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¿Por qué ahora? Alison Goldfrapp se ha hartado de responder a esta pregunta durante el ciclo promocional de “The Love Invention”, que supone su álbum de debut como solista poco después de que “Felt Mountain” (2000), pieza capital del synthpop y glam rock del cambio de milenio, cumpliese dos décadas. “¿Y por qué no?”, no ha dudado en responder la británica, protagonista de muchas de nuestras fiebres de sábado noche y de nuestra educación sentimental sintética. A la postre, desde Goldfrapp siempre ha mostrado un espíritu aventurero, abierto al cambio –el último largo hasta la fecha del dúo, “Silver Eye” (2017), con producción de The Haxan Cloak, supuso una incursión en los rincones más oscuros del disco, con drones, ruido y sintes fantasmagóricos–.
En comparación a aquello, “The Love Invention” es un trabajo mucho más convencional, un disco de pop sintético sin ínfulas ni concesiones a esa oscuridad subyacente que siempre se ha escapado entre las rendijas de sus canciones junto con Will Gregory. Todo empezó al hilo de sus colaboraciones con Röyksopp el año pasado. Buena parte del trabajo corre con la firma de prestigio de Richard X, gurú del pop británico; y su sonido está influenciado tanto por San Francisco como por Nueva York, Rímini y un poco de Berlín. Es, pues, para lo bueno y lo malo, un álbum de puro arrebato bailable, de celebración del gozo en las pistas y el hedonismo. Que tampoco es poco.
De hecho, hasta hay espacio para una cierta reinvención: “In Electric Blue” es la clase de pop melancólico de ojos estrellados que echamos en falta en el último disco de Carly Rae Jepsen; “Hotel” es puro ochenta, pero como si al sophisti-pop le diese por incorporar ritmos electro, y “Subterfuge” se permite sonar rabiosamente moderno a la vez que rinde homenaje a “Black Cherry” (2003). Un poco en eso se resume este trabajo, en esa atemporalidad que Weyes Blood describió muy bien como estar “fuera del tiempo”. Pese a la producción futurista de sus grandes hits –“So Hard So Hot”, “NeverStop” o “Fever”, especialmente la versión “premix” que lanzó con Special Request a modo de single de adelanto, un tremendo rodillo revientapiernas–, es difícil no pensar en el pop de los dosmil de otras heroínas como Róisín Murphy, Sophie Ellis-Bextor, Kylie Minogue o, mmm, ella misma. Porque de lo que también se trata es de reflexionar sobre su legado y, sobre todo, de reafirmarlo. ∎