Puede parecer un disco audaz y desafiante, “valiente”, como sugiere su título, aunque en cierta medida juega sobre seguro. Richard Russell, capitoste de XL, arriesgó bastante más hace dos años cuando envolvió de dubstep y electrónica fantasmal el último hurra de Gil Scott-Heron,
“I’m New Here”. Ahora repite la fórmula para producir a otra leyenda de la música negra en el otoño de sus noches, y lo hace en compañía de Damon Albarn, tándem que tampoco es nuevo: se foguearon en el proyecto DRC Music (productores modernos grabando exprés con músicos congoleños) en
“Kinshasa One Two”. R&B futurista, dub, urban digital y algunos ritmos de baile van sirviendo de tapices sonoros para la voz aún poderosísima de
Bobby Womack, un legendario titán del soul, el funk y el rhythm’n’blues superviviente de la fama, los escándalos, las adicciones y los problemas más serios de salud (poco después de grabar este disco y antes de que se publicase fue operado de urgencia de un cáncer de colon).
Womack, de 68 años de edad, había mostrado repetidamente su simpatía por los avances sonoros; sin embargo, su currículo permanecía más o menos en un cajón desde 1994, sin que nadie confiara en sus portentosas cualidades. El gran acierto de este regreso no es tanto haberle provisto de un sofisticado sonido, sino hacerlo dejando mucho espacio y todo el protagonismo a su voz, que en ningún momento queda eclipsada o desvirtuada (tampoco por las cantantes invitadas: Lana Del Rey y Fatoumata Diawara). Es Bobby Womack moderno, pero Bobby Womack al cien por cien. Y eso está muy bien. ∎