Hakuna Kulala –centrado en las
“club explorations from the East African and Congolese Electronic Underground and beyond”– es un subsello de Nyege Nyege Tapes (NNT). Ambos, desde Kampala, se encargan de expandir la buena nueva de la ultimísima escena electro africana. Sus lanzamientos son para abrir las orejas. Y eso es lo que hemos hecho escuchando, por ejemplo, a DJ Finale, foco de la nueva escena congotrónica, cuyo “Mille morceau” (2023) es un suculento trabajo de deconstrucción que utiliza soukous y kwassa kwassa al servicio de la cacharrería reciclada y los
beats,
el santo y seña del colectivo punk ecoafrofuturista Fulu Miziki de Kinshasa, del que forma (o formaba) parte. Otra novedad de NNT es Nakibembe Embaire Group, un grupo de marimbas de Uganda que comparte repertorio con Gabber Modus Operandi, dúo indonesio experto en mezclar gabber, footwork, grindcore y noise con sonidos tradicionales de su país, como el dangdut o el jathilan.
Pero el disco que más ha llamado la atención de la casa es el segundo trabajo de la rapera keniano-ugandesa
MC Yallah, un
“Yallah Beibe” que sigue la senda de su debut,
“Kubali” –escogido entre los mejores 50 discos de 2019 por la revista ‘The Wire’–, al lado del mismo productor Debmaster, alias del franco-berlinés Julien Deblois. Colaboran desde la distancia. Él prepara
beats y secuencias en Berlín, que envía a Kampala para que la rapera trabaje sobre sus bases hasta dar forma a los temas en cuatro lenguas: kiswahili, luganda, inglés y luo. La ayudan otros productores, como el japonés Scotch Rolex y el congolés Chrisman. Junto a los tres, se explaya con su potencia experimental, en una amalgama que incluye música industrial, cyber rap, afrobeats o el dancehall de la rotunda
“Big Bung”, con un
flow tan atolondrado como certero. Dembow rotundo y también deslices psicodélicos en, el por otra parte de verbo muy afilado,
“Baliwa”. El trabajo de Scotch Rolex –uno de los alias de Shigeru Ishihara– también se deja notar en la titular
“Yallah Beibe”, en la que, bajo las andanadas marciales que la sustentan, aflora un
flow desacomplejado, polifónico y hasta soul.
Su empoderada, dúctil y veloz voz es capaz de sonar como el restallar de un látigo o con la solemnidad doom metal que rezuma
“No One Seems To Bother”, llena de lúgubres voces corales en lo que se convierte en una pesadilla gore. No en vano, colabora en el tema Lord Spike Heart, alias de Martin Khanja, un músico de Nairobi que se ha hecho célebre con el dúo Duma, cuyo brutal, nihilista e industrial disco de debut, “Duma” (2020), es un compendio de ruido lacerante, grindcore y techno. Su influencia también se deja notar en
“Moss”, cuyo fondo obsesivo y maquinal explota en un recitado que tiene algo de catártico.
El trabajo de Debmaster no rebaja el octanaje ni la tensión que transmite
“Ukweli”, con la convicción del mejor grime. Hace falta recordar que Uganda es un país que vive bajo la dictadura de Yoweri Museveni, un exguerrillero que, golpe de estado mediante, lleva en el poder desde 1986. O sea, que MC Yallah tiene que ir con mucho cuidado con lo que diga, porque allí la política y los derechos te pueden llevar a la cárcel. Aun así intenta concienciar con sus letras a las mujeres, para que sean más independientes, y también a los numerosos niños de la calle, para que tomen conciencia de que hay que salir de la espiral de delincuencia y cárcel.
Hip hop y música electrónica con un
flow que igual recuerda al kuduro en
“Sikwebela” que retrotrae a la maestría de Public Enemy en
“Miniboss”. El uso de sintetizadores lúgubres, cajas de ritmos esqueléticas y un fraseo explosivo le sirven para esculpir la repetitiva y rotunda
“Tuli Mukintu”. La combinación de electrónica fría y rimas calientes lleva a
“Sunday” a un pálpito entre industrial y drum’n’bass, para que pueda brillar en un fraseo que parece un trabalenguas. M.I.A. es un referente para esta veterana MC que con este disco se convierte a su vez en faro del nuevo hip hop africano experimental. ∎