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Álbum

Bogdan Raczynski

ADDLEPlanet Mu, 2022

11. 05. 2022

Bogdan Raczynski fue uno de los alumnos destacados de Richard D. James –ya saben, propietario de Rephlex y el hombre de Aphex Twin–, en su versión drill’n’bass, hace ya más de veinte años. Transcurridos tres lustros desde su último ejercicio de estilo, el acelerado “Alright!” (2007) –“Rave ‘Till You Cry” (2019), publicado en Disciples, subsello de Warp, recopilaba un puñado de pistas archivadas–, el itinerante artista polaco-americano, actualmente afincado en Canadá, retorna con un nuevo álbum, esta vez patrocinado por Mike Paradinas, viejo compinche de James, alma de μ-Ziq y dueño del veterano sello de techno experimental Planet Mu al que esta primavera dedicó buena parte de su programación el Laboratorio de Electrónica Visual –L.E.V.– de Gijón.

Siendo “ADDLE” el trabajo más original de Raczynski hasta la fecha, presenta conexiones con “MyLoveILove” (2001), álbum en el que aparcaba aquella radicalidad sonora que llegó a dejarlo literalmente sordo durante mucho tiempo. Ambos discos también conectan en detalles “pacíficos”, como los arreglos vocales –sonidos cuasi guturales, sin contenido semántico–, o por esa costumbre, entre gamberra y perezosa, seguramente heredada del minimalismo, de la música clásica o de sus ilustres patrones –y que James llevó al paroxismo–, consistente en identificar las composiciones de tal forma que sea imposible recordarlas por su nombre: los ocho cortes de “ADDLE” son recombinaciones aparentemente aleatorias de las letras que conforman su título “matriz”.

Si la música es un rompecabezas sonoro con sentido, aunque este no sea “figurativo” o visualizable, teniendo que recurrir frecuentemente para “explicarla” a constructos ideados desde la sensibilidad –como la distinción entre tonal y atonal, o, simplemente, con metáforas olfativas o gustativas, cuando no a la cursilería sentimentaloide–, “ADDLE” respondería con todos los honores a ese viejo paradigma del libre juego de las formas, pero “con sentido”, aunque no sepamos capaces de definirlo del todo, identificarlo y, menos todavía, universalizarlo. El caso es que donde “MyLoveILove” sonaba caprichoso –un poco a The Residents– y “Rave ‘Till You Cry” adolecía de cohesión, este ¿melancólico? “ADDLE” condensa, desde su laberíntica asimetría, mayor refinamiento y coherencia. Versión espaciosa, la del actual Raczynski, fundamentada en la riqueza de sonoridades, en la improvisación seudojazzística de tecla(do)s, botones y pantallas, y en un pulso reinterpretativo con alergia a todo lo que parezca mimético. Difícil reto.

En “ADDLE” hay tiempo para un IDM renovado –“LADDE”–, para la distorsión, el derribo y los desagües jungle –“LDDAE”–, para el jazz detroitiniano“EADLD”–, para una delicada música de cámara bien alejada del minimalismo –“ADLDE”–, para un breakbeat zen, si es que algo así es posible, y lo es, pero muy marciano –“DLEDA”–, para un espeluznante gamelán dub rondado de voces insólitas –“DLAED”– o para un deep house próximo a las puertas de Tannhäuser –“ALDDE”–. Por supuesto, no es necesario, ni conveniente, tratar de recordar estos títulos. Lo que Raczynski plantea es un intrigante dédalo electrónico, al que llama “ADDLE”, virtuoso y decantado, con hechuras que, entre otras cosas, subvierten la ortodoxia melódica –¡ay, qué difícil es dar con ella, pero también no sonar a infumable maraña si las descartas!– y la repetición rítmica, todo por un músico único que no se duerme en el encasillamiento y en la indolencia ruidista. ∎

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