conjuga y equilibra el dinamismo interior de los personajes, movidos con esa especie de abulia y de ligereza que contrasta con la avidez de los que persiguen el dinero y desean entrar en ese terreno de juego; de forma modulada, la amenaza se cierne sobre la historia.

Pese a su estilo chato, recubierto de estereotipos y cartela turística, “The White Lotus” sigue atrevida (aunque quizá menos incisiva) en su convicción de que lo que se diría hiperbólico en sus personajes ricos –vistos desde la distancia, ¿no se dan cuenta de cómo actúan?– acaso sea un retrato más veraz y fidedigno de sus costumbres y pensamientos que su poda y contención. Es la verdad que se encuentra en el fondo de lo exagerado y el artificio. Así, y en la tradición de comedias sobre círculos de millonarios, resulta vibrante el intercambio superficial de presentimientos, intuiciones y pullas indirectas. A diferencia de las sátiras nutridas de resentimiento, no se mira con altivez ni se ridiculiza el sufrimiento de sus personajes por sus privilegios, sino que actúan con inteligencia y son narrados de un modo comprensivo y desde el fondo común de las miserias sentimentales. Concediendo tiempo y atención a todos y equilibrando de forma fluida la coralidad (algo inhabitual en estas estructuras narrativas, propensas a la descompensación), dejan de parecer gente fosilizada y hasta encuentran vías de transformación y de reconocimiento.

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Lo que se presumía unívoco acaba siendo un teatro complejo y equívoco de fingimientos conscientes que los personajes aprenden a jugar y dominar con voluntad egocéntrica, sin apenas dejar resquicios para su vulnerabilidad ni para la confianza compartida; acaban siendo mucho más esquivos de lo que los demás personajes y los espectadores creían. Uno de los grandes momentos, en este sentido, es la conversación en primeros planos cerrados que, en el último capítulo, mantienen la aparentemente frívola Daphne (Meghann Fahy) y Ethan; un misterioso espacio íntimo que genera una de esas elipsis o huecos que arman, con su tensión interior, el relato no contado de la vida. ∎

¿Exageración? ¿Artificio? Quizá no.
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