Película

Un amor intranquilo

Joachim Lafosse

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A lo largo de su filmografía, Joachim Lafosse ha recorrido, en títulos como “Perder la razón” (2012) o “Después de nosotros” (2016), la progresiva desintegración de núcleos familiares a partir de detonantes varios. En “Un amor intranquilo” (2021; en España, 2022) vuelve a radiografiar desde dentro la crisis de una pareja, la que forman Leïla (Leïla Bekhti) y Damien (Damien Bonnard), cuando el trastorno bipolar del protagonista se manifiesta de forma cada vez más agresiva. Una vez más, el director belga construye un drama que acompaña a los personajes en su progresivo deslizamiento hacia una situación insostenible. En este caso, observamos cómo un hogar estable y feliz va resquebrajándose poco a poco a medida que los síntomas de Damien arrecian. Porque lo que a priori parece una fascinante actitud de arrojo, un abrazar la vida en toda su intensidad por parte del protagonista, va tornándose en un comportamiento cada vez más irresponsable y peligroso para su entorno. Lafosse refleja una problemática grave no a partir de un impacto explosivo y brutal sino desde su afectación gradual en la vida cotidiana de los personajes. Sobre todo en la de Leïla, quien, sumida en un estado de tensión constante, intenta por todos los medios salvar su matrimonio y al mismo tiempo proteger al hijo de ambos, Amine (Gabriel Merz Chammah), de los desequilibrios del padre. Como “Mommy” (2014) de Xavier Dolan, “Un amor intranquilo” es al fin y al cabo un drama en torno a unos personajes obligados a asumir que, en estas situaciones, con el amor no basta.

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Damien trabaja como artista plástico. Su oficio de pintor aporta un par de matices a la película. Por un lado, apunta a la posible relación entre arrebato creativo y trastorno mental, un vínculo que probablemente no sea una excepción en la historia del arte. Y el estrés ante una nueva exposición ejercería de detonante de las crisis. Por el otro, el estatus económico derivado del prestigio del protagonista explica y naturaliza el entorno privilegiado en que se desarrolla la película. Una tendencia, la de normalizar el estatus acomodado de los personajes, muy habitual en el cine francés. En la reciente “Todo ha ido bien” (2021) –el drama que François Ozon dedica a otro tema con mayúsculas, el derecho al suicidio asistido– se reproduce la misma situación. Allí, en un momento dado, los personajes asumen en voz alta la conciencia de su privilegio y cómo este permite abordar un asunto de este tipo “limpio” de otras circunstancias (la falta de recursos...) que complicarían su planteamiento. Aunque no se articule de forma tan explícita ni resulte optimista en sus conclusiones, “Un amor intranquilo” no deja de ser también un filme sobre convivir con el trastorno bipolar desde el privilegio. ∎

¿El amor no basta?
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