Tras llamar la atención con los math-punk Bellafea, pero sobre todo con los folk-rock Mount Moriah, Heather McEntire inició hace algunos años una carrera en solitario que la ha confirmado como gran compositora y también gran poeta. Hagan la prueba y, como Vish Khanna en el episodio del pódcast ‘Kreative Kontrol’ en que McEntire era la invitada, lean alguna de sus canciones en voz alta. No, no pierden un ápice habladas; solo se confirma la fuerza expresiva y la sublime cadencia rítmica de esas letras.
Según ha explicado la artista, “Every Acre”, tercer disco que publica a su nombre, es el resultado de una búsqueda “honesta y sin filtros” del significado y la comprensión, pero sus versos no han perdido altura lírica para convertirse en prosa desabrida. En esta sentida exploración del luto, pero también de la necesidad de conectarse a la vida a través de la tierra y el amor, H.C. McEntire sigue buscando fórmulas mágicas, nunca rimas gastadas.
Lo primero que encontró fue el estribillo de la balada pianística “Rows Of Clover”: “No es la forma fácil de curarse / Cuando estás de rodillas arañando el jardín”. Aunque esté meditando sobre la depresión y la insoportable longitud de los procesos curativos, McEntire no quiere prescindir del groove: quizá la mejora empiece por el ritmo. Los días de nubosidad anímica se repiten en “Soft Crook”, cuyo estribillo (“tómate la dosis que necesites / para superar la noche”) se convirtió para la artista en leitmotiv sanador, en “mantra para dejar atrás la culpa por necesitar estas cosas –medicación o programas de la tele u otros vicios– para ofrecerme un cierto respiro”, según escribe en su web oficial.
Pero el álbum empieza de mejor humor, con esa “New View” de sonido espacioso, guitarra suavemente reverberante y voz cargada de emoción tranquila. McEntire se rinde a la posibilidad del romance bajo la Luna del Cazador, la primera luna llena después del equinoccio de otoño. En la increíble “Shadows”, con coros de la reivindicable S.G. Goodman, sigue esa onda ensoñadora para hablar sobre la necesidad de pertenecer no a alguien, sino a algún lugar. En ambos temas, la delicadeza y la conexión con la naturaleza pueden hacer pensar en los trabajos más recientes de The Weather Station o Cassandra Jenkins. Ya saben, esa clase de música milagrosa que te aleja del ruido y reconecta con lo esencial.
Otras veces, tirando del hilo psicodélico de “Eno Axis” (2020), McEntire puede abrazar una sonoridad turbulenta. “Turpentine”, en la que Amy Ray (Indigo Girls) aporta coros, se beneficia sobre todo de la guitarra cargada de fuzz del también coproductor Luke Norton, que se marca un solo bastante imponente. En “Big Love” (por desgracia, no es versión de Fleetwood Mac), la psicodelia toma forma de sitar envolvente. Para el bellísimo desenlace con “Gospel Of A Certain Kind”, es la lluvia la que arropa al oyente, la que nos recuerda la necesidad de cambiar, de vez en cuando, pantalla por ventana. ∎