Que MIKE es una de las figuras pivotales del rap underground neoyorquino de hoy en día quedó más que ratificado en el mayestático “Tears Of Joy” (2019), culmen del panorama hip hop en el siglo XXI. Si en aquel clásico contemporáneo del sonido de la calle el del Bronx expiaba el dolor por la reciente muerte de su madre a través de una letanía hip hop intimista, ahora es cuando pregona a los cuatro vientos su renacimiento tras ahogarse en las brasas del dolor. El efecto ave fénix se hace presente ya desde “Evil Eye”, primero de estos diecisiete cortes, preludio antes de la afirmación absoluta, en “Aww (Zaza)”, donde confirma su recuperación entre risas.
Tal como queda reflejado en el onírico soul jazzístico de esta última canción, el tono general de “Disco!”, con evidentes reflejos a un pilar de la ortodoxia underground hip hop como MF DOOM, refuerza la sensación de celebración introspectiva construida por MIKE. No en vano, aunque ahí sigue latente la sombra del Gonjasufi más oscuro, tal que en “Frogville (Mk Ultra)”, las canciones persiguen la luz nacida de la aceptación desde la pérdida. En este sentido, el recogimiento instrumental no es sino el resultado de un puzle sonoro extasiado, por momentos, como en la espiral de samples vocales femeninos que envuelve cada gramo de la exuberante “At Thirst Sight By Assia”. Temas como este último subrayan la perspectiva cósmica de una arcadia afrofuturista, que entronca con el Miles Davis de los primeros años setenta y aquella gran generación de visionarios de la materia prima con sabor jazz y soul.
En base a esta mirada, MIKE prosigue acentuando la graduación hipnagógica de su receta, como en “Endgame” o en “World Market (Mo’ Money)”, donde el jugo instrumental parece surgir de una veta abierta en el subconsciente de un MIKE esplendoroso en su uso musical de la onomatopeya y dueño de un flow hipnótico, donde el espíritu de Gil Scott-Heron timonea la niebla de sus palabras de terciopelo. Todo esto dentro de un cuadro hiperdetallista de producción, como en el impagable ad-lib que marca los latidos de “Crystal Ball”.
En cuanto a la vía más vanguardista, el minimalismo cósmico de “Sandra” lo auparía a los puestos de privilegio en los charts hip hop de Plutón. En realidad, cada uno de los eslabones aquí encadenados luce por algún matiz muy definido.
Ya sea en la atmósfera fantasmagórica de“Ghoulish” o en la pulsión oriental destilada en las cuerdas de “Tailwind”, “Disco!” se erige en una nueva demostración de vocación experimental. Vanguardia de sabor irresistible, mediante la que MIKE asienta su trayectoria como una de las más interesantes dentro del universo hip hop de nuestros días. Y lo ha vuelto a hacer por medio de una nueva pieza maestra; en este caso, con un plus de abstracción jazz en las venas de un cancionero pulido en torno a una macedonia de arreglos de tono barroco añejo, lustre perdido en las entrañas del tiempo mediante el cual ha cuajado un disco medicinal de propiedades altamente recomendables para todo amante de la vertiente más ensoñadora de las materias jazz y hip hop. ∎