Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
A finales de los 70 y principios de los 80, en las mismas fechas en las que, influidos por los discos berlineses de David Bowie, numerosos músicos británicos se imbuían de germanofilia, en Alemania la lengua de Goethe salía a la palestra del pop de la mano de los artistas de la Neue Deutsche Welle (NDW, nueva ola alemana); hasta entonces su uso había sido excepcional, muy minoritario respecto al del inglés. Las bandas encuadradas en la NDW bebían de las corrientes anglosajonas coetáneas –punk, post-punk, new wave, synthpop–, pero, lejos de calcar a sus referentes, los adaptaban a un marco distintivamente germánico. Además de los austriacos Trio, firmantes del éxito “Da Da Da ich lieb dich nicht du liebst mich nicht aha aha aha”, entre las formaciones más relevantes del movimiento había otra que no era en realidad alemana: los suizos Grauzone, comandados por el cantante, guitarrista y teclista Martin Eicher. Con motivo de su cuarenta aniversario, el primer y único álbum del grupo, editado en 1981, regresa a las tiendas en una edición ampliada con los singles autónomos “Moskau”, “Eisbär” y “Träume mit mir”, sus correspondientes caras B y otras rarezas.
Como era norma en esta fascinante ola centroeuropea, Grauzone rebosaban ambición y audacia, los movía un fascinante sentido de la vanguardia. Así lo testimonian temas como el que abre el disco, “Film 2”, tres minutos y medio de implacable prototecno in crescendo. O “Maikäfer Flieg”, una letanía desoladora envuelta en solemnidad organística a la que, perversamente, dieron el título de una famosa canción infantil alemana. La huella del krautrock se reconoce, por ejemplo, en la belicosa “Schlachtet!”, propulsada por un ritmo motorik que bien podría haber salido de la batería del gran Klaus Dinger. Tachonada de guitarras cortantes que son puro post-punk, “Wütendes Glas” es una buena muestra de las atmósferas tensas y opresivas imperantes en el LP. Otra la hallamos en “Kälte kriecht”: una canción para bailar aturdida y mecánicamente bajo el cielo nuclear de la Guerra Fría. En consonancia con la música, las letras destilan ira, amenaza y, por encima de todo, vulnerabilidad. Grauzone no conceden respiro: “Marmelade und Himbeereis” suena relajada y estival hasta que, transcurridos algo más de dos minutos, el cantante irrumpe en el chiringuito gritando “wir sind alle prostituiert!” (“¡estamos todos prostituidos!”; referencia al tema de The Pop Group “We Are All Prostitutes”, aparecido en 1979); el hechizo romántico que aflora en las palabras de “Träume mit mir” es puesto en entredicho por una interpretación cargada de agitación nerviosa.
“Me gustaría ser un oso polar / en el frío polo. […] // Los osos polares nunca tienen motivos para llorar”, reza la letra, casi dadaísta, de “Eisbär”, una magistral pieza de cold wave inspirada en el “A Forest” de The Cure que se convirtió en un auténtico hit a últimos de 1981. La presión del éxito desestabilizó en gran medida a la banda, que terminaría disolviéndose el año siguiente. Por su parte, las grandes discográficas tomaron nota: éxitos como el de “Eisbär” demostraban que había un mercado amplio para el pop en alemán; no tardarían en servirse de la etiqueta NDW para promocionar a artistas tan mansos como Nena o Falco, carentes del espíritu transgresor que había distinguido al movimiento hasta entonces. ∎