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Cuando en 1925 Francis Scott Fitzgerald escribió en “El gran Gatsby” aquello de que no había segundos actos en las vidas americanas (refiriéndose a las estadounidenses), faltaban todavía veintisiete años para que naciera Joe Strummer en Ankara (1952) y nada menos que sesenta y uno para que The Clash pusieran punto final a su carrera (1986). Números, estadísticas. Datos. Perspectivas. Ahí va otro: fijaos que desde que se publicó “El gran Gatsby” hasta que nacieron The Clash (1976) pasaron cincuenta y un años, casi el mismo tiempo transcurrido desde que nacieron The Clash hasta el día de hoy, cuarenta y seis años.
Indico todo eso por dos motivos. El primero, reflejar lo muy marcado que continúan en el presente referentes que empiezan a estar ya muy alejados en el tiempo, pero que seguimos percibiendo como si fueran de anteayer. Me da que el peso que pueda tener ahora The Clash, su vigencia, su presencia en el love is in the air musical, es más grande que la que en la década de los 70 gozaba Fitzgerald y su obra en el campo literario. Estamos nostálgicos perdidos. Hay que renovarse o medicarse.
Y el segundo motivo del primer párrafo, como seguramente habrás visto venir, es para decir que, una vez más, toca reivindicar que sí, que en las vidas debe y puede haber segundos actos. Que viva el derecho a otra oportunidad. Y eso es justo lo que le ocurrió a la carrera de Joe Strummer cuando en 1999 inició su etapa con The Mescaleros como banda de apoyo, recogida en esta cuádruple recopilación que incluye los tres discos (remasterizados) que publicó al frente de esa formación –“Rock And And The X-Ray Style” (1999), “Global A Go-Go” (2001) y “Streetcore” (2003)–, además de quince canciones inéditas, entre rarezas y demos, más un libro (de 72 páginas en la edición de 4CDs y 32 en la de 7 LPs) con un menú suculento, pensado para melómanos gourmets (entre otras delicatessen, letras manuscritas y dibujos hechos por Joe…).
Se refleja claramente, tras la escucha de estos 46 cortes, que Strummer no quiso ser un nostálgico perdido (de The Clash), ni tampoco inyectar en el prójimo ese sentimiento (de The Clash), sino que prefirió renovarse y regalarse un muy digno segundo acto, buscando nuevas formas y fórmulas, más mestizas y menos cabreadas, para seguir hablando de la insurrección, del romance y la diversión. Hacerlo con algo que no remitiese hacia atrás, sino hacia delante. Lo logró, no cabe duda, pero aquel ataque al corazón en diciembre de 2002 en su casa de Somerset se lo llevó cuando le quedaba mucho de este edificio por levantar y mucho potencial por desarrollar, igual hasta un tercer acto. La duda es si quienes se van a acercar a esta recopilación lo van a hacer por esto último o por (me temo) ser unos nostálgicos perdidos de 1986. ∎