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No es un secreto que la música tradicional constituye una red de vasos comunicantes en la que no resulta difícil encontrar los lazos que unen los diferentes folclores de la península ibérica… y más allá. Así que, parafraseando el lenguaje de los compromisos matrimoniales, se podría colegir que lo que la música ha unido no lo separe el nacionalismo obtuso. Y así, con ánimo fraternal y deseo de coyunda sonora, en este EP la asturiana Lorena Álvarez se asoma a los Pirineos desde los Picos de Europa. Es la suya una inmersión entusiasta y desprejuiciada que conecta Asturias y Aragón a través de un concepto común a estos dos pueblos: la ronda musical.
El disco, que sucede a los álbumes “Anónimo” (2012) y “Colección de canciones sencillas” (2019), es fruto de la residencia artística que Lorena realizó en 2020 en la hermosa localidad oscense de Hecho (Echo, en aragonés) en el marco del muy interesante festival LoMón Contemporáneo, que es una clara muestra de las enormes potencialidades de la llamada España vaciada. De este enclave pirenaico procede el mítico grupo folclórico La Val d’Echo, al que están ligadas figuras como el célebre Pepe Lera (autor de gemas como “S’ha feito de nuey” y “Soniando”) o Juan José Lagraba, uno de Los Rondadores de la Val d’Echo que han grabado las cuatro canciones del EP junto a Lorena.
Parte fundamental de la evolución de la música tradicional del Pirineo, las rondas o rondallas siguen muy presentes en el panorama aragonés actual (La Ronda de Boltaña, Os Chotos, Miércoles de Cecina) y demuestran la vigencia del plectro más allá de su obvia asociación con una concepción añeja (o, directamente, rancia) de la música. Las cuatro canciones que contiene este EP destilan un aroma natural. Se puede oler en ellas el aire de la montaña. Es música surgida al calor de la amistad. O como dice la propia Lorena, “música a ras de suelo”.
El disco se abre con “Dos pájaros en un almendro”, una sutil adaptación rondadora de unos resplandecientes verdiales que Estrella Morente intercaló en el tema de su padre “Montes de Málaga”, que viene a rubricar el indudable influjo de la jota y el fandango en el flamenco. “La mano ardiendo” es pura ensoñación jotera, con Lorena transmutada en una Camila Gracia (legendaria cantadora de jotas) del siglo XXI. Una verdadera delicia que da paso a “Una rosa”, donde la pasión amorosa se desata y se ve envuelta en unas sinuosas y cautivadoras armonías deudoras del Canterbury Sound, con guiños a Robert Wyatt y Stereolab, pero sin perder su esencia folk. El punto final lo pone la alegre vitalidad y la surreal ironía desbordante de sabiduría popular de “Soy un olmo”, tema que repesca de su último álbum para envolverlo ahora con laúdes y bandurrias. Cuatro canciones, en definitiva, que componen una seductora serenata astur-pirenaica, una irresistible reivindicación de lo sencillo y natural. ∎