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Tras haber dado pistas de su fabulosa receta mutante bajo el seudónimo LOFT, la británica aya se lanza a un vacío repleto de soluciones mediante un desafiante primer LP con su nuevo alias, electrónica polimórfica del siglo XXI, a través de la que también muestra sus magnéticas aptitudes como vocalista, las cuales deforma continuamente en una bizarra expresividad ultraorgánica, repleta de efectos espectrales.
De flow desgarbado y poderoso, su dicción aflora con la fuerza imprevisible de Gazelle Twin, con quien comparte indudables similitudes de estilo y su visión rupturista con los patrones de consumo musical aceptados. Esto lo consigue gracias a flipaduras como “what if should fall asleep and slipp under”, donde suena como si hubiera desintegrado la rítmica grime en un espasmo de beats que asoman como una representación cubista de los logros cosechados por Tricky en Nearly God con su único y fascinante LP. Lo mismo podemos decir del resto de un trabajo donde cortes como “dis yacky” juegan con la caligrafía videogamer en un brote de vanguardia cercana a los postulados esgrimidos por Zomby en su esencial EP “Zomby” (2008).
Con referentes como los mencionados, “im hole” se engarza en la cadena evolutiva que va de la rama arty avant-garde de los noventa british a la metodología grime como un inesperado reglón torcido.
En “the only solution i have found is to simply jump higuer” es una muestra elocuente de cómo recoger los postulados de The Knife en su imprescindible “Shaking The Habitual” (2013) y derivarlos con mentalidad lo-fi hacia un nuevo extremo de lo que significa la verdadera mentalidad post-punk de estos años, y que tan perfectamente describía el periodista Simon Reynolds en el subtítulo de su libro sobre el post-punk: “romper con todo y empezar de nuevo”. Este es, ni más ni menos, la sensación generada por la escucha de un trabajo que comparte el espíritu transgresor de esta mentalidad tan necesaria para cambiar el futuro. Y lo hace a través de la red de nichos conformados en pautas de acción como la aquí vertida por esta alquimista del beat retorcido, capaz de gestar pesadillas de ambient industrial en “still i taste the air” o de hacer fluctuar su canto entre desgarradas formas poéticas y un caleidoscopio imposible de voces arrancadas de un pozo de locura transitoria.
No hay margen para la normalidad en tan delirante muestra de explosiones rítmicas, siempre armadas en torno a la versión oscura del grime, tal como lo era el dub con el reggae. Así de ingenioso es este tratado de sonidos inventados en otra dimensión y así suena, en base a un detritus alucinógeno y minimal de las ramificaciones dutch techno o la etimología gqom suráfricana, entre un sinfín de vericuetos articulados en torno a una vibrante visión filosófica de contornos ultrasintetizados. Y que ratifican a aya como una de las figuras imprescindibles para marcar con precisión desasosegante los caminos subterráneos que avistan las distopías futuras del UK dance. ∎