Álbum

Alessandro Cortini

SCURO CHIAROMute-[PIAS] Ibero América, 2021

De unos años a esta parte, la sensación que transmite Alessandro Cortini en cada álbum que ve la luz con su firma es que su música no para de crecer en profundidad y personalidad. No en vano, su itinerario artístico responde a un conocido esquema: amplio baqueteo en la esfera rock, en especial junto a Trent Reznor –Nine Inch Nails–; prolífico trabajo en solitario o colaborativo con otras figuras emergentes como Daniel Avery o Lawrence English; fichaje por un sello de electrónica de calidad pero abierto al pop como Mute Records –para el cual “SCURO CHIARO” representa su segundo trabajo–.

Título (“oscuro claro”, en oposición a “claroscuro”) y portada (una figura masculina descalza, casi primitiva, que, en su parte superior, muta en distorsión geométrica) plantean ciertas ambivalencias. El retrofuturismo de cortes como el homónimo, que retrotrae al primer Aphex Twin con la épica in crescendo de un Hans Zimmer estelar, así lo muestra. Por otro lado, “SCURO CHIARO” puede asociarse a esa misma turbia claridad, haciendo trampa con la ascendencia italiana de su autor –nació en Bolonia hace 45 años–, de los trabajos de Goblin para Dario Argento. Su thriller “Rojo oscuro” (1976) sube en seguida a la cabeza, con títulos como “El espejo”, “Corre” o “Llama” brindando el escenario perfecto para que fluya la imaginación del oyente en ese mismo venoso sentido. Es más que evidente la remisión del nuevo trabajo de Cortini a factores extramusicales procedentes del ámbito cinematográfico y pictórico, canteras inagotables y gozosas a la hora de inspirar buena música; recordemos el contrapunto: incluso en su forma más sencilla, se construye en un juego análogo de alternancias.

La personalidad de la que hablábamos antes está ligada al propio sonido de un álbum, por cierto, de nuevo masterizado por el ubicuo Stefan Betke –el hombre de Pole–. Y es que el principal elemento tímbrico de “SCURO CHIARO” procede de una máquina hecha a medida por el propio músico junto a un synth-wizard que responde al muy apropiado nombre de Tony Rolando. La máquina, un teclado modular, según las descripciones, con la apariencia de una caja metálica adornada con glifos, es decir, entre el Arca de la Alianza y la consola de un ovni de los años 50, se llama Strega –“bruja” en su traducción del italiano–, un “experimento audio-alquímico” para sus entretenidos artífices. Nos encontramos, por tanto, ante uno de esos trabajos cuyo contenido viene determinado poderosamente por el medio –incluso los temas fueron elaborándose sobre la marcha con sus diferentes prototipos–, un poco como las bandas sonoras de Artémiev lo estaban por el sintetizador ANS, o las rendiciones clásicas de Wendy Carlos por el Moog. Todo muy inspirador, pero nada nuevo bajo el sol.

La diferencia de “SCURO CHIARO” frente a la inmensidad de intentos históricos fallidos con juguetes similares se encuentra en la rara maestría que demuestra Cortini a la hora de sacarle rendimiento musical a su invento. Sus proteicas resonancias se hacen tangibles gracias a la combinación de melodías pegadizas–“CORRI”–, su contenido recurso al drone –“ECCO”–, la preferencia por ambientaciones tensas –“LO SPECCHIO” es puro Claudio Simonetti– o las ondas sintéticas de propiedades abrasivas –“NESSUNO”–. Un aire inevitablemente gótico recorre el estupendo nuevo álbum de este nombre en alza, donde una y otra vez te asalta la tórrida fantasía de un Dave Gahan cantando sobre sus oscuras elaboraciones. Lo que daría lugar a un álbum de Depeche Mode tipo “Black Celebration” (1986). Pero esto sería ir ya demasiado lejos. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados